CARVAJAL RIMA CON
ABASCAL
Daniel Carvajal durante la
celebración de la selección
española en Madrid.- Europa Press
Dicen que no hay que mezclar el fútbol con la política, pero yo me pregunto si la gente que lo dice no se ha enterado del funcionamiento del palco del Bernabéu, por ejemplo: los negocios que se apañan allí, los apretones de manos, los contratos bajo cuerda. La verdad es que los peces gordos podrían perpetrar sus tratos en una sauna o en un subterráneo, pero entonces la cosa no tendría tanta gracia. Lo divertido es perpetrarlos ante las cámaras, bajo los focos o a pleno sol, sin cortarse un pelo. Se ve que el aire libre, el césped y los patadones los animan mucho, aunque el espectáculo de los veintitantos hombretones corriendo tras una pelota por el campo (contando árbitros y jueces de línea) no sea más que una distracción, igual que las chicas despampanantes del Bada Bing no son más que una tapadera para los negocios de la familia Soprano.
En
1981, John Huston estrenó una película, Evasión o victoria,
en la que, durante la Segunda Guerra Mundial, un equipo de famélicos
prisioneros aliados sacados de diversos campos de concentración derrota a la
todopoderosa escuadra alemana en un estadio de París. Aunque la historia
parezca inverosímil, la realidad fue mucho más cruda, ya que el verdadero
partido de fútbol tuvo lugar entre una selección alemana y el FC Start, un
combinado ucraniano formado básicamente por ex jugadores del Dinamo de Kiev,
quienes, después de golear y humillar a los nazis, fueron torturados y
ejecutados. Un crítico malévolo dijo que en la película de Huston había grandes
actores que no sabían jugar al fútbol (Michael Caine), grandes
futbolistas que no sabían actuar (Pelé) y luego estaba Sylvester
Stallone.
El
último episodio de esta dialéctica entre fútbol y política lo ha protagonizado Dani
Carvajal, capitán de la selección española, quien hace apenas dos semanas
criticaba la decisión de Kylian Mbappé por intentar influir en las
elecciones francesas movilizando el voto contra la ultraderecha. Carvajal
aseguró que, como jugador, él prefiere mantenerse al margen de su ideología
política, aunque con lo del margen debe referirse a que la ultraderecha se le
queda un poco a la izquierda. Es simpatizante de Alvise y de Desokupa, invitó a
Abascal al palco de Bernabéu, defendió a Rubiales en lugar de apoyar a Jenni
Hermoso, hay unas cuantas fotos suyas con una bufanda neonazi de los Ultrasur y
otra muy reciente junto a Vito Quiles.
Vito
Quiles, por cierto, inició una especie de
escisión rojigualda del Ku-Klux-Klan al compartir en su cuenta de Twitter una
imagen de Lamine Yamal y Nico Williams, los dos delanteros negros de la
selección española, con este comentario de órdago: "¿Pero qué selección
española es ésta? Parece una broma de mal gusto". La xenofobia destapada
por este ventrílocuo periodístico eclosionó en una serie de paráfrasis en la
que otros patriotas epidérmicos aseguraban que preferían que España perdiera
con un equipo de blancos a que ganara con un equipo con negros.
Afortunadamente, sus deseos no han sido escuchados. La semana pasada empezó con
el batacazo de Le Penn en Francia, siguió con el harakiri policial
de Nacho Cano y concluyó con la victoria de la mestiza selección española. Una
semana de mierda para ser facha.
Puesto
que ya no vestía la camiseta roja (también es mala suerte), Carvajal se dio el
gustazo de hacerle la cobra a Pedro Sánchez durante un acto en La Moncloa. En
realidad, lo que hizo fue rehuir la mirada del presidente y alargarle una mano
fofa, una mano al margen, un simple gesto de mala educación en el que se
retrató él solo en lugar de retratar a Sánchez. Para niquelar el autorretrato,
Carvajal apareció en la fiesta de la celebración en Cibeles a pecho
descubierto, con la bandera española en plan falda escocesa y vociferando como
un loco. He leído por ahí que ya podría parecerse España a su selección de
fútbol, pero quizá el problema sea que se parece demasiado: hay hijos de
inmigrantes, hay negros, hay catalanes, hay vascos y también hay más de un
facha fuera del armario. En cuanto a Vito Quiles, digamos que no sabe actuar,
no sabe jugar al fútbol, no tiene la menor idea de periodismo y tampoco es
Sylvester Stallone.
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