¿ES CHINA UN PAÍS IMPERIALISTA?
La
política exterior china abre una incógnita central: ¿es un país imperialista?
Para poder responder a esta pregunta es importante considerar seriamente el
concepto “imperialismo”, así como diseccionar alguno de los elementos centrales
de China en sus relaciones con otros países.
EDUARDO GARCÍA GRANADO
Congreso del partido Comunista chino
De China se dice
casi todo. Para los think tanks y militantes de la derecha, el Gigante Asiático
es un régimen represivo, con una sociedad idiotizada/subyugada y cuyo
crecimiento en el ámbito económico, militar y diplomático es una amenaza para
nuestras sociedades. Porque lo nuestro es “la cosa sana”: nuestros sistemas de
partidos, nuestras economías capitalistas monopólicas, nuestra exportación de
la democracia (los métodos para dicha exportación mejor no comentarlos... todos
los conocemos), etc. Lo chino no es lo nuestro y, por tanto, no es “lo sano”,
“lo normal” ni “lo deseable”. Partido único, subordinación de los grandes capitales
al Estado (y, por extensión, al Partido Comunista)... y unas relaciones
exteriores desiguales, sí, pero establecidas en base a acuerdos bilaterales en
lugar de a golpe de bomba (o de golpes de estado).
En la izquierda no
está tan claro, aunque las posturas enfrentadas en la cuestión china son tan
tajantes como de costumbre. Opción a: China es un régimen totalitario que
reprime con total crudeza protestas masivas y el PCCh conserva su poder
mediante la violencia estatal sin ser capaz de agrupar consensos entre la
población. Además, es un estado imperialista, y su disputa con Estados Unidos
es la reformulación de la disputa interimperialista que con enorme claridad
expuso Lenin hace más de un siglo (El imperialismo, fase superior del
capitalismo). Opción b: China es un estado que camina irremediablemente hacia
el comunismo, cuya lucha de clases se desenvuelve sin contradicciones en favor
de las clases trabajadoras. A su vez, se relaciona con el resto de países de la
periferia (o del Sur Global) en términos de internacionalismo proletario,
erigiéndose como un faro para la erradicación de las opresiones de clase. ¿Con
cuál te quedas? Una pista: ninguna se corresponde con los hechos.
Los elementos
concernientes a la política interna del país (es decir, a la sección
estrictamente nacional de su lucha de clases) no serán tratados en este texto,
aunque se apunta una breve definición: China es un estado socialista, en el que
el Partido Comunista emplea métodos de acumulación capitalista para el
desarrollo material de la sociedad al tiempo que subordina a la burguesía
nacional e internacional a los mandatos del Estado. Esta situación puede
devenir fundamentalmente en dos salidas: a) una efectiva consecución del
comunismo que termine con la existencia de grandes conglomerados económicos que
hoy tienen relativa fuerza de presión y socialice los medios de producción; b)
una cooptación de los aparatos del Partido (y, por extensión, del Estado) por
parte de la clase social que domina en el ámbito económico que desemboque en un
definitivo viraje hacia un sistema capitalista en el que (como en nuestros
países) los monopolios dominen al Estado y no al revés.
China es un estado
socialista, en el que el Partido Comunista emplea métodos de acumulación
capitalista para el desarrollo material de la sociedad al tiempo que subordina
a la burguesía nacional e internacional a los mandatos del Estado
Donde sí se va a
poner el foco es en el hecho internacional, tratando de darse respuesta a una
pregunta de lo más pertinente: ¿es China imperialista? Lo primero que conviene
tener en cuenta es una apreciación de carácter teórico: “imperialismo” no es
una categoría moral, sino un concepto analítico perteneciente a la tradición
del marxismo que nos sirve para ubicar a un Estado-nación en la jerarquía
internacional del sistema capitalista mundial. Otro elemento a considerar es la
lógica contextual del pensamiento de Lenin, quien destacó que los países
imperialistas eran exportadores de capital. Esta idea, que ciertamente defendió
el dirigente ruso, es empleada por algunos sectores de la izquierda para zanjar
el debate: China es imperialista. James Petras es un ejemplo claro de esta
perspectiva. Para él, por ejemplo, China hace imperialismo económico, aunque
reconoce que es un imperialismo menos malo que el estadounidense por su no
empleo de la fuerza militar.
Considérense dos
cuestiones: la primera es que China es exportadora de capital, sí, pero también
importadora. En el eje centro-periferia, es difícilmente defendible que China
forme parte del lado poderoso (el central). Por supuesto, sus empresas
monopólicas se benefician de prácticas parasitarias en absoluto
“internacionalistas” como la industria extractivista de coltán en el Congo o de
soja en Argentina. Estos hechos reflejan la vigencia del modo de producción
capitalista en el país. Bajo sus normas, los grandes conglomerados nacionales
tienen que salir a las periferias a aprovechar cruelmente condiciones de vida
miserables y recursos naturales escasamente protegidos por los estados. No obstante,
China también es un centro de explotación de las clases trabajadoras por parte
de los grandes capitales europeos, estadounidenses y de otros estados
históricamente imperialistas. Una parte importante de su población trabaja
enriqueciendo a capitalistas extranjeros que se aprovechan del (cada vez menos
rentable) mercado laboral chino.
