UNAS PALABRAS SOBRE LA CUBA DE LOS HUMILDES
Quienes
han dirigido el Estado cubano han distinguido su enemistad, una y otra vez,
entre el gobierno y el pueblo estadounidense. A cambio, este último ha
declarado que su bloqueo genocida es contra el régimen dictatorial y por los
derechos de los cubanos
WILDER PÉREZ VARONA (LA COSA)
Como estudioso de la sociedad, el mayor compromiso es analizarla e intentar comprenderla. Uno espera que esa comprensión, ese compromiso con lo verdadero, pueda resultar en beneficio de esa sociedad de la que es parte. No se trata de neutralidad axiológica o política. La verdad de una situación supone una toma de partido. Consecuente.
Como comunista, ese compromiso se ancla en el proyecto de una sociedad regida por premisas de igualdad, justicia social y soberanía nacional. Como recuerda aquel discurso en bronce tallado de 23 y 12: los humildes hicieron su propia revolución para sí mismos.
La soberanía es,
ante todo, soberanía de la nación, del pueblo como soberano. Por avatares
ideológicos, el discurso político y el sentido común de cubanas y cubanos han
delegado esa soberanía en el Estado. La soberanía es identificada al Estado
soberano, a la independencia política del Estado nacional, a su
autodeterminación respecto a la injerencia extranjera. Sobre todo, de los
Estado Unidos.
Quienes han
dirigido el Estado cubano han distinguido su enemistad, una y otra vez, entre
el gobierno y el pueblo estadounidense. A cambio, este último ha declarado que
su bloqueo genocida y obsceno es contra el régimen dictatorial y por los
derechos y libertades del pueblo cubano. Lo que uno y otro han hecho es
arrogarse el derecho de determinar qué es lo que el pueblo cubano piensa, desea
y necesita.
Tan acostumbrados
están a ser ventrílocuos, que cuando el pueblo decide hablar por sí mismo, en
forma de estallidos populares, unos y otros le endilgan sus intereses.
Para el gobierno
cubano, se trata de provocadores, provocados y confundidos por la crisis
inducida y por los posts, tweets y dinero de agentes del imperio yanqui.
Portavoces y acólitos del vecino del Norte quieren ver en las protestas el
cumplimiento tan dilatado de sus profecías de insostenibilidad, y gritos
desesperados de auxilio (de intervención militar en forma de “ayuda
humanitaria”).
La gramática de las
protestas es compleja y diversa, como lo son sus causas. Aún más, si es ahogada
por la policía y el apagón digital, por un lado, y por la vociferación en redes
y canales, por otro. Esa polifonía popular puede y debe ser más que un balbuceo
confuso y violento si tiene la posibilidad de organizar su propia voz, de
hablar sus propias demandas, en su propio lenguaje.
Esa posibilidad no
es otra cosa que su derecho a ser y actuar como pueblo. Su derecho como
soberano a la no intermediación. A ejercer su indelegable soberanía. Es derecho
a ser inoportuno respecto a planes, estrategias y programas ajenos. Es derecho
incluso a equivocarse. Un derecho supremo que nadie más posee en su nombre.
El gobierno que
dice representarle haría bien en dar una muestra inusual de humildad y dejar
que los descendientes de 1961, por fin, hagan suya su herencia.
A la postre, esta
apropiación, esta capacidad popular de hacer política a su imagen, siempre fue
la única garantía contra el imperio del Norte.
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Wilder Pérez Varona
es investigador y marxista cubano.
Este texto ha sido
publicado originalmente en La Cosa, el blog del ensayista e investigador Cubano
Julio César Guanche.
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