EN EL CIRCO SIEMPRE HAY PAYASOS. Y EN ALGUNOS,
FIERAS PELIGROSAS
Historia de José María Izquierdo
En el circo siempre hay payasos. Y en
algunos, fieras peligrosas
Fuera caretas, que el mundo entero vea cómo trabajamos. Observen la última secuencia de esta obra teatral cutre y miserable. Acto primero: Vox pide al Juzgado que lleva el caso Begoña Gómez que se llame a declarar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; acto segundo: el juez prestidigitador, ahora escondo esta carta y luego me saco varios conejos de la chistera, porque sí, porque yo lo valgo, cumple los deseos de la formación de ultraderecha con obediencia legionaria y, acto final, Núñez Feijóo, todo moderación, ejemplo de centrismo y honestidad, pide la dimisión de Pedro Sánchez. ¡Qué burda esta sucia maniobra que lleva tiempo gestándose en los sotanillos de lo más profundo de la caverna política y mediática! ¡Qué repugnante circo, con payasos, fieras y equilibristas! Veremos, en cualquier caso, cómo acaba este jolgorio, que se supone que habrá recursos variados a la decisión del juez Peinado. Hoy andamos, todavía, un poco sonados por el estruendo.
Ya tienen ustedes todos los detalles,
ganas de que este Ojo se los repita. Pueden, también, leer los razonamientos
–es un decir– del ilustre juez Peinado, que tienen lo suyo. Incluso seguir las
palabras de Borja Sémper, el portavoz educadísimo del PP, ese ejemplo de
dignidad. El juego de estrategia que se diseñó en algún despacho de alto standing va
cumpliendo sus objetivos. Se trata de apretar el cuello con ambas manos hasta
el ahogo definitivo de la víctima elegida. Vamos, lo que sabe hacer cualquier
salvaje desde que el mundo es mundo. Por Dios, por la Patria y el Rey,
lucharemos todos juntos, todos juntos en unión, defendiendo la bandera de la
santa tradición. No soporta la derecha rancia y golpista que haya un gobierno
de izquierdas. Ni tan siquiera de esta izquierda, que tampoco es para echar
cohetes, escasa de ínfulas revolucionarias. Pero ni así. Lo hicieron con Felipe
González, con Rodríguez Zapatero y, ahora, con Sánchez. España es suya y
solamente suya, fuera rojos de nuestra vista.
Qué quieren que les diga. A la vista de
la guerra de aniquilación emprendida por este ejército bárbaro de suevos,
vándalos y alanos, ¿de verdad creen ustedes que el plan tan pomposamente
denominado de Regeneración Democrática que presentó Pedro Sánchez la
semana pasada en el Congreso servirá para frenar este bombardeo masivo, esta
lluvia de misiles, estas toneladas de basura? ¿Consideran que aquella educada
transposición europea, servirá de barrera ante esta avalancha promovida por los
políticos del PP o Vox, secundados de manera fervorosa por el Partido Judicial,
aquí nos tienen para lo que ustedes deseen, y esparcidos graciosamente al éter
por esos medios plagados de insultos carentes de cualquier límite moral y
multiplicados hasta el infinito por unas redes sociales enloquecidas, estúpidas
unas pocas y pagadas otras, las más influyentes? El plan de Sánchez, digámoslo
con todas sus letras, es soso, débil, tímido, medroso y, sobre todo, ridículo
ante el tsunami al que se enfrentan. ¿Limitar la publicidad institucional?
Bien. ¿Hacer públicos los nombres de los dueños de los medios? Por supuesto,
que algunas sorpresas nos llevaremos. ¿Nada de los jueces, por ejemplo? Mísera
gota en el océano, aquella cosa que nos contaban de pequeñitos de san Agustín,
la concha y el mar. Hay una escena extraordinaria en 'El maquinista de la
General'. Anda Buster Keaton enloquecido y desesperado, en una huida frenética,
echando paletadas de combustible a la máquina del tren, y su novia quiere
ayudarle dándole un palito un poco más grande que un mondadientes. Vean, si
pueden, la cara del gran Keaton.
Daba exactamente igual que ese plan
fuera pura inanidad, que la réplica de la derecha habría sido la misma que si
Sánchez hubiera anunciado que iba a meter en tenebrosas mazmorras a todos los
redactores del Abc, El Mundo, La Razón, El Confidencial, El
Debate, la Cope, Libertad Digital, The Objective,
Vozpópuli y OKdiario, por citar unos cuantos
amiguitos. Ellos están a otra cosa, al acoso y derribo, a la llave tramposa
para derribar al contrario. Y luego, si se deja, pisarlo. La reacción al plan
ya estaba escrita de antemano: leña al mono hasta que hable tagalo. Primero
fue, allí, in situ, el mismísimo Feijóo, histérico hasta la
indignidad, tan parecido a Abascal, seguido después por los editorialistas y
comentaristas habituales de esa prensa grosera que tanto queremos. ¿De qué
acoso, de qué censura, de qué atentado a la libertad de prensa hablan estos
desahogados, insultos a mansalva, ataques desaforados? ¿Quién les impide
escribir lo que escriben, acusar de lo que acusan, mentir como mienten? ¿Es
posible que estos canallitas aún tengan más libertad de la que ya tienen para
hacer y decir lo que les viene en gana? Estrujen la realidad a su gusto, pero
hágannos la gracia de no tener que pedirles perdón. ¿De qué o de quién se
consideran ustedes víctimas, lenguaraces?
Pareciera que hasta ayer mismo no eran
conscientes en La Moncloa de que estamos en una guerra sin prisioneros, a
bayoneta calada. Esperemos que la última maniobra del juez ya no admita ningún
género de dudas del alcance sideral de la conspiración. La persecución a Begoña
Gómez, orquestada por todos los sectores más retrógrados de la sociedad, jueces
de horca y cuchillo, abogados cristianísimos, falsos sindicalistas ya
condenados por delincuentes, pícaros investigadores y ahora, nuevos en la
troupe, los universitarios militantes de la extrema derecha apostólica y romana,
agazapados como estaban en sus cubiles académicos, es la gran demostración de
hasta dónde puede llegar la bajeza y la ruindad de unos y otros. Del moderado
Feijóo hasta el último plumilla a sueldo, amplia la gama de arcabuceros. Por
cierto, decíamos la semana pasada que la prueba del algodón del supuesto
centrismo del líder del PP vendría dada por su posición ante la Ley de
Extranjería. Ya lo hemos visto: no, no, y no. Abrazo indigno a las tesis más
xenófobas de Vox. Ya sabemos dónde está la extrema derecha.
Por eso asombra que tanto anuncio a
bombo y platillo de una nueva Carmina Burana como hizo el presidente del
Gobierno durante semanas, cuidado que voy, se quedara en una linda serenata, un
susurrante bolero de Los Panchos. Nunca han sabido responder en el asunto
Begoña. Nunca. Primero, ingenuos, creyeron que la oposición, Génova, por
señalar, no iba a entrar al trapo. Ja. Hasta el descabello. En el caso,
hartamente improbable, dadas las muchas e importantes cuestiones que les
ocupan, de que alguien en La Moncloa leyera en alguna ocasión esta humildísima
columna, ya sabrá que el Ojo, desde primera hora, insistió en que, desde el
atisbo primigenio de la cacería, la esposa del presidente tendría que haberse
defendido sola, con sus abogados, sin que el Gobierno metiera sus sucias manos
en la honra de la señora Gómez. Ella y sus letrados. ¿Acusación Globalia?
Declaración al instante. ¿Barrabés? Lo propio ¿No sé qué historia de un software?
Aquí tienen los papeles. Todo instantáneo, como el Nescafé. Contra la piedra,
primero el papel y luego la tijera. Me gustó mucho que Antonio Camacho saliera
el viernes pasado a explicar –el tipo se expresa como un demóstenes– qué había
pasado esa mañana en el juzgado. Encarar al enemigo, frente bien alta, ni se le
ocurra insultar mi honestidad.
Una cosa es la estrategia del silencio
que sigan Gómez y Camacho en terreno judicial, perfectamente legal y bien
explicada, como única salida defensiva ante ese ataque furibundo “con
ropaje judicial, pero argumentos políticos”, que ha dicho Manuel Chaves, que de
injusticias judiciales sabe muchísimo, todo un sabio está hecho en la materia,
y otra la batalla de la opinión pública. Mucho tacto, mucha cabeza y mucha
habilidad se necesitan para encauzar ahora esta contienda, cuando ya estamos a
punto de la guerra nuclear. Pero se puede hacer. Veo, gozoso, que ya han
empezado a moverse las aguas subterráneas y algunos medios están publicando los
papeles que desmontan las infamias. Pero más, mucho más, queremos resmas de
cuartillas, PDFs a mansalva, fotografías, documentos, etcétera, etcétera. Sin
que La Moncloa ni el Gobierno se ensucien las manos, por favor, a ver si a
estas alturas hay que enseñar el abecé de la comunicación política a tan altos
estrategas, que han sabido llevar a Sánchez a la presidencia del Gobierno y
aguantarle ahí, en el machito, ya va para seis años. Que si son tan listos, ya
sabrán cómo hay que hacer esta cosa tan sencillita. Esto es: romper el espinazo
al enemigo con la verdad. No con palabras altisonantes o compungidas, mejor con
hechos y documentos.
Y Biden, claro. O mejor decir Kamala
Harris. ¿Todavía hay tiempo de evitar que esa nube rubia, tan dañina, tan
insultante, tan descerebrada, se cierna sobre nosotros, pobres ciudadanos de la
otra parte del mundo, que bastante tenemos con nuestros propios fantoches?
Cualquier cosa, la verdad, que levante el ánimo de los demócratas, aguantando
la respiración ante un Biden en años bajos.
Adenda: El Tribunal Internacional de La Haya ha declarado ilegales los asentamientos de Israel en suelo
palestino. Las condenas mundiales contra aquel régimen son unánimes. Hoy es
esta Corte de Naciones Unidas que está formada por quince jueces, ahora
presidido por una jueza de Estados Unidos. El vicepresidente es un magistrado
ruso. Hay un eslovaco un francés, un marroquí, un indio, un chino, un alemán,
una australiana, etcétera. Pregunta tonta, que hace mucho calor. ¿Netanyahu va
a cesar su política genocida contra Gaza y, en general, contra el pueblo
palestino? Estados Unidos, por un grosero ejemplo, ¿va a dejar de apoyar hasta
la desvergüenza al régimen de Tel Aviv? Y ya puestos, ¿España va a seguir comprando
sus armas? Qué descaro, qué desgracia.
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