GUERRA NO CONVENCIONAL: CUBA
BAJO ATAQUE
JORGE MOLINA ARANEDA
“Actividades conducidas para permitir a un movimiento de resistencia o insurgencia coaccionar, alterar o derrocar a un gobierno”.
A partir de este momento, dicha guerra fue claramente delineada como las actividades o acciones de un patrocinador extranjero y no de un movimiento de resistencia. Esta definición centrada en el patrocinador y la misión, aportó un entendimiento más preciso del rol de los actores y del estado final deseado en una campaña de Guerra no Convencional. Esta nueva perspectiva allanó el camino para el resurgimiento de estudios y el desarrollo de la teoría en este campo cuyos resultados fueron casi inmediatos.
La definición del 2009
encabeza los documentos doctrinales que rigen el desarrollo de la Guerra no
Convencional en la actualidad, entre estos, la Publicación de Técnicas del
Ejército (ATP, por sus siglas en inglés) 3-05.1 “Guerra no Convencional” y la
Circular de Entrenamiento (TC, por sus siglas en inglés) 18-01 “Guerra no
Convencional de la Fuerzas Especiales”, documentos públicamente accesibles.
¿Cómo se ajustan
estos conceptos y en qué medida son relevantes para las estrategias actuales de
EE.UU. contra Cuba?
Cuba es, desde los
primeros años de la Revolución, el modelo más cercano para comprender en
retrospectiva el concepto de Guerra no Convencional.
Uno de los pilares
de la estrategia de EE.UU. y la proyección de su agresividad contra la isla fue
el empleo de la contrarrevolución, tanto interna como externa, y la subversión,
que halló cuerpo en la propaganda enemiga y el agrupamiento
contrarrevolucionario.
Fue interés
nacional de EE.UU. subordinar las actividades de la contrarrevolución a los
lineamientos de la política de Washington. Todo ello formó parte de la
prioridad de seguridad nacional que constituía para la Casa Blanca la lucha
contra los Movimientos de Liberación Nacional, el socialismo y la URSS.
Nuevas formas de
guerra encubierta y agresión subversiva se desataron contra Cuba. La Operación
Mangosta, por ejemplo, fue la ejecución de la intención del gobierno de EE.UU.
de destruir a la Revolución Cubana sin necesidad de una agresión militar
directa contra la Isla o el desgaste necesario como preludio de esta.
El núcleo central
de esta etapa fue el empleo de la contrarrevolución interna y las bandas
armadas, como fuerzas sustitutas o auxiliares, mientras el escenario de
subversión era reforzado con todo tipo de acciones de guerra económica,
sabotajes y operaciones de inteligencia de la CIA, entre otras.
Un memorando del
Departamento de Defensa, fechado el 25 de julio de 1962, resume estas
intenciones. Al hacer una revisión de la Operación Mangosta, en el punto
referido a sus objetivos señalaba: “(…) EE.UU. ha emprendido esfuerzos
especiales con el objetivo de ayudar a Cuba a derrocar a un régimen comunista”,
para ello, son necesarias, entre otras, “acciones encubiertas, políticas y
económicas, para inspirar una revuelta en Cuba o desarrollar la necesidad de una
intervención de EE.UU.».
En sus
orientaciones “Mangosta” establecía: “Cuando el movimiento popular ocupe un
territorio importante de Cuba, debiera formar un gobierno provisional. Esto
permitirá la ayuda abierta de América Latina y EE.UU. si se pide y es
necesaria. Una situación de gobierno militar existirá para el periodo inicial y
tenemos que insistir en el realismo de este periodo de transición que precede
al control civil razonable”.
La Publicación de
Técnicas del Ejército 3-05.1 (ATP 3-05.1) “Guerra no Convencional”, contiene el
caso de Cuba, como “Ejemplo selecto de actividades de Guerra no Convencional
patrocinadas por EE.UU.”. Sus aseveraciones, aunque referidas a la invasión
mercenaria de abril de 1961 (Bahía de Cochinos) son esclarecedoras.
La CIA cometió “(…)
errores en su campaña de Guerra no Convencional contra Cuba. Aunque existían
algunos esfuerzos razonablemente exitosos en el desarrollo de una
clandestinidad, no estaban lo suficientemente diseminados o coordinados para
organizar una campaña de resistencia popular sostenida”.
De acuerdo a Misión
Verdad, actualmente y debido a la difícil situación que vive Cuba a raíz del
Covid-19, el gobierno aplicará nuevas medidas de control sanitario a partir del
15 de julio. Es así como agrupaciones de música
y operadores del Movimiento San Isidro, solicitaron a la comunidad
internacional la apertura de un corredor humanitario o una intervención
humanitaria en Cuba. De ahí parte la conexión más directa entre las protestas
registradas este 11 de julio y las acciones de aquel movimiento, cuyos líderes
están comprometidos con la agenda de grupos anticubanos en Miami que han
provisto de financiamiento, logística y apoyo mediático a quienes han
enfrentado directamente al gobierno cubano.
El periódico Granma,
de Cuba, publicó que alrededor de US$250 millones dedicaron las
administraciones de Estados Unidos en las últimas dos décadas para los
programas de subversión anticastristas. Mientras que Díaz-Canel estimó que Cuba
ha perdido entre abril de 2019 y diciembre de 2020 más de 9 mil millones de
dólares debido al bloqueo impuesto por Washington.
Tanto los pedidos
de corredor humanitario como de intervención humanitaria se corresponden con
los intereses del sector más radical del anticastrismo de Florida, porque
serían escenarios ideales para una potencial internación ilegal de armas.
Curiosamente,
ninguna de las protestas se expresó
contra del bloqueo sobre la isla. Esto cobra relevancia pues, en junio recién
pasado, la Asamblea General de Naciones Unidas votó una resolución de rechazo
al embargo que pesa sobre dicha nación, la cual obtuvo 184 votos a favor, dos
en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y
Ucrania).
Cuba se ha visto
obligada a pedir donaciones internacionales ya que, por el tristemente célebre
bloqueo, no ha podido contar con materiales sanitarios básicos para la
protección de la población, tales como jeringas, puntas con filtro, etc. Esto a
pesar de que su industria farmacéutica ha logrado desarrollar cinco vacunas
contra el Covid-19 (Soberana 02 y Abdala, las más famosas).
Las protestas del
domingo 11 de julio enarbolaron la idea de que la nación caribeña necesita la
intervención de Estados Unidos y la comunidad internacional, y que esto se
traduzca en un cambio de régimen, supuestamente exigido por el propio pueblo
cubano. Ese mismo que innumerables veces ha protestado contra los ataques
económicos, financieros y comerciales de Washington, y que ha sido en el mismo
número de veces silenciado y ridiculizado por los mismos operadores políticos y
mediáticos que apoyan la causa de la cúpula reinante en el sur de Florida.
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