lunes, 15 de julio de 2024

UN GAL SIN MUERTOS

 

UN GAL SIN MUERTOS

JUAN CARLOS MONEDERO

 

Monedero, Bescansa, Iglesias y Errejón, en 2014. JAIRO VARGAS

España se acostó franquista pero no se levantó democrática. Se acostó con demócratas en las calles y con franquistas en las instituciones y se levantó con demócratas desmovilizados por los Pactos de la Moncloa y con franquistas en las instituciones. España se acostó enamorada del amor, pero sin pareja. Se acostó fusilando a los últimos cinco asesinados del franquismo y se levantó para asesinar durante la Transición a más de doscientas personas que seguían protestando en las calles o que, simplemente, no hacían nada, pero algún fascista, con o sin uniforme, lo vio de otra manera.

España se acostó franquista y se levantó con casi todos los franquistas reubicados en el congreso y en el senado, ocupando cargos y dirigiendo empresas públicas, copando la diplomacia y gestionando la economía. El rey siguió siendo rey, los jueces del Tribunal de Orden Público se reconvirtieron en 24 horas -literal- en jueces de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo, y los policías torturadores, transustanciados por ley alquímica en policías de la Transición, cambiarían el gris de sus uniformes por otros menos significados llenos de medallas. Sin esa Transición, con tanta amnistía a criminales, es imposible que una persona que veraneaba con un narco condenado pudiera ser el presidente del Partido Popular o que una hermana, hija y novia de sinvergüenzas pudiera ser la presidenta de la Comunidad de Madrid.

En España se asesinó a civiles en decisiones extrajudiciales, pensando que ese ojo por ojo, diente por diente, iba a acabar con ETA. Estaba operando el residuo franquista de la sociedad española, ese que aún no nos hemos quitado. Lo mismo que cuando se pensó que se podía solventar el reto independentista inventando pruebas falsas contra ellos o sacando de los toriles a jueces embestidores dispuestos a cornear fuera del Estado de derecho a los enemigos de España. No aprendemos. Aimé Cesaire, un político negro de Martinica que perteneció al Partido Comunista de Francia (luego desarrolló su propia formación), nos enseñó en Sobre el colonialismo (1950) que todo lo que los alemanes hicieron en Namibia, con el argumento de que los herores y los nama eran seres inferiores, luego lo aplicaron a otros alemanes trasladando el mismo razonamiento. Todos los atajos se pagan.

Lo que el PSOE y el PP (antes Alianza Popular, que se nos olvida que fue un ministro de Franco que firmó sentencias de muerte el fundador de ese partido) creyeron que podían hacer a los que amenazaban al régimen del 78 (principalmente ETA y el independentismo), luego terminaron aplicándolo a cualquier adversario, incluidos los de dentro. Porque esos modos son los que le cortaron la cabeza a Pablo Casado cuando denunció el comportamiento rapaz del hermano de Ayuso, son los que sancionaron por defraudar a Hacienda a Aznar o Margallo para que se estuvieran quietos, o los que publicaron el video de las cremas de Cifuentes. Son los mismos modos que le cortaron la cabeza a Pedro Sánchez y que luego él no ha sido capaz de desterrar. Porque son usos y costumbres de la democracia española. ¿Cómo no iban a estar dispuestos a masacrar a Podemos?

La investigación del juez Pedraz, por una denuncia de Podemos, ha sacado a la luz que bajo el gobierno de Rajoy se investigó ilegalmente a los diputados de Unidas Podemos (y doy fe de que también a los que no fuimos diputados ni asumimos cargos públicos). Si no encontraban nada, que era lo común, se lo inventaban (ofrecían a venezolanos corruptos tarjetas de residencia y favores penales si se inventaban facturas y pagos a Podemos). El gobierno del PP, con el silencio del PSOE, pusieron el aparato del Estado para perjudicar electoralmente a un partido que sacó 5 millones de votos (el PSOE había sacado 5,3 millones), a los que se habría sumado el millón que sacó Izquierda Unida. A partir de ese momento, funcionarios corruptos, policías y comisarios corruptos, jueces corruptos, políticos corruptos, empresarios corruptos y periodistas corruptos se pusieron manos a la obra para acabar con Unidas Podemos y, especialmente, con Podemos y sus líderes.

