SOCIEDAD PRECARIZADA
Por Eduardo Sanguinetti (*) especial para
NOVA
Este virus es solo el prólogo de lo porvenir, pues en la OMS ya se promociona considerar a la vejez como enfermedad. La vejez, considerada como horror ejemplar, cuando es un simple ciclo final de lo que denominamos vida.
No hay posibilidad de comprender nada, sin asimilarse al condicionamiento fantasmagórico de los medios de información falaz y su relación con los muertos, las víctimas, los desaparecidos que conforman bajo presión el imaginario social.
Hoy se navega con
soltura en una vida vacua, frívola, jamás comprometida con la libertad en su
concepción legítima, devaluando la verdad y el deber ser, precarizado el
conocimiento que se inscribe también en la lógica de la sociedad del riesgo; es
decir, una sociedad que se mueve en incerteza respecto a diversos temas entre
los que destacan los valores sociales, el medio-ambiente, función
civilizatoria, ideología y sobre todo la ética y la dignidad en franca
desaparición.
No dejo de lado a
los empresariuchos, bajo el amparo de una justicia sádica e inexistente, que
especulan depositando sus enormes ganancias, sumadas por estafas y
defraudaciones en paraísos fiscales, pagando miserias a sus empleados. El
trabajo devino en empleo precarizado, trabajar decenas de horas para mantenerse
en pie y en retroceso vital.
Miserable el
sistema vigente ¿no les parece? Mientras tanto los herederos de tierras y
empresas parásitas viven en sus espacios de confort obtenido por ser nenes de
papá o mamá, "playmobils" carnales.
Un instante de
verdad equivale a la eternidad. Es la eternidad en un instante, enfrentada al
instante mercantil descartable, desechable perentorio, que anuncia la condena
de los más débiles a una muerte asegurada, ya sea por virus instalados o
ejecución directa.
¡Estamos aquí,
todos nosotros! “los condenados”, con un pasado que nunca cesa, un futuro que
nunca empieza, un presente que nunca acaba. ¿Dónde está la seguridad? ¿Qué
protección pueden inventar que no se hayan imaginado ya? Es inútil pensar en la
seguridad: no existe ni la más mínima.
No hay un lugar
final donde retirarse… a no ser que nos quedemos quietos, inmóviles. Si
llegamos a hacerlo, sin perder el equilibrio, sin dejarnos llevar por la
embestida, puede ser que seamos capaces de controlarnos y de esa manera actuar.
Desde el momento de
despertarnos por la mañana, hasta el momento de acostarnos, todo es una farsa,
una vergüenza, una estafa, todo el mundo lo sabe y todo el mundo colabora con
la perpetuación del fraude. Por eso es que quizás, nos parecemos tan
desagradables unos a otros. Por eso es por lo que es tan fácil organizar una
guerra o una cruzada contra el vacío…
Si todavía
pudiéramos creer en un dios, lo convertiremos en un dios de venganza. Pondremos
en su ser el trabajo de limpiar todo a fondo. El espacio de la política, hoy
más que nunca, es el de la mentira sin lugar a dudas. Las mentiras de la
política ya no dejan de tener contenidos inocultables que provocan una
instancia paradójica en secretos develados, que todo ciudadano avezado no deja
de conocer y deplorar, deviniendo en estos una sensación de impotencia e
indignación producida por la violencia diferida del vector al que apunta la
mentira: la necesidad de un sentido que no existe.
En la Sociedad de
la Mentira el intelectual legítimo, debería tener un rol esencial, en su tarea
irrenunciable de instalar la Voluntad de la Verdad; me resulta paradójicamente
muy difícil definir a este mismo “intelectual”, con sentido de ser, portador de
ideas y conductas a seguir por una población que se debate en un estado de
inseguridad ante el simulacro como norma de vida.
La mentira se ha
vuelto muy popular, replicada por los turistas de la vida, asegurado en sus
tránsitos, mordiéndose la "cola". La mentira se ha convertido en
tendencia de este tiempo, elevada a símbolo de los comportamientos que siguen
millones de habitantes del planeta, por temor, por patologías varias o
simplemente como nuevo deporte de las neo burguesías faranduleras y oligarquías
plutocráticas reinantes, animadas de esplendor cosmiátrico.
Mi discurso no
tiene la cobertura de prensa de la corporación de medios excluyentes de
Argentina, como en tiempos pre digitales lo ha tenido, será que es
desestabilizador de la farsa y antepone la sustancia de la verdad nutrida de
argumentos válidos, muy bien fundados, eliminando a la mentira
institucionalizada. Medios con los que me he negado sistemáticamente a
negociar, medios conformados por corte de personajes ridículos e improvisados,
clero secular de arrastrados “medio pelo” rentados/as y sus acólitos,
intentando encontrar la palabra, sin “animus”, en empantanadas notas iluminadas
con luz de neón; medios que monopolizan toda la publicidad de chatarra,
consumida por millones de ciudadanos y viralizada por los “millennials”, tan
volubles y volátiles a la hora de innovar.
Imposible
visualizar un horizonte feliz en este tiempo de pandemia, pues ha llegado el
momento de las comunidades zombies, con rutinas de consumo extremo y con final
de fiesta sin sonrisas. Se movilizó rápidamente la derecha fascista autoritaria
tomando la calle con el inestimable apuntalamiento de medios que no cesaron en
año y medio de bombardear con fake news al espectador, que en su angustia Covid
lo compró todo, logrando con alianzas obtusas que las generaciones nuevas se
asimilaran al espejismo que les prometieron. Y el gobierno, en comportamiento
demasiado sobrio, obedeciendo a consignas de algún asesor escondido, intentando
dialogar con quienes no lo desean. Pactos en las sombras… ¿sabremos algún día
por qué Alberto fue elegido por Cristina como presidente?
La “Mentira
Superstar” se ha ubicado en el Top Ten de la pirámide de la simulación y la
mentira, un hecho por demás deplorable y asqueroso, para mí, al menos, un “Baby
Boomer”, perteneciente a una generación que ha mantenido sus principios y fines,
con voluntad, coraje, persistencia, austeridad, animado de amor a la libertad,
la armonía y la verdad, sin presiones de nada ni de nadie, salvo de una
hipersensibilidad, que me mantiene vivo y de a ratos, muy alegre, de saber que
lo peor no ha acontecido, aún.
(*) Filósofo y
poeta
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