JUECES NAZIS
En España
tenemos a unos jueces cada vez más posicionados en una ideología reaccionaria
que se aproxima a los postulados de los de VOX. Los posfascistas de Abascal lo
saben y por eso sus únicos éxitos políticos se deben a la judicialización de
los procesos.
ANTONIO MAESTRE
No existe normalización del fascismo ni ascenso al poder de una ideología totalitaria sin la colaboración incisiva de la judicatura. Los procesos de selección y de representación social que se dan en los órganos de los altos tribunales tienen un sesgo de clase alta y de ideología conservadora con tintes autoritarios que provoca que la deriva de sus decisiones hacia postulados reaccionarios sea la norma habitual en países donde no ha habido procesos efectivos de democratización judicial. Un proceso que es general en los países que han tenido regímenes autoritarios y que en España fue durante la Transición particularmente agudo y ha llegado a nuestros días. El paradigma de esa dinámica de legitimación de la ideología fascista por parte de los jueces aplicando ese sesgo se produjo en los años 20 en Alemania. La intelectualidad próxima al nazismo que Christian Ingrao retrató en 'Creer y destruir' y que sirvió mejor que nadie al ascenso del nazismo.
Durante la
República de Weimar la judicatura alemana se sintió desplazada en su
exclusividad de ejercer la autoridad dentro de la sociedad civil. Despreciaba
profundamente a los políticos, ya que los jueces eran los únicos encargados de
la autoritas por debajo del rey. Estaban acostumbrados a ejercer la justicia y
aplicar la ley en nombre del rey, no del pueblo. La democracia era un
impedimento a sus atribuciones y la inmensa totalidad de los jueces provenía de
unos usos y costumbres guillerminos, autoritarios, de ideología ultrareaccionaria.
Algo que se hizo ver en todas sus sentencias y que allanaron el camino del
NSDAP a la hora de legitimar sus ideas y actuar a favor de sus intereses.
La judicatura en la
época de Weimar era un cuerpo formado por personas que habían sido formadas para
ser jueces durante la época de Guillermo II, sin ningún tipo de formación
democrática y que llevaba sirviendo durante varias décadas en un estado
monárquico autoritario. Tras la llegada de la democracia sin ningún tipo de
reforma que garantizara la democratización del cuerpo se instauró en la
Constitución la separación de poderes y la no posibilidad de injerencia
política en la judicatura, blindando de facto a un cuerpo de jueces con usos
autoritarios y que consideraba que las leyes emanaban de dios y que las que
procedían del Recihstag eran leyes "bastardas". No debían lealtad a
la democracia, sino al Reich. Un proceso que podrá sonarnos por la cercanía.
Las estadísticas de
las actuaciones de los jueces en la República de Weimar no dejan lugar a la
interpretación. En los dos primeros años del periodo democrático
posguillermino, según números recogidos por Richard Grunenberg en 'La historia
social del Tercer Reich', los jueces alemanes impusieron 8 sentencias de muerte
y más de 177 años de prisión a izquierdistas implicados en 13 asesinatos
políticos. Por el otro lado no impusieron ninguna pena de muerte, una cadena
perpetua y 31 años de prisión a nacionalistas de derechas por su implicación en
314 asesinatos políticos. Según el estadístico Emil Julius Gumbel, con datos de
1919 a 1922 se produjeron 38 condenas a izquierdistas por 22 asesinatos con
penas de cárcel de 15 años de promedio y 10 ejecuciones, mientras que para los
acusados de derechas por 354 asesinatos políticos hubo 24 condenas, ninguna
ejecución y cuatro meses de cárcel de promedio. La persecución de los jueces a
todos aquellos izquierdistas que no fueran afines a los preceptos nacionalistas
acusados de traición llegó a la prensa de manera intensa, como fueron los caso
de Carl Von Ossietzky o Felix Fechenbach, condenados a años de cárcel por
publicar informaciones sobre el rearme ilegal de Alemania. La percepción de la
idea de patria de los jueces se hacía extensiva a la persecución penal. Los
prejuicios y los sesgos de la judicatura no admiten demasiado debate con estas
cifras.
Existía un concepto
para expresar la conducta de los jueces en favor de los intereses del partido
nazi: Selbtgleichschaltung o "ponerse en línea". Esta actitud se
resume en una anécdota entre el titular del Tribunal Superior de Justicia de
Leipzig y Adolf Hitler. Bumcke era un juez que no había sido especialmente afín
a los postulados del NSDAP, pero tras una recepción con Adolf Hitler este le
apretó la mano y le dijo: "Bumcke, tienes que ayudarme". A partir de
ahí su proceder en la judicatura fue la de un fiel militante nazi, retorciendo
las resoluciones para adaptarlas legalmente a los intereses del partido. Mismos
procesos, tiempos distintos.
En España tenemos a
unos jueces cada vez más posicionados en una ideología reaccionaria que se
aproxima a los postulados de los de VOX. Los posfascistas de Abascal lo saben y
por eso sus únicos éxitos políticos se deben a la judicialización de los
procesos, su estrategia de lawfare tiene visos de triunfar porque existe una
mayoría conservadora que considera plenamente aceptable el ideario
antidemocrático de los de Abascal y están dispuestos a retorcer las normas para
acercar la ley a los intereses espurios de los posfascistas. Las últimas
decisiones judiciales expresando que la persecución racista es aceptable y que
el estado de alarma puede recurrirlo aquel que votó a favor en el Congreso
concurren con esa dinámica weimariana que acercó al mayor monstruo del siglo XX
al poder. Los usos y costumbres son diferentes según la época y el país, pero
los procesos de construcción del autoritarismo y de legitimación del fascismo
son similares.
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