MÁS VALE ESPAÑA SIN
VOX
El líder deVox, Santiago Abascal,
conversa con el diputado de la formación Javier Ortega Smith durante un pleno
del Congreso. - EFE / Fernando Villar
El editorial de un periódico muy patriótico comentaba esta misma semana la posibilidad de que, entre los seis mil menas que llegaron a Canarias, alguno destacara por sus habilidades futbolísticas dentro de dos décadas y acabara regalándonos una alegría en una Eurocopa. No había una sola palabra sobre el hecho de que se trata de seres humanos, de niños huérfanos, de criaturas desvalidas, sino únicamente sobre su aprovechamiento cárnico, como si fuesen esclavos en un mercado al aire libre y los Florentinos del futuro acudiesen raudos a palparles los muslos y comprobar su potencial para marcar un gol. Por algo el periódico se llama El Español.
El
argumento parecía hecho a propósito para intentar convencer a los visigodos de
Vox de que aceptaran la decisión del PP de acoger a unos pocos centenares de
menas en cada Comunidad en la que comparten gobierno. No seáis tontos, hombre,
que a lo mejor estáis desperdiciando un futuro Balón de Oro. Haced como si no fueran
negros. Ni moros. Claro, no iban a convencerlos diciéndoles que en un futuro
próximo alguno de esos menas podía ser un premio Nobel de Medicina, un gran
astrofísico, una matemática genial o incluso otro Bertrand Ndongo, oveja negra
de Vox.
A
fin de cuentas, Abascal, Buxadé y algunos otros visigodos han ido celebrando los goles de Nico Williams y de Lamine Yamal en la
Eurocopa sin hacer mucho caso de esos ultras heavy metal que
consideran que la piel blanca es un requisito indispensable para vestir la
camiseta de la selección española. Sí, parece mentira que haya vida todavía más
a la derecha de Abascal, pero no se trata de vida inteligente, claro, y ahí
están Vito Quiles y otros homínidos por el estilo exhibiendo un racismo
decimonónico en pleno siglo XXI. De cualquier forma, el argumento futbolístico
no ha funcionado y al final los visigodos de Vox, ante esta reedición infantil
de la invasión musulmana de la Península, han cogido el cesto de las chufas y
han dinamitado los gobiernos que mantenían codo con codo con el PP.
No
ha habido manera. Para Abascal, los menas son delincuentes en pantalones cortos
y por lo tanto hay que colocarlos en el apartado de "robos, violaciones y
machetazos", una categoría donde, según él, no abundan los blancos ni los
españoles de pro. Sin embargo, esta misma semana la Policía Nacional le llevaba
la contraria al publicar la lista de los diez delincuentes más buscados de
España, un top ten criminal donde, por esas cosas de la vida, no sólo no
hay ni un negro, ni un moro, sino que encima la gran mayoría es de producción
nacional.
"Más
vale honra sin barcos que barcos sin honra", dijo Abascal después de ordenar a sus próceres que se
hicieran el harakiri, una frase que evoca la cita
atribuida al marino Casto Méndez Núñez. Han sido 347 chavales los que han
provocado esta ruptura histórica entre la derecha y la ultraderecha, una
alianza que en España se remonta a la Contrarreforma y quizá al Pleistoceno,
una aleación que parecía inmune al decoro, a la vergüenza y al sentido común.
La verdad, chavales, nunca os lo agradeceremos bastante. Sólo por eso ya merece
la pena que hayáis venido, no importa si luego no os hacéis bomberos o médicos
o no marcáis ningún gol.
Resulta
curioso que Feijóo, el moderado, haya sido capaz de
tragar de todo con tal de pillar cacho en ayuntamientos y autonomías, y que al
final el cordón sanitario contra Vox haya tenido que ponerlo Vox. Pero más vale
España sin Vox que cualquier otra cosa. En todo caso, el harakiri es
una cosa muy seria y más de un consejero en Extremadura y en Castilla y León se
niega a abandonar el cargo, sobre todo teniendo en cuenta la fuerza de percebe
con la que Abascal lleva décadas aferrado a un sillón. Particularmente, me da
mucha pena la dimisión de Juan García-Gallardo, porque a ver qué va a hacer
ahora el hombre. Juan se presentó en una reunión de moteros sin moto, pero con
casco, y en un Campeonato Mundial de Debate por Parejas sin pareja, pero con
él. Tampoco es que corra peligro de terminar con la frase final de Rufufú,
de Mario Monicelli, quizá la comedia más graciosa del séptimo arte:
"¡Cuidado, Pepe, que te van a hacer trabajar!"
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