LA PELIGROSA INDIGENCIA INTELECTUAL DE
LA PROGRESÍA MEDIÁTICA
DIARIO RED
Si el NFP y el pueblo
francés no hubiesen hecho lo contrario de lo que los medios supuestamente
progresistas les estaban diciendo, en estos momentos probablemente habría un
primer ministro nazifascista en París
Este domingo conocíamos la victoria del Nuevo Frente Popular en Francia, una amplia coalición electoral entre partidos progresistas, verdes y de izquierdas liderada ideológica, programática y numéricamente por La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon. Los análisis políticos sobre las causas y las consecuencias del resultado, así como sobre los diferentes escenarios de gobernabilidad que se abren a partir de ahora en el país vecino, han sido numerosos y lo seguirán siendo como mínimo hasta que se nombre un nuevo primer ministro en Matignon. Lo que es mucho menos habitual es que se publiquen análisis mediáticos sobre el fenómeno —algo fundamental si se quiere dibujar el escenario completo— y eso es lo que queremos hacer aquí hoy, como especialidad de la casa.
Por un lado y baste este elemento para
establecer la importancia definitiva de tener en cuenta el papel de los medios
como actores políticos para explicar lo que ocurre en las democracias
modernas, sería absolutamente imposible entender el crecimiento
electoral de la extrema derecha de Marine Le Pen sin mencionar al
multimillonario Vincent Bolloré, quien compró iTele cuando aún era una
televisión —digamos— progresista para convertirla en CNews, la homóloga
francesa de Fox News. Sin el arduo trabajo de los medios de Bolloré para
normalizar las ideas racistas, ultraconservadoras y autoritarias de la extrema
derecha no se puede explicar el avance de los ejércitos lepenistas en la guerra
cultural e ideológica, que, como todo el mundo sabe, es previa a la batalla
electoral. La derecha y la ultraderecha tienen perfectamente claro el papel
político de los medios de comunicación y los utilizan sin escrúpulos y con
total claridad para conseguir sus fines.
Sin embargo, no parece que ocurra lo mismo
en el ámbito de la progresía. En el ecosistema mediático de este lado del
parteaguas, uno muchas veces no sabe si reina la confusión, si hay demasiada
gente infiltrada trabajando para el adversario, si realmente no existe la
progresía mediática y lo que realmente entendemos como tal no son otra cosa que
empresas con dueños de derechas trabajando para la derecha de una forma más
oblicua y sutil o si —como muchas veces ocurre en la vida— no tenemos
que buscar explicaciones más complejas cuando la incompetencia es capaz de
explicar lo que tenemos delante.
El lector o lectora pueda quizás pensar
que acaba de leer unas palabras demasiado contundentes, pero los hechos son
tozudos. Tanto en España como en Francia, como en todos los países del mundo,
la inmensa mayoría de la progresía mediática no para de defender, elección tras
elección, una hipótesis que prácticamente nunca se verifica como cierta.
A saber, que la forma de evitar que la extrema derecha nazifascista
siga avanzando posiciones pasa por apostar por partidos y por candidatos de
extremo centro moderado. De esta manera, gastan cantidades ingentes de
energía y de dinero en apoyar, proteger y propulsar a partidos socioliberales
como el PSOE o incluso a opciones neoliberales supuestamente no extremas como
la que representa Macron. Esta actividad discursiva la complementan, a su vez,
y a veces quizás con mayor intensidad todavía, con la incesante promoción de
los candidatos y figuras más centristas en la interna de los partidos de
izquierdas así como la difamación y el intento de defenestración de aquellos
partidos y líderes de izquierdas que se resisten a tener nada que ver con el
centro político. Esto, a priori, parece lógico. Al fin y al cabo, lo que uno
esperaría de la progresía mediática es la defensa de los suyos en la arena
parlamentaria; es decir la defensa de la progresía política. Lo que ocurre es
que, al mismo tiempo, uno tiende a pensar que la progresía mediática
está aterrorizada ante el avance electoral de la extrema derecha. De hecho,
así lo expresan explícitamente varias veces todos los días. La contradicción radica
en que ese objetivo no se puede conseguir mediante la promoción de candidatos y
proyectos políticos de centro. Por su propia naturaleza, este tipo de actores
políticos —y sus brazos mediáticos también—, precisamente para intentar ocupar
ese supuesto y fantasmagórico centro, acostumbran a ceder continuamente
posiciones ideológicas en la batalla cultural con la derecha y —como ya hemos
señalado— esa derrota ideológica siempre precede a la derrota electoral. De
esta manera, el hecho de que Macron haya comprado buena parte del discurso
xenófobo y securitario de Le Pen es una de las causas principales detrás del
aumento de votos de los ultras en Francia (ya se sabe: para qué votar a
la copia si puedo votar al original). De la misma forma, en España, la renuncia
ideológica por parte de Sánchez al feminismo combativo —"tengo amigos de
40 o 50 años que se sienten incómodos con el discurso del ministerio"—
(por citar tan solo uno de los muchos ejemplos en los que el PSOE ha concedido
la victoria ideológica a la derecha) es evidente que ha servido para propulsar
las perspectivas electorales del bloque reaccionario, quedándose el pasado 23J
a las puertas del Consejo de Ministros.