Seguro que no todos los policías que investigaron a ver qué encontraban lo hicieron siguiendo órdenes. Los sistemas funcionan porque también hay mucha gente que voluntariamente se salta las reglas para beneficiar a los poderosos sin que nadie se lo pida. Los chivatos, una maldición de cualquier régimen autoritario, proliferan como la mala hierba sin que nadie la siembre. A lo que hay que sumar esos policías y jueces que confunden su ideología con su trabajo, y prevarican o abusan utilizando herramientas depositadas en ellos por la ciudadanía para desplegar sus malas artes de derecha o extrema derecha. No te acuestas franquista y te despiertas demócrata.

El ataque extrajudicial a Unidas Podemos, luego a Podemos y también a quien desafiara los fundamentos del régimen del 78 es consustancial a ese mismo régimen. De hecho, no son muchos los casos de gente que siguiera siendo perseguida después de que la coalición se rompió o cuando Podemos sufrió sus varias escisiones. No se olvidaron de quienes desafiaban ese poder, especialmente si asumían o podían asumir posiciones institucionales relevantes (Mónica Oltra o Ada Colau o quien sonara para algún cargo relevante, por ejemplo la alcaldía de Madrid). A esa persecución que vivieron los morados con el juez Alba y sus amistades en el Supremo, con el juez García-Castellón, el juez Escalonilla o con la jueza que no veía problema en el asedio a la casa de Iglesias y Montero, se sumaron también los muchachos de Altsasua, que pagaron como terrorismo una pelea de bar, los sindicalistas de la Suiza, del SAT o de los piquetes informativos, víctimas de jueces a los que no les gusta el derecho de huelga, y también los antifascistas, los anarquistas o, incluso, raperos a los que se les trata diferente que a Jiménez Losantos o a los que asedian a la izquierda.

El ataque a Podemos y a Unidas Podemos ha sido un GAL sin muertos que, evidentemente, ha incidido en el resultado electoral. ¿Qué resultado electoral hubiera sacado Podemos sin el aparato del estado determinado a acabar con ellos? ¿Se hubiera roto la formación morada sin esa intervención? El entrometimiento judicial y mediático -lo que llamamos lawfare- siempre ha tenido lugar en momentos electorales o cuando se estaba formando el gobierno. Es decir, tenía voluntad golpista. Como en 1936, como el 23F, un nuevo golpe de Estado, en este caso blando, que ha subvertido el resultado de las urnas porque el partido más corrupto de la Unión Europea, el Partido Popular, no respetó la Constitución.

Que el PSOE quiera pactar constantemente con el PP no ayuda nada a la limpieza democrática en España. Ahí está el reparto de jueces en el Consejo General del Poder Judicial, donde el PP ha colocado a piezas que han participado de la cacería extrajudicial que ha sufrido Podemos. No debe ignorarse que es complicado que sea de otra manera. El PSOE ha sido, por excelencia, el partido de la Transición, y no puede sacarse del pantano con su caballo tirándose a sí mismo de los pelos. El PSOE es un partido del régimen y no puede encontrar pacíficamente el coraje para ir un poco más allá del modelo político que ayudó a restaurar.

Tiene razón Ione Belarra, la secretaria general de Podemos, cuando se niega a aceptar la invitación a dejar pasar "lo de los jueces" bajo el argumento de que lo que le interesa a la gente son "las cosas del comer". Porque si en España jueces corruptos y policías corruptos, jaleados por periodistas corruptos, persiguieron a Unidas Podemos y en especial a Podemos, fue para impedir que pelearan por las cosas de comer. Las élites siempre tienen miedo y aún más cuando nadie les ha enseñado a respetar las reglas de la democracia. Cuando no les sirvió Ciudadanos apoyaron a Vox. Y si no les funciona, veremos que crecerán las voces que justifiquen, otra vez, la suspensión de la democracia. Que es lo que hicieron localmente asediando a un partido, Podemos, que siempre ha respetado el juego democrático. Pero eso, y es terrible constatarlo, da lo mismo.

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