JUECES CONTRA EL PERIODISMO
DIARIO
RED
Lo que tienen que tener claro todos los profesionales de la comunicación en España es que lo de Carlos Sosa y lo de Diario Red es tan solo el principio. Siempre, siempre, el poema de Niemölle
Ya hemos comentado en diferentes editoriales el proceso de degradación política que se está produciendo en nuestro país desde que las demandas de un cambio sistémico profundo que se expresaron en las calles y en las plazas el 11M de 2011 tomaran forma representativa poniendo fin al sistema bipartidista en las elecciones europeas de mayo de 2014. Las fuerzas de régimen que se desataron para detener el proceso democrático fueron brutales y tuvieron que cruzar líneas rojas que nunca antes se habían traspasado desde la así llamada ‘transición’. En particular, el régimen del 78 —el sistema político y social estabilizado a principios de los años 80 del siglo pasado— no tuvo más remedio que utilizar en la reacción diversos operadores sistémicos que, hasta entonces, habían conseguido aparecer como agentes imparciales en el entramado institucional.
Así, en los últimos años, se han ido incinerando
paulatinamente los ropajes de imparcialidad con los que se había vestido a la
monarquía, a los medios de comunicación o a los jueces. A fuerza de empuñar
cada una de estas columnas del régimen para intentar destruir a las diferentes
expresiones sociales y parlamentarias del levantamiento democrático del pueblo
español, han tenido que significarlas políticamente de una forma cada vez más
obvia en una suerte de proceso de quema de naves.
Hace unos
días y con motivo de las últimas maniobras del juez Peinado, afirmábamos que el
desprestigio generalizado de la judicatura es ya tan profundo que lo que antes
funcionaba —la destrucción reputacional y el asesinato civil mediante el
pronunciamiento de determinados magistrados con forma de lawfare— está empezando a convertirse en
pólvora mojada, toda vez que buena parte de la ciudadanía
ya duda sistemáticamente de las motivaciones de los togados. A lo largo de esta
semana, hemos podido contemplar un nuevo elemento que es consecuencia de este
proceso de degradación: la agresión por parte de dos jueces al oficio
periodístico.
Salvando
las distancias, ya que uno de los ataques está mucho más avanzado y el otro es
apenas incipiente, en estos días hemos podido ver, primero, cómo la Audiencia
Provincial de Madrid avalaba el criterio de la jueza de Instrucción 27, que
tramitó una querella interpuesta por el exjuez presidiario Salvador Alba y su
pareja contra el periodista y director de Canarias Ahora, Carlos Sosa,
precisamente por haber publicado las informaciones veraces que condujeron a la
condena del corrupto juez Alba por haber fabricado pruebas falsas contra la
magistrada Victoria Rosell al decidir la jueza presentarse a las elecciones en
la lista de Podemos. Como si de un mafioso se tratara, el juez delincuente ha
pedido desde su celda 23 años de prisión para el periodista, y sus colegas de la Audiencia
Provincial le están echando una mano.
Como si de un mafioso se
tratara, el juez delincuente ha pedido desde su celda 23 años de prisión para
el periodista, y sus colegas de la Audiencia Provincial le están echando una
mano
En una
etapa mucho más inicial y con una dimensión todavía significativamente menor,
sabíamos también estos días que el juez Joaquín Aguirre —el titular del juzgado
de instrucción número 1 de Barcelona, que instruye la causa de la así llamada
‘trama rusa’ del Procés— filtraba a los medios de
comunicación que había interpuesto una denuncia a la policía contra este medio,
contra Diario Red, por haber publicado dos audios en los
que se escucha al juez jactándose de haber tumbado la Ley de Amnistía y de
estar trabajando para hacer caer al Gobierno. Aunque, en el momento de la
publicación, el juez no hizo nada, después de que la defensa de Carles
Puigdemont haya pedido —como es lógico— su recusación, parece que Aguirre ha
decidido mover ficha. Aunque Diario Red no ha recibido ningún tipo de
notificación formal y el contenido de la denuncia no se conoce, el juez
ha querido trasladar a la opinión pública una falsedad para defenderse: a
saber, que los audios estarían manipulados.
Sin ser
capaces todavía de anticipar en qué van a acabar los dos casos que referimos,
sí parece que estamos ante una nueva fase en la degradación de la judicatura española.
Como consecuencia de su pérdida de prestigio público, ya habíamos empezado a
ver a determinados jueces haciendo algo inédito: dar declaraciones a
los medios de comunicación (el canutazo de García Castellón o
las entrevistas en la televisión alemana del propio Aguirre). Cuando uno se
convierte en un operador político a cara descubierta, le conviene en
determinados momentos ejercer también su capacidad mediática. Al mismo tiempo y
también debido al abandono de la clandestinidad, lo lógico es que, si un juez
deja de dedicarse a la tarea de impartir justicia y se mete en política,
entonces, los medios de comunicación empiecen a informar sobre sus maniobras.
Esto es lo que hizo Carlos Sosa con el juez Salvador Alba y esto es lo que ha
hecho Diario Red con el juez Joaquín Aguirre. Así y en un eslabón más
de la cadena de causas y consecuencias, lo que hemos visto en esta semana es a
dos jueces utilizando su poder para agredir al periodismo que destapa sus
vergüenzas.
Curiosamente,
esto se produce en un país en el que, hasta ahora, la inmensa mayoría de los
medios de comunicación no habían actuado como contrapoderes ante los desvíos del
Poder Judicial sino como colaboradores. Según el conocido esquema
del lawfare, los magistrados corruptos se dedican a arrojar sombras de duda
sobre la honorabilidad de los adversarios políticos del régimen y, entonces, un
ejército de periodistas y de tertulianos recogen esas sombras y las utilizan
para la difamación, la destrucción reputacional y la adulteración de los
procesos políticos y electorales disparando mañana, tarde y noche desde los
cañones mediáticos más potentes del país. Ahora que se abre una nueva fase en
la relación entre los jueces y los periodistas, quizás aquellos profesionales
de la prensa que nunca han dicho una palabra más alta que la otra o que, de
hecho, han colaborado directamente con el lawfare piensen que los jueces
reaccionarios no van a ir contra ellos. Pero ese pensamiento es peligroso y muy
probablemente falso. Este tipo de procesos autoritarios contra la
democracia se sabe cómo empiezan pero no se sabe cómo acaban. Y, si no, que
se lo digan al PSOE, que se imaginaba a salvo del lawfare por su condición de
partido sistémico del régimen —y de hecho por haberlo utilizado ellos mismos
para desgastar a Podemos— y ahora están comprobando estupefactos como el juez
Peinado les aplica a ellos la misma medicina. Ahora que los jueces están
empezando a ir contra el periodismo, lo que tienen que tener claro
todos los profesionales de la comunicación en España es que lo de Carlos Sosa y
lo de Diario Red es tan solo el principio. Siempre, siempre, el poema de Niemöller.
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