WINDOWS, EL PANTALLAZO AZUL
DEL CAPITALISMO
DIARIO
RED
Cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de informática sabe
perfectamente que Windows es el peor y el menos seguro de todos los sistemas
operativos
El ‘efecto 2000’ —el supuesto colapso informático mundial debido al hecho de que las aplicaciones habrían sido construidas para expresar los años solamente con dos dígitos y, así, pasar de 1999 a 2000 sería interpretado por muchas de ellas como la vuelta al año 1900— no fue otra cosa que un asustaviejas fake para llenar las escaletas de los telediarios con tonterías. Lo que de verdad ha causado un colapso informático mundial ha sido algo mucho más real pero también mucho más complejo: el capitalismo.
El pasado
jueves, una simple actualización de un antivirus —Falcon, de la empresa
estadounidense de ciberseguridad Crowdstrike— colgaba el sistema operativo
Windows en millones de ordenadores en todo el planeta. El formato específico
del colapso era un viejo conocido de los usuarios del sistema de Microsoft: el
llamado ‘pantallazo azul de la muerte’. Un error tan grave que deja
completamente inutilizado el ordenador y al usuario sin posibilidad de hacer
absolutamente nada. De repente, un sofisticado artefacto con miles de
millones de puertas lógicas de silicio y un software escrito por los ingenieros
más inteligentes de una de las multinacionales más poderosas del mundo se
convierte en algo con las mismas funciones que una piedra, solamente que un
poco más grande.
El
resultado: cientos de miles de vuelos retrasados en plena temporada alta —con
el correspondiente colapso de los aeropuertos—, millones de oficinas sin poder
trabajar, la caída de numerosos sistemas de pago o la interrupción del
funcionamiento de algunas infraestructuras críticas como los servicios
sanitarios. Las aseguradoras todavía están haciendo las cuentas, pero seguramente
estaremos hablando de pérdidas que se medirán en miles de millones de euros y
sería, de hecho, muy extraño que un colapso informático de esta dimensión no se
hubiese cobrado también alguna vida.
Lo
curioso del caso es que todo esto era perfectamente evitable. Cualquiera que
tenga unos mínimos conocimientos de informática sabe perfectamente que Windows
es el peor y el menos seguro de todos los sistemas operativos. De hecho, la
mayoría de las infraestructuras críticas, la mayoría de los servidores de
Internet y la totalidad de los 500 súperordenadores que se utilizan para hacer
cálculos masivos no utilizan Windows sino Linux; un sistema de código abierto
nacido en 1991 y sin ningún propietario. Mientras el sistema operativo de
Microsoft es de código cerrado —nadie fuera de un reducido núcleo de
programadores de la empresa puede conocer como está escrito—, el código fuente
de Linux está publicado no solamente para que cualquier persona lo pueda ver
sino también para que cualquier persona lo pueda modificar y reutilizar. Este
modo de proceder, tan ajeno a las maneras capitalistas, ha producido el sistema
operativo más seguro y más estable del mundo. De hecho, el propio sistema
Android —presente en alrededor del 90% de los dispositivos móviles del planeta—
está basado en Linux. En los únicos ámbitos en los cuales Windows todavía tiene
una penetración significativa en la cuota de mercado es en el mundo de la
empresa y la administración pública y en los ordenadores portátiles y de
sobremesa. Cualquiera que tenga que desempeñar una labor que requiera un mínimo
de seguridad jamás apuesta por Windows.
Lo vivido
en estos días como consecuencia del hecho de que todavía existen insensatos que
basan sus actividades en el sistema de Microsoft es, como el colapso financiero
de 2008, una demostración más de que los mantras capitalistas sobre el mejor
funcionamiento de las empresas privadas, la capacidad y fiabilidad de las
grandes corporaciones y los efectos casi mágicos del libre mercado a la hora de
conseguir la máxima eficiencia y la más rápida innovación no son otra cosa que
mentiras para engañar a las mulas de carga para que sigan tirando del carro. Desde
la sanidad pública hasta la ciencia, pasando por los sistemas operativos más
seguros del mundo, la mayoría de las cosas que funcionan bien están diseñadas
en clave cooperativa, sin ánimo de lucro y con el bien común como brújula. El
capitalismo, como Windows, solamente sirve para extraer riqueza de forma masiva
de abajo hacia arriba sin más criterio director que el beneficio cortoplacista.
Por eso, es un peligro para los derechos humanos, para la igualdad, para el
bienestar material de la gente y para la sostenibilidad del único planeta que
tenemos. Y por eso —en forma de guerras, de calentamiento global, de sequía, de
incendios, de inflación, de especulación inmobiliaria o de crisis financieras—,
todos los días, nos van saltando en el telediario pantallazos azules de la
muerte.
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