EL LEGADO DE ‘GENOCIDE JOE’ BIDEN
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Adam Schultz/White House / Zuma Press /
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Más allá de las pleitesías automáticas que los diferentes líderes
internacionales se sienten obligados a rendir ante la potencia norteamericana,
¿quién ha sido realmente Joe Biden en la política de los Estados Unidos?
El pasado domingo a las 13:46 hora de la costa este de los Estados Unidos —por lo visto, el minuto 46 habría sido elegido explícitamente para hacer referencia al 46˚ presidente— Joe Biden hacía publica una carta en la que anunciaba finalmente aquello que, desde hace meses, venía siendo inevitable: que se apartaba de la carrera presidencial para las elecciones del 5 de noviembre.
Inmediatamente,
prácticamente todo el mundo —especialmente en el ámbito progresista, pero no
solo— elogiaba el papel jugado por Biden y ponía en valor su ‘legado’. Pero,
más allá de las pleitesías automáticas que los diferentes líderes
internacionales se sienten obligados a rendir ante la potencia
norteamericana, ¿quién ha sido realmente Joe Biden en la política de
los Estados Unidos?
Nacido
hace más de 81 años en Scranton, Pensilvania, en el seno de una familia
católica de clase trabajadora, antes de convertirse, en 2009, en el
vicepresidente de Barack Obama —cargo que desempeñó durante ocho años hasta
2017— Biden fue senador por Delaware durante de 36 años. Más de tres décadas y
media que le sirvieron para convertirse en uno de los políticos más conocidos
en Washington.
En el
Senado, se especializó rápidamente en política internacional y fue en esas
lides cuando se granjeo la etiqueta del ‘más grande halcón de la
guerra’ en la historia del país; una etiqueta muy merecida, como
veremos a continuación, y que revela una de las claves de la política
estadounidense. A saber, que el Partido Demócrata muchas veces tiene una
posición incluso más propensa al colonialismo, a la violencia bélica y a la
comisión de sanguinarios delitos de lesa humanidad que el Partido Republicano…
que ya es decir.
Así, uno
de los principales legados de Biden fue el llamado ‘plan Colombia’.
Impulsado por el presidente Clinton y revestido con los ropajes de ‘ayuda
humanitaria’, el ‘plan Colombia’ supuso el envío de 10.000 millones de dólares
a dicho país para que la CIA pudiese sufragar un gigantesco ejército
paramilitar que, con una mano, protegía las instalaciones petrolíferas de las
compañías norteamericanas y, con la otra mano, asesinaba extrajudicialmente a
la insurgencia guerrillera pero también a miles de campesinos y civiles. La
operación, que ha sido descrita como el laboratorio y ideológico para el modelo
de guerra eterna en el siglo XXI —la continuación natural de la
contrainsurgencia durante la Guerra Fría—, pudo superar los diferentes trámites
preceptivos en el Senado gracias al duro trabajo y al liderazgo del senador por
Delaware, Joe Biden.
El ya
excandidato a la presidencia de los Estados Unidos también jugó un papel
central en la aprobación del famoso ‘Patriot Act’, el amplísimo paquete legislativo de corte dictatorial que se aprobó en
caliente 45 días después de los ataques a las torres gemelas y bajo el cual se
condenó, entre muchos otros, a Julián Assange. En nombre de la “seguridad
nacional” y extendiendo el calificativo de “terrorista” a prácticamente
cualquier actividad que así lo decida el gobierno y los servicios de
inteligencia, la ley promovida por Biden permitió detener a cualquier
sospechoso sin juicio alguno, espiar a cualquier persona, intervenir sin
control las comunicaciones o la información bancaria y hasta entrar sin orden
judicial en hogares y oficinas. Todo ello se llevó a cabo con un fuerte sesgo
anti-árabe y anti-musulmán. Si los paramilitares asesinos de extrema derecha en
Colombia llevan el sello de Biden, los crímenes contra la humanidad perpetuados
en la prisión de Guantánamo también.
Si los paramilitares asesinos
de extrema derecha en Colombia llevan el sello de Biden, los crímenes contra la
humanidad perpetuados en la prisión de Guantánamo también
El
todavía 46 presidente de los Estados Unidos también fue una de las personas
clave detrás de la guerra ilegal en Irak. Con la
falsa excusa de las “armas de destrucción masiva” —posiblemente una de las
mentiras criminales más graves de la historia—, Biden apoyó sin paliativos que
Bush declarase la guerra en el comité de relaciones exteriores del Senado.
Por
supuesto, y ya durante su mandato, Biden ha sido también la pieza clave para
aumentar sin límites la escalada bélica en Ucrania y acercar la posibilidad de un conflicto nuclear en suelo europeo
mientras Estados Unidos se mantiene a cobijo a miles de kilómetros del otro
lado del Atlántico y se convierte en el principal proveedor de gas licuado a
Europa. De hecho, ya en 1997, el senador por Delaware empujó activamente por la
expansión de la OTAN en los estados bálticos y llegó a reconocer que esa
política produciría, indudablemente, “una reacción vigorosa y hostil por parte
de Rusia”. Años después, Joe Biden jugaría de nuevo un papel central en lo que
se conoce como el Euromaidán; el cambio de régimen promovido por Estados Unidos
en Ucrania para alejar al país de la órbita rusa y que es el antecedente
principal del conflicto bélico que estamos viviendo desde 2022. Seguramente por
pura casualidad, Hunter Biden, el hijo del presidente, estuvo cobrando
1 millón de dólares al año en la compañía de gas natural ucraniana, Burisma,
presidida por Mykola Zlochevsky, un oligarca ucraniano altamente beneficiado
del golpe de Maidán.
Con este
currículum, no es de extrañar que su mejor amigo en las más de tres décadas y
media que se desempeñó en el Senado fuese el republicano John McCain; el mismo
que autorizó el uso indiscriminado del Napalm y el Agente Naranja en la guerra
de Vietnam mientras se oponía a las sanciones y desinversiones en Sudáfrica que
buscaban acabar con el apartheid.
El propio
Joe Biden ha tenido, durante toda su vida política, una muy estrecha relación
con el otro estado conocido mundialmente por ejercer un apartheid brutal sobre
el pueblo palestino desde hace más de siete décadas. El presidente dimisionario
que ha sido aplaudido por todo el mundo progresista en las últimas horas ostenta
el récord de ser el senador que más donaciones ha recibido de lobbies sionistas
como AIPAC: un total de más de 4 millones de dólares, según la base de datos
Open Secrets. Quizás por ello, Joe Biden es conocido como la persona que
dijo que “si no existiera un Israel, tendríamos que inventar uno”. Quizás por
ello también, el presidente ha sido el principal apoyo internacional de
Netanyahu mientras este cometía —y sigue cometiendo— el más pavoroso genocidio
del siglo XXI, habiendo asesinado ya en menos de un año a más de 20.000 niños y
niñas. Por mucho que los escribas de la progresía intenten cantar loas
a su ‘legado’, las manos de Joe Biden están manchadas de sangre y lo
que pasará a la historia respecto de uno de los principales halcones de la
guerra de las últimas décadas en el país más violento del mundo será el apodo
que le pusieron los universitarios movilizados: ‘Genocide Joe’.
Aunque estamos prácticamente seguros de que lo que vendrá será todavía peor, es
nuestra obligación despedirle con un “hasta nunca”.
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