lunes, 22 de julio de 2024

LA DEMOCRACIA AMORDAZADA


LA DEMOCRACIA AMORDAZADA

LAURA ARROYO 

 

Nueve años de Ley Mordaza en España significan nueve años de ese silenciamiento y disciplinamiento de ciertos discursos, cuerpos y voces. Insisto, ciertos, no todo

Amordazar significa silenciar. Pero no sólo eso. Significa contener. Significa invisibilizar, censurar, eliminar... Amordazar es también, lo hemos visto, disciplinar. Y, sin duda, el ejercicio de amordazar es un ejercicio de clase. No se amordaza a todos y a todas, se amordaza a algunos. No se disciplina a todos por igual, sólo se disciplina a algunas voces, algunas opiniones y algunos cuerpos. La ley, nos dicen, es igual para todos, pero sabemos muy bien que mientras algunos obedecen a la ley otros pueden permitirse saltársela. Amordazar, por tanto, significa también discriminar. Garantizar la desigualdad en la participación política, es decir, desigualdad en derechos. El derecho a hacer política con velocidades distintas y con garantías sólo para algunos. 

Nueve años de Ley Mordaza en España significan nueve años de ese silenciamiento y disciplinamiento de ciertos discursos, cuerpos y voces. Insisto, ciertos, no todos. Casi una década de una ley que fue concebida para lo que ha logrado: Cerrar el paso a la protesta popular y, con ello, disciplinar el espacio de movilizaciones. Cuando hablamos de reflujos en la movilización popular, conviene no perder de vista esta legislación que tuvo ese objetivo y que cuenta con potentes apoyos en quienes ejercen el brazo concreto de esa legislación antidemocrática, desde los cuerpos y fuerzas de seguridad hasta aquellos periodistas que ejercen desde sus tribunas de brazo comunicativo de ese silenciamiento y disciplinamiento. Sí, la mordaza es también mediática. 

Mordaza y democracia son antónimos. En estos días en que hablamos de la calidad democrática en España y de la regeneración democrática en el país, qué importante es poner el foco en la Ley Mordaza como ese mecanismo antidemocrático que vulnera derechos y que por su vigencia normaliza esa vulneración. Pero para ponerla en el eje del debate político ahora que hablamos de democracia, hace falta una voluntad política valiente que sepa señalar con precisión a quienes tienen voluntad mordaza. Desde aquellos que en el Consejo de Ministros defienden amordazar los cuerpos de migrantes, desde aquellos que con sus pactos amordazan a quienes en el Mar Mediterráneo hacen la labor de cuidado y rescate que debieran hacer los estados, a quienes desde tribunas mediáticas difunden discursos xenófobos y, por tanto, amordazan nuevamente a quienes se defienden de esos odios, a quienes desde el poder económico impulsan discursos que te hablan de falsos problemas como el de la ocupación, en lugar de decirte que nuestro derecho a acceder a una vivienda tiene que ver antes con los buitres que con los vulnerables que no pueden pagar un alquiler, igual que tú. Esa es además una mordaza contra la verdad, y un largo etcétera.

Para hablar de la Ley Mordaza toca también hablar de resarcir el daño. Toca pedir perdón en nombre del estado represor a quienes han sido víctimas de su represión. Es decir, toca pedir perdón a los 6 de zaragoza y, por tanto, concederles inmediatamente el indulto. Pedir perdón a Pablo Hassel. Toca pedir perdón a las 6 de la suiza, a los activistas de Futuro Vegetal, a los activistas del SAT, a cada racializado golpeado o increpado por la policía sólo por su color de piel, a cada vecino en Lavapiés que ha padecido redadas racistas, a cada víctima de Melilla y por supuesto la reparación política de asumir primero que nada la responsabilidad de esa trampa racista haciendo que Fernando Grande Marlaska no vuelva nunca a ocupar un cargo de poder, etc. Hablar de derogar la Ley Mordaza empieza también por pedir perdón a quienes la han padecido en cuerpo propio.

Y, por supuesto, hablar de derogar la Ley Mordaza no puede ser un globo sonda para ponerse una medalla. Había un acuerdo para derogarla en la anterior legislatura que debió ser planteado de otra forma, es decir, negociando con las bancadas plurinacionales progresistas que, por cierto, son quienes más saben de los efectos nocivos de la Ley Mordaza. EH Bildu y ERC tienen más legitimidad para hablar de esta derogación que el mismo PSOE aunque cuenten con menos escaños. Y por eso hay una autocrítica profunda que hacer a un proceso de negociación donde algunos sectores de la izquierda, que hoy integra a SUMAR y al PSOE, decidieron ofrecer un acuerdo cerrado a fuerzas políticas que cuentan con toda la legitimidad para mejorar los acuerdos y no pasar por un aro impuesto. Hablamos de una ley antidemocrática, claro que necesitamos oír a las voces democráticas progresistas si, se supone, el gobierno es progresista. No lo digo yo, lo dice el señor Presidente. 

Ese acuerdo existe. Es un buen punto de partida para añadir lo que a mi juicio es indispensable, la prohibición de la utilización de pelotas de goma y la prohibición de las devoluciones en caliente. Hay mucho más que tocar, sin duda, empezando por poner candado a esa ambigüedad por la cual la discrecionalidad policial es el eje de la legislación. Un testimonio de un policía no es ni puede ser una prueba concluyente. Pero, insisto, el punto de partida existe. Lo que necesitamos es a un PSOE que mire a su izquierda para conseguir esta derogación que es, en sí misma, la primera medida de regeneración democrática urgente en este país. Esta Ley Mordaza es en sí misma la representación de la Gran Coalición del bipartidismo español sobre nuestros cuerpos. No en vano, gobiernos del PP y del PSOE la han mantenido sin ningún titubeo. La gran coalición es una gran mordaza y si queremos una democracia, sabemos que eso supone tumbarles su ley, pero también, tumbarles su gran coalición. Porque su coalición es nuestra vulneración. La gran coalición, amigos y amigas, no nos queda lejos. Tengámoslo claro. Hasta el lunes. 

 

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