VOX Y PP, ENTRE EL AMOR Y
EL DISPARATE
A. Pérez Meca / Europa Press
Los
que me leéis a veces (que espero no seáis muchos, por vuestra salud mental)
sabéis de mi gusto por el disparate. Analizar las cosas desde una racionalidad
consecuente es cansadísimo y además requiere muchas lecturas, y no todo el
mundo desea ser Immanuel Kant. Qué aburrimiento levantarse todos los días a la
misma hora y ponerse a pensar sórdidamente. No se lo aconsejo a nadie.
El disparate –no confundir con el dispárate- es imprescindible para esculcar la condición humana. Los periódicos lo entendimos desde el principio de los tiempos. Hay que informar, pero también hay que aliñar con disparates esa información. Por eso siempre la noticia va acompañada de opinión, de columnismo y de odas al disparate.
Sin
odas al disparate (o al dispárate) sería imposible entender la ruptura de Vox
con el PP que alegra este floreciente julio. Las parejas suelen separarse a
finales de verano, no al principio. No hay nada más divorciador que pasar
tiempo de ocio junto a la persona amada. Por eso yo creo que PP y Vox se han
dado un verano. Tú a Moscú y yo a Nueva York. Luego ya veremos, corazón mío.
Lisérgicos
pensamientos me llevan a intuir que no es casualidad que Vox y PP rompan, con
la excusa de los niños migrantes, en la misma semana en que los de Santiago
Abascal se lían, europeísticamente hablando, con el húngaro Viktor Orban. Lo
que le faltaba a Feijóo es que Isabel Díaz Ayuso pudiera insinuar que hay un
gallego pro-ruso.
Para
desgracia de Europa, el fascista perseguidor de periodistas, migrantes y
maricones Viktor Orban es el presidente de turno del Consejo Europeo. Y anda
reuniéndose amigablemente y por su cuenta y riesgo con Vladimir Putin y el
chino Xi Jinping. Según la OTAN, los dos Darth Vader del nuevo Eje del Mal.
Como os habréis percatado, los ejes del mal cambian mucho de sitio.
El
facherío suele regodearse de las divisiones de la izquierda. La izquierda no
acostumbra a alegrarse de las divisiones de la fascistería, porque sabemos que
son divorcios de conveniencia.
Aun
no están podridas las cabezas de Pablo Casado y Albert Rivera en sus picas y
solo hablamos de división de la izquierda. La derecha guillotina pero no
divide, paradoja anatómica difícil de explicar
Como
ha convertido el discurso político en una disciplina parvularia, ahora Alberto
Núñez Feijóo no va a saber explicar a sus electores cómo puede mantener sus
gobiernos municipales con unos señores que se alían con Orban/Putin. Y, sin
Vox, gran parte del poder territorial de Feijóo se desmorona. A Pedro Sánchez
no solo le salen bien sus osadías, sino que también le salen bien las osadías
de los demás. Siendo para colmo un hombre tan guapo, no me extraña que se le
tenga tanta rabia.
Vox
tuvo como primer objetivo radicalizar al PP, y lo consiguió sin gran esfuerzo.
Ahora su objetivo es ridiculizar al PP, y también lo está logrando sin madrugar
mucho. La España que madruga no tiene necesidad de despertarse temprano. Ya hay
quien amanece por ella. Antes se les llamaba lacayos.
Yo,
cuando sea más joven y más guapo, quiero ser como Pedro Sánchez, que se lo dan
todo hecho. Primero su propio partido, echándolo de malas maneras, le puso en
bandeja la heroica secretaría general; después Podemos le negoció los apoyos
para una moción de censura que lo convirtió en presidente; más tarde Sumar
destruyó a Podemos para que no tuviera que sufrir a nadie a su izquierda; y
ahora Vox se va con Putin y deja a Feijóo con las pupilas más dilatadas que
cuando navegaba con Marcial Dorado. No escribo disparates. Los disparates me escriben
a mí.
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