El hecho de que Macron haya comprado buena
parte del discurso xenófobo y securitario de Le Pen es una de las causas
principales detrás del aumento de votos de los ultras en Francia
En Francia, no ha sido Macron el que ha
evitado que un primer ministro ultraderechista acceda al poder. El
proyecto político que ha conseguido pararlos ha sido no solamente la izquierda
sino, además, una izquierda liderada por su sector más radical y más ruidoso
—en el mejor sentido de ambas palabras—. Sin embargo, y aunque es evidente
que ha sido La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon la que ha evitado la catástrofe,
no solamente la progresía mediática francesa ha desatado una violenta campaña
contra él sino que también lo ha hecho la progresía mediática española, con El
País como punta de lanza, atacando mucho más en sus páginas a Mélenchon que a
Le Pen, pero también con ese sector de periodistas afines a Sumar que hemos
denominado 'la banda del napalm' (por su insistencia en arrojar este agente
incendiario sobre Podemos) pidiendo la sustitución de Mélenchon por ser un
agente —según ellos— polarizador, ruidoso y, en definitiva, un error
táctico. Si el Nuevo Frente Popular y el pueblo francés no hubiesen
hecho completamente lo contrario de lo que los medios supuestamente
progresistas les estaban diciendo que tenían que hacer, en estos momentos
probablemente habría un primer ministro nazifascista en París. Esto es
evidente a la luz de lo ocurrido y como, sinceramente, pensamos que no está en
la voluntad de la progresía mediática el llevar a la extrema derecha al poder,
la única manera de explicar su operativa es asumir una grave incapacidad
analítica por su parte.
De hecho, y ahora que ya se han conocido
los resultados, ahora que ya se sabe que el Nuevo Frente Popular ha ganado las
elecciones y que La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon es el partido más
importante en ese bloque, la Cadena SER y La Sexta —quizás los dos arietes más
poderosos de la progresía mediática junto con El País— han redoblado sus
ataques contra el líder de la fuerza más votada, colocándole todo tipo de
atributos difamatorios y pidiendo exactamente lo mismo que pide la prensa de
derechas y de extrema derecha en España: que La France Insoumise se eche a un
lado y permita una mayoría de gobierno entre el partido de Macron y los
sectores más de centro del Nuevo Frente Popular, como el Partido Socialista o
los Verdes. Romper la candidatura ganadora y vetar a su pieza
fundamental.
En lugar de pedir perdón, los mismos
operadores mediáticos que intentaron que el PSOE formara un gobierno de
derechas con Ciudadanos, que apoyaron a la vieja guardia socialista en su
intento de asesinato a Pedro Sánchez cuando parecía que podía empezar a
explorar otra posibilidad, que intentaron evitar en 2019 que Podemos entrara en
el gobierno y que en los últimos días aplauden el acuerdo de Gran Coalición
entre el PP y el PSOE para reformar el Poder Judicial dedican ahora
toda su fuerza para intentar levantar un cordón sanitario no a la extrema
derecha francesa sino a la izquierda que la venció en las urnas. Como es
obvio que esto es exactamente la receta para que Le Pen gane las próximas
elecciones presidenciales en Francia y como preferimos no asumir maldad en el
diseño táctico-estratégico de la progresía mediática española, no nos queda más
remedio que aceptar —con vergüenza ajena— su indigencia intelectual.
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