La segunda
cuestión, quizá central, es el marco en el cual Lenin escribió sobre el
imperialismo. Lenin destacó la cuestión de la exportación de capital, sí, ¡pero
lo hizo en el marco de la expansión violenta de los estados imperialistas hacia
las periferias! Lenin consideró que la política expansivo-militarista de los
estados europeos era en beneficio de sus grandes conglomerados. Estos países
competían militarmente por el control también militar de las colonias, a
quienes dominarían cruelmente por la vía militar para poder maximizar allí los
réditos del capital exportado. Y, en este sentido, China se comporta
innegablemente de forma distinta.
Hay un hecho
incontestable por fuerza de la Historia: hasta la fecha, y como ya nos enseñó
Claudio Katz, “la expansión económica de China se ha consumado sin disparar un
sólo tiro fuera de sus fronteras” (China: tan distante del imperialismo como
del Sur Global). Y este no es un dato menor, por mucho que para algunos (de
nuevo, Petras), solo modifique en su grado el carácter imperialista de China.
Esta diferencia es en realidad cualitativa. El imperialismo se fundamenta en la
dominación por la fuerza de territorios a los que se pretende explotar
económicamente. Si no existe dominación por la fuerza, la categoría
“imperialismo” es difícil de sostener.
China se relaciona
desigualmente con la mayoría de naciones periféricas. Al margen de determinados
proyectos de ayuda al desarrollo, el interés chino en América Latina es
considerablemente parasitario
¡Ojo! China se
relaciona desigualmente con la mayoría de naciones periféricas. Al margen de
determinados proyectos de ayuda al desarrollo (como los que lleva adelante con
Laos), el interés chino en América Latina es considerablemente parasitario.
Firmas chinas están compitiendo por el reparto de las tierras en países como
Argentina, y este hecho no es menor. Ilustra una gigantesca contradicción en la
que se encuentra sumido el Partido Comunista y que la izquierda internacional
haría muy mal en ignorar. Los capitalistas chinos tienen intereses
objetivamente opuestos a las clases trabajadoras internacionales y, como tales,
pretenderán en todo momento instrumentalizar en su favor el poderosísimo aparato
estatal del país. Los conglomerados chinos no son especialmente benevolentes,
ni solidarios, ni (¡por supuesto!) socialistas. Son capitales concentrados que
se beneficiarían enormemente si China decidiese emprender una política
internacional imperialista. Esto supondría el abandono definitivo del
socialismo en el país, le pese a quien le pese. Pero, también le pese a quien
le pese, esto todavía no se ha dado.
Algunos sectores de
la izquierda europea insisten en que no es cierto que China no militarice su
política exterior. Y, aunque esto es parcialmente cierto, seguramente no
modifica su condición de país no-imperialista. Por el momento, los movimientos
militares dirigidos desde Pekín son 1) en sus fronteras y 2) a menudo
defensivos. Los movimientos persuasivos en Taiwán son un ejemplo de ello, por
cuanto Estados Unidos violó con la visita de Nancy Pelosi a la isla el
principio ‘Una sola China’ que rige la diplomacia china en general y las
relaciones Estados Unidos-China en particular. Las escaramuzas entre tropas
chinas e indias en la zona fronteriza merecerían un capítulo aparte, pero
forman parte de las disputas entre estados por definir los límites nacionales,
y esto nada tiene que ver con el imperialismo.
De hecho, lo que sí
podría calificarse como política imperialista es la presión que Estados Unidos
ejerce contra el país asiático, pretendiendo que abandone su sistema
político-económico. El imperialismo después de la Segunda Guerra Mundial pivotó
en torno a Washington y tuvo un objetivo primordial: apagar revoluciones
socialistas y tumbar partidos comunistas. Que China sea el país más poblado del
mundo, que su Ejército sea inmenso, que tenga disputas fronterizas con India y
que se relacione desigualmente con determinados estados de la periferia son
hechos que ilustran las enormes contradicciones que surfea su modelo socialista
debido, en parte, a la introducción de instituciones y procesos capitalistas y
a la ‘estatización’ y ‘tecnocratización‘ del Partido... pero probablemente no
son constitutivos de un procedimiento imperialista.
En todo caso, resta
ver cómo evoluciona el país. El Partido no tiene una dirección férreamente
ideológica, ni una composición nítidamente clasista. A su vez, las grandes
capas de capitalistas quieren y deben intentar ocupar posiciones de poder.
China podría perfectamente evolucionar en un estado imperialista, pero para
ello deberían darse cambios serios en la estructura de clase del Partido y del
Estado que se tradujesen en acciones exteriores habituales en los estados
europeos y en Estados Unidos (invasiones por recursos naturales, financiamiento de grupos
contrarrevolucionarios, apoyo tácito a golpes de Estado, etc.)
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