OTRA VEZ A COLÓN
Hubo
momentos de la legislatura en los que el trifachito fantaseó con poder escapar
de una vez por todas de aquella dichosa foto y aquella plaza que estaba
maldita. Pero esos intentos, uno tras otro, se fueron desvaneciendo
GERARDO TECÉ
La derecha ya ha elegido qué ponerse para las próximas elecciones generales. Repetirá. Volverá a vestirse de Plaza de Colón. Un traje complicado de defender en pasarela. Implica, por un lado, transmitir que España se desangra víctima de un brutal atentado perpetrado por una banda criminal a la que tú te ofreces a derrotar. Por otro, aceptar que es posible que la mayoría de ciudadanos prefiera a la banda criminal antes que a ti. Un agujero argumental que te saca del papel tradicional de superhéroe Marvel –Capitán España– y te convierte en uno de esos personajes de comedia que se enredan la capa con el calzoncillo en el momento más inoportuno de la acción. El traje elegido, además de complicado,
es
sorprendente dado el éxito cosechado hace cuatro años. Sorprende incluso a
quienes tendrán que vestirlo, que no esperaban verse arrastrados al mismo lugar
cuatro años, una guerra y una pandemia después. Cuando el Gobierno de coalición
echó a andar entre gritos de ilegítimo –Pablo Casado siempre en nuestros
corazones–, golpista y criminal, era de esperar que los autores de tal
intensidad llegasen exhaustos y haciendo eses al final de la legislatura,
buscando un lugar conocido en el que cobijarse, por infértil que sea.
Hubo momentos de la
legislatura en los que el trifachito fantaseó con poder escapar de una vez por
todas de aquella dichosa foto y aquella plaza que estaba maldita. Pandemia,
guerra, crisis energética, inflación, fueron muchos los graves problemas de
este país y, por tanto, muchas las grandes oportunidades de las derechas para
encontrar un discurso diferente. Uno que, al contrario del ETA-Cataluña,
estuviese en la calle. Lo intentaron. No se les puede negar el afán por tratar
de colocar la idea de que la pandemia fue culpa de Irene Montero y el feminismo,
la crisis energética mundial, cosa de Sánchez, y la inflación un asunto que,
como la paella, era puramente español. Pero esos intentos, uno tras otro, se
fueron desvaneciendo. La pandemia se suavizó, el problema energético y de
inflación comenzó a mitigarse y la gran crisis económica que Feijóo esperaba
como agua de elecciones en mayo no llega a aparecer. La Plaza de Colón no es
una elección, sino una necesidad.
La Plaza de Colón no es una elección, sino una necesidad
En esas estamos y
estaremos de aquí a las generales. Arrimadas, la cara que según la Wikipedia
representa el centro liberal y moderado de este país, acusa al Gobierno de
entregarse ni más ni menos que a la banda terrorista ETA por cumplir el
Estatuto de Autonomía de Navarra que dice, con la misma claridad con la que en
Wikipedia se explica la debacle del partido naranja, que la Policía Foral es la
encargada de gestionar el tráfico en Pamplona y alrededores. Abascal, que
descubrió el pasado viernes que CGPJ no era el robot de la Guerra de las Galaxias
sino la movida de los jueces, entendió también que un Congreso haciendo su
trabajo, es decir, modificando leyes según las mayorías democráticas, era
sinónimo de golpe de Estado. Por tanto, declaró solemne en un vídeo grabado en
su despacho con un móvil que sujetaba el mismo tipo que minutos antes le
desmontó lo de C3PO, se hace necesaria y urgente una moción de censura contra
el dictador Sánchez –otra–, esta vez –no hemos venido a la política a trabajar–
con un candidato diferente al frente. Uno independiente. Suena con fuerza
Bertín Osborne. Feijóo, el más interesado de todos en no pisar Colón si no es
para llevarle flores a la memoria de Pablo Casado –siempre en nuestros
corazones–, trata de deshacerse de la maniobra del que debería ser su vicepresidente
en el futuro si todo fuese bien. No es momento de mociones de censura, sino de
que Sánchez se vaya, dice el gallego, y con esto parecen haber quedado claras
las posiciones. En las próximas semanas la plaza de Colón discutirá si es más
español pedir una moción de censura o pedir que el presidente elegido por la
ciudadanía se largue porque sí, porque tú lo dices y porque ETA y porque
Cataluña. Dicen los publicistas, y la mala política es publicidad en un alto
porcentaje, que una buena campaña no es la que impone un producto, sino la que
conecta con el sentir del comprador. Y si bajas a la charcutería allí no se
habla ni de ETA ni de Cataluña. Veremos si de aquí a un año consiguen que eso
cambie. Parece complicado. Veremos.
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