EL CAMINO INVERTIDO(NARRATIVA) 8
DUNIA SANCHEZ
El reloj mueve sus manecillas con la lentitud de la madrugada, la extiendo, la alargo al derredor de mis sentidos. Me asomo a la ventana y el perro canelo con el anciano sigue paseando, a estas horas. Miro el firmamento, la luna arrugada, la luna temblorosa se ha ido. Su vestido de un negro azul marino son luces que me encuentra con ella. En este instante donde todo se hace casi eterno escucho su voz, su tono, su timbre, la silueta de ella perdida en el universo. Veo su rostro con la insistencia de las constelaciones, me observa, me vigila y en mi crece un nuevo jardín de verticalidad. Mi peso se vuelve liviano y soy brisa que caricia su estado. Viene a mí, con algún reproche. La entiendo y converso con la reconditez de estas calles donde un anciano y su perro canelo pasean como si fuera un día más. Cierro la ventana y la abandono esas estrellas desfilando por el cosmos, me consumo en un pensamiento infinito y hallo la dejadez de mi camino.
Y es que lo he
pasado tan mal en el sustrato de mi existencia que mi derecho de amar a quedado
rezagado, ha quedado des memorizado, ha sido censura en mi quietud en este
país. Solo me entrego a ese niño, sostén que me alimenta cada amanecer, cada
anochecer, cada invierno, cada verano, cualquier tiempo que paso en este mundo.
Un mundo suicida, pienso. No sé como la ventana se abre, voy a cerrarla, pero
es imposible. No hay viento. Fijo la lucidez de mis años en el cielo, ese
oscuro cielo salteado de misterio, de enigmas sin resolver. Veo el rostro de
ella, un llanto llega a mí, una queja que se me hace insoportable. Los
terribles hechos de la humanidad quedan estancados en un embalse donde todo
luce en el amplio recorrido de los tiempos. Me sobresalto al descubrir mi
infancia, mi adolescencia, mis años incrustados en una tierra grata pero yerma
en corazones. Me veo aislada, ausente a todo lo que se mece en discurrir de las
jornadas. Apartada de toda sonrisa como cualquier joven. Solo me queda la
guerra inacabada, el grito estremecedor de la despedida, el silencio de ojos
cuando el terror nos alcanza. Y todo duele. Y todo se queda. Y todo conspira
para que seas proyección del abismo. Logro cerrar la ventana, me acurruco con
el niño e intento echar una cabezada. Los ojos de mi madre se posan en mi pecho
produciendo que mi pulso sea tenue, se apacigua en el transcurso de un reloj
que hace tic-tac….CONTINUARÁ
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