TONI CANTÓ, LIMPIA, GRIMA Y DA ALCANFOR
DAVID TORRE
Ya hemos dicho que Toni Cantó lleva toda la vida haciendo de Toni Cantó, un papel realmente exigente y nada fácil, puesto que su proximidad al personaje apenas le permite mantener la imprescindible distancia artística. Por lo común, el público piensa que lo más fácil para interpretar a un borracho es emborracharse, un verdadero disparate ya que ser actor consiste básicamente en recitar el guión y no tropezar con los muebles, mientras que los borrachos son propensos a tropezar con los pies y con los dientes. Humprey Bogart, por ejemplo, uno de los grandes alcohólicos de Hollywood, solía aparcar la bebida hasta la caída del sol, una vez concluido el rodaje; después recaía en el vicio al extremo de que un camarero llegó a decir de él que era un tío estupendo hasta las once y media de la noche: "Después se cree Bogart". En cambio, Toni Cantó se cree que es Toni Cantó las 24 horas del día y además tiene que demostrarlo estando sobrio, sin excusas.
Si Toni Cantó
anduviese mamado por la vida, sus jeremíadas y sus patas de banco tendrían
alguna justificación y un recibo en el hígado de paso, pero el papel de Toni
Cantó no admite atajos ni coartadas y por eso él va soltando chorradas y
contradicciones a voleo, sin cortarse un pelo. Llevaba dos años y pico
condenando los diversos chiringuitos del PSOE y de Podemos en la Comunidad
Valenciana y ayer mismo se congratulaba de haber sido nombrado a dedo
depositario de un chiringuito lingüístico gracias a la generosidad de la
presidenta Díaz Ayuso. Toni Cantó es un político del método, de los que se
sumergen a fondo en el personaje, y lo mismo que Robert De Niro se ponía a
currar de taxista o engordaba cuarenta kilos con el fin de parecerse a Jake
LaMotta, Toni Cantó ha decidido ponerse al frente de un chiringuito para saber
a fondo de lo que va el rollo este de los chiringuitos y que no digan que
hablaba de oídas.
El chiringuito, por
lo demás, consiste en una Oficina del Español situada en Madrid, y no puede uno
imaginarse qué otra necesidad más acuciante podría requerir la capital de
España aparte de ambulatorios, hospitales, colegios, universidades,
laboratorios, salas de conciertos, teatros y una presidenta que no parezca un
muñeco de ventrílocuo. En efecto, había que promocionar Madrid como
"capital europea del español", un puesto que peligraba, al parecer,
por la dura competencia ejercida desde Cracovia, Belfast y Diosleguarde. En
Madrid el castellano se halla al borde de la extinción por culpa del auge del
rumano, del catalán, del euskera y de varios dialectos subsaharianos. Es lo que
le pasa a la gente cuando vota libertad, que primero pide una caña y luego
habla lo que le da la gana. Si hay una ciudad donde defender la pureza del
idioma español es Madrid, como ha demostrado Toni Cantó con un tuit de
agradecimiento en el que ni siquiera ha puesto bien las comas.
Toni Cantó ya
abogaba por el español desde los tiempos lejanos en los que, como galán de moda
de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana, dijo aquello de que Miguel Hernández
hoy no habría podido estudiar ni publicar en castellano por la presión
nacionalista del catalán, sin reparar en que Hernández escribió sus últimos
versos españoles en una cárcel franquista de Alicante. Había que premiar al
muchacho el papelón que hizo durante la campaña electoral de Ayuso, comiéndose
sus numerosas filípicas sobre la corrupción endémica del PP y metiéndose sus
ideas donde le cabían. Borracho lo habría hecho mucho mejor, pero su honestidad
interpretativa se lo impedía, lo mismo que Richard Burton cuando en una toma
tenía que beberse un whisky de un lingotazo y exigió que no le pusieran otra
cosa en el vaso para no desmerecer el realismo de la escena: al final, tras un
montón de filmaciones fallidas, se tomó 47. Entre unas cosas y otras, la
carrera de Toni Cantó parece hecha exclusivamente de tomas falsas, pero no se
crean: son verdaderas.
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