LAS BABYS, LAS POTRAS Y EL PRECIO
DE SER MUJER
DIANA LÓPEZ
VARELA
Actuación de Aitana durante la
celebración de
la Eurocopa.- AFP7 / Europa Press
Hace unos días, fui al concierto de Aitana al festival Portamérica en Pontevedra y me planté allí entre un público de lo más variado sin tener ni idea de lo que iba a ver, básicamente, porque quería vivir con mi sobrina adolescente su primera experiencia en directo como fan de alguien. Tengo la teoría de que ser fanática de un artista por primera vez es algo parecido a vivir un primer amor, en ambos casos te entregas a la causa con la pasión única que te brinda la excitación de lo novedoso. Perdí de vista a la niña y a su madre en cuanto la multitud se apelotonó hacia el escenario, y yo me escapé a una zona tranquila y lejana en donde poder ver y escuchar sin perder la dignidad. Lo que más me sorprendió del concierto fue ver cómo a Aitana la vitoreaban por igual niñas de cinco años, chicas adolescentes al borde del desmayo, jóvenes testosterónicos que resoplaban cada vez que la artista mencionaba la palabra "beso" y abuelos ojipláticos sosteniendo teléfonos móviles con el zoom a tope. No hay mayor verdad que la de que cada uno ve, lo que quiere ver.
Supongo
que el hecho de que yo no logre conectar totalmente con la música de Aitana
tiene mucho más que ver con la diferencia generacional (Aitana no canta para
las -casi- cuarentonas) que con esa hipersexualización de las
artistas pop que ahora me chirría demasiado, pero que viene siendo la
tónica general desde que yo tenía la edad de mi sobrina. Sobre la
cuestión de cómo se responsabiliza de todas las perversiones posibles en la
infancia y adolescencia a las mujeres artistas que hacen gala de su
"capital erótico" (o que se muestran directamente sexuales en su
puesta en escena) reflexioné a raíz del documental de las Spice Girls (Spice
Girls: El Precio del Éxito). Es imposible no sentirse profundamente turbada
al comprobar que cuando desde los medios se insiste en poner el foco sobre el
cuerpo de las mujeres y su sexualidad, se están invisibilizando también
todos los méritos y el trabajo que las colocaron en los circuitos de la
notoriedad, a la vez que se niegan el millón de techos de cristal que han
tenido que romper. Aitana acaba de cumplir 25 años, revienta las listas de
éxitos musicales desde que tiene 18, ha recibido un sinfín de premios a lo
largo de su trayectoria, llena festivales por toda España y ha agotado las
entradas para llenar el Bernabéu en una hora y media. Si Aitana fuese un
futbolista, correrían ríos de tinta hablando de su talento y del sacrificio
que le ha supuesto a ella y a su familia llegar hasta ahí, pero está claro que
en el pecado llevamos la penitencia.
Aitana
estuvo también con la Selección en la celebración de Cibeles y tuvo que aclarar
en sus redes sociales -para sorpresa de nadie- que esta actuación la hizo
completamente gratis, como si cobrar por su trabajo,
exactamente igual que hacen los futbolistas, fuese un delito inadmisible entre
tanto jolgorio patrio. Hay cosas que no cambian ni aunque pase un milenio,
porque el paralelismo con lo que vivieron las Spice Girls en los años 90 es,
de nuevo, inevitable: una de las críticas más despiadadas que recibieron
las británicas en su meteórica, exitosísima y efímera carrera, fue precisamente
enriquecerse demasiado (esa, y ser unas "inútiles" dirigidas
por algún hombre con mucho talento). Cuando Aitana aún ni había nacido, Geri ya
respondía socarrona a los reporteros que le preguntaban si no se sentía mal por
ganar tantísimos millones.
En
la celebración de Selección también estaba Isabel Aaiún, la cantante
segoviana autora de Potra Salvaje, el reconvertido himno de una
selección que quizá nos demuestre que las nuevas generaciones de hombres
jóvenes puedan disfrutar de un fútbol menos machirulo y más diverso. No
negaré que el hecho de que una pandilla de chavales se motive y se venga arriba
con una canción escrita para empoderar a las mujeres supone un cambio que yo no
habría podido prever, como tampoco podía prever que varias artistas femeninas
fuesen las encargadas de poner la música en la celebración de La Roja. Y eso me
une a los jugadores tanto como sus goles de los que también disfruté. Pero
mientras celebramos éxitos y ganancias de los futbolistas, seguiremos
reclamando que nuestras deportistas reciban la misma atención mediática y el
mismo reconocimiento social que ellos (la delegación de Gimnasia en París
será la mayor desde Barcelona 92 y prometen traer medallas) y celebraremos que Marta
de la Haza se convierta en la primera mujer árbitra del fútbol masculino profesional
en España a sus 34 años: habrá que ver cómo la tratan los
aficionados en el terreno de juego.
No
negaré que sí hubo varios momentos de conexión en el concierto de Aitana: por
ejemplo, cuando cantó las Babys y el grupo de bailarines ejecutó la
misma coreografía que acompañaba el Saradenai (Saturday Night), el
icónico temazo de los años 90 que todos y todas los niños de la época
interpretamos en la función de fin de curso, poco antes de la llegada del
Wannabe. O cuando interpretó la canción de Akureiry, que habla de los cuidados
dentro la pareja, y una lagrimilla se me resbaló por la mejilla. La canción de
Isabel Aaiún, la Potra Salvaje, sí que me atravesó totalmente (la
cantante y yo somos de la quinta) y quizá haya sido esta una de las pocas
melodías que ha conseguido levantarme el ánimo en los últimos tiempos en
los que enfermedad ha llegado a mi vida con más insistencia y menos compasión
de lo que me gustaría. Estos días en los que me siento tan encerrada en mi
propio padecimiento y tan confundida ante las decisiones que tengo que tomar
relativas a mi salud, pienso en las ganas que tengo de convertirme en una potra
salvaje que en el oleaje no pierde el sentido, sin riendas ni herrajes y de
viaje a lo desconocido.
Y
hablando de éxitos, dinero y enfermedades, España ya es el tercer país de la Unión Europea que más
gasta en sanidad privada, mientras vemos cómo se desmorona
la sanidad pública ante nuestros ojos y acumulamos semanas y meses de espera
para una prueba o una simple cita en la Seguridad Social. Las mujeres somos
también grandes usuarias de la sanidad privada, pues muchas enfermedades que
tienen que ver con nuestra salud sexual y reproductiva acumulan grandes
retrasos diagnósticos (desde la endometriosis al liquen escleroso, pasando por
el cáncer de mama). Otro icono de los 90, la actriz americana Shannen Doherty, acaba de fallecer
completamente arruinada debido a los inasumibles costos de sus tratamientos
contra el cáncer de mama metastásico que padecía. No sé si el dinero y el éxito
darán la felicidad a las mujeres, pero yo pienso celebrar a todas las mujeres
que triunfan a pesar del incesante cuestionamiento que reciben y que hacen gala
de su independencia económica, porque esa es una de las mejores enseñanzas para
mantenernos más sanas y libres, dentro y fuera de los escenarios.
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