ÉTICA Y POÉTICA PERIODÍSTICA
Gina M Randazzo / Zuma Press / ContactoPhoto
Estamos en verano y toca mojarme, significarme, ya sea desde la poética, la
cultura, la militancia, el periodismo...
Siempre defendí la integridad de Podemos, de Pablo Iglesias, de Ione Belarra, de Irene Montero y la de las personas que intentan transformar la realidad en su conjunto. Pero no solo pude hacerlo por redes -ni en las paredes de un baño público X-, ni en los bares, sino en los foros donde creía y creo que hay que seguir haciéndolo. También pude y puedo seguir respaldando un proyecto en el que creo, en mi caso, desde un medio de comunicación modesto, que no oculta su ideología y que trabaja con rigor por mantener el derecho a una información veraz. -cosas de los derechos humanos, ay, esas cosas tan fundamentales-.
No sé si
muchas personas pueden decir lo mismo -diría que no, pero eso ya no es asunto
mío, bastante tienen con lo que tienen, en sus mochilas cargan con las piedras
que no se han atrevido a arrojar, metafóricamente hablando-. Yo me siento un
privilegiado, incluso muchas veces cargo con las contradicciones que pujan por
aniquilarme la existencia, con esos benditos problemas del primer mundo, pero
ser consecuente es lo que tiene, muchas veces no te deja dormir, pero te hace
levantar mejor.
Aunque
aparezcan grandes artículos de opinión y grandes editoriales -algo es algo,
quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi…- hablando del respaldo
al ex líder político, a su medio de comunicación, al partido- hablando de las cloacas y un largo etcétera de falsa dignidad que solo expresa falsa ideología,
falta de compañerismo (amistad) en el sentido más amplio de la palabra, el daño
ya es irreparable, pero no tenemos fuerzas para rendirnos, trabajamos en un andamio infinito y con el puño cerrado para no sucumbir
en el rencor, en “la rabia, coño, paciencia, paciencia...”.
En un poema
que creo que debería recitarse cada mañana en el Congreso de los Diputados,
Juan Gelman dice para siempre:
«con estos versos no harás la
Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la
Revolución» dice
se sienta a
la mesa y escribe
Ahora es
mucho más fácil, -como bien decimos en Argentina, con el diario del lunes;
cualquiera es Gardel, Maradona...- lo realmente complicado es hacerlo cuando
toca mojarse y significarse, ya sea desde la poética, la cultura, la
militancia, el periodismo. Toca hacerlo cuando los círculos más cercanos te
acusan de comunista de mierda, de rojo de mierda, de zurdo de mierda, de poeta
de mierda, de sudaca de mierda, de argentino y un sinfín de barbaridades que me
siguen asustando, pero ahí siguen, presentes en un desorden mundial cada vez
más “colonizado” por una extrema derecha y su internacional reaccionaria
hegemónica en manos de Milei, Ayuso, Musk, Trump y un etcétera que solo nos
supondría un scroll infinito...
Aun así,
celebro que algunas plumas que intentan colonizar la subjetividad de las
personas lo intenten, hay que seguir participando, -algo es algo-. quizá no sea
demasiado tarde, o quizá solo es una expresión de deseo. Yo sigo y seguiré
respaldando la integridad de un ex líder político, -no de un jefe-, de un
proyecto, de una persona que no solo sufrió un
acoso personal y sistemático como
ninguna otra en este país, sino que ha sido víctima de un sistema que se
corrompe día a día y se cae a pedazos, a nivel mundial y a todos los niveles.
Debajo de los escombros se esconde un jardín, las flores moradas nacerán de la
tristeza, de la muerte, pero será la belleza quien se imponga ante tanto
derrumbe, ante tanto desconsuelo y portadas.
Por eso, no
bastó con sacar a los sátrapas vestidos de uniforme del poder, con toda su
violencia descarnada, salvaje, brutal, bárbara. Lo más difícil sigue siendo
destronar esa otra dictadura de cuello, corbata y escaleta en el bolsillo. Esa
otra dictadura nauseabunda y sigilosa que sigue secuestrando, aniquilando,
asesinando todo sentido de justicia y de dignidad de nuestros pueblos, mientras
estafa sin descanso sus más sagrados bienes, entre estos el valor de la
honestidad, la decencia, el acceso a una información limpia, veraz, de saber lo
que está pasando.
Desde hace
tiempo se gestan las dictaduras mediáticas nacionales, regionales y mundiales
que ahora mismo aniquilan, sin control y sin pudor, la razón humana,
conduciéndonos a la vergonzosa era de la posverdad.
Gina M
Randazzo / Zuma Press / ContactoPhoto
Un desorden
mundial —decir orden sería absurdo— donde la tiranía se fundamenta en la
implantación adictiva y siniestra de la mentira, pese a los valores esenciales
del periodismo reconocidos hasta en el Código de ética periodística de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco).
El derecho del pueblo a una
información verídica: El pueblo
y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad
por medio de una información precisa y completa, y de expresarse libremente a
través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación.
La adhesión
del periodista a la realidad objetiva: La tarea primordial del periodista es la
de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión
honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su
contexto adecuado.
La
responsabilidad social del periodista: En el periodismo, la información se
comprende como un bien social, y no como un simple producto. Esto significa que
el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El
periodista es, por tanto, responsable no solo frente a los que dominan los
medios de comunicación, sino, en último énfasis, frente al gran público,
tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales.
La
integridad profesional del periodista: El papel social del periodista exige el
que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho
del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de
revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la
toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado.
El acceso y
participación del público: El carácter de la profesión exige, por otra parte,
que el periodista favorezca el acceso del público a la información y la participación
del público en los medios, lo cual incluye la obligación de la corrección o la
rectificación y el derecho de respuesta.
El respeto
de la vida privada y de la dignidad de las personas: El respeto del derecho de
las personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las
disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la
protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre
la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, hacen parte
integrante de las normas profesionales del periodista.
El respeto
del interés público: Por lo mismo, las normas profesionales del periodista
prescriben el respeto total de la comunidad nacional, de sus instituciones
democráticas y de la moral pública.
El respeto
de los valores universales y la diversidad de las culturas: El verdadero
periodista defiende los valores universales del humanismo, en particular la
paz, la democracia, los derechos del hombre, el progreso social y la liberación
nacional, y respetando el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada
cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar
sus sistemas político, social, económico o cultural.
El
periodista participa también activamente en las transformaciones sociales
orientadas hacia una mejora democrática de la sociedad y contribuye, por el
diálogo, a establecer un clima de confianza en las relaciones internacionales,
de forma que favorezca en todo la paz y la justicia, la distensión, el desarme
y el desarrollo nacional.
La
eliminación de la guerra y otras grandes plagas a las que la humanidad está
confrontada: El compromiso ético por los valores universales del humanismo
previene al periodista contra toda forma de apología o de incitación favorable
a las guerras de agresión y la carrera armamentística, especialmente con armas
nucleares, y a todas las otras formas de violencia, de odio o de
discriminación, especialmente el racismo.
Lo mismo
que lo anterior podríamos decir acerca de preceptos constitucionales que están
prácticamente recogidos en todos esos instrumentos superiores normativos en el
mundo, como la libertad de prensa, pensamiento y expresión, que derivan —como
los valores éticos— en las diferentes políticas nacionales de comunicación.
Pero lo
cierto es que pese a los postulados referidos se reconocen como valores y
principios universales, su plasmación en las políticas y su concreción en la
vida práctica de las naciones y de la humanidad pasa por interpretaciones
diversas, en correspondencia con las visiones y sistemas ideopolíticos
existentes y el lugar que se ocupa en la escala de poder nacional e
internacional.
De lo
contrario no tendríamos que estar hablando -desde hace tanto tiempo que se
pierde en la memoria- de la necesidad de un nuevo orden mundial de la
información, que en realidad no derivó en otra cosa que, en el nuevo desorden
mundial de la manipulación, que es lo que prevalece en este pandémico siglo
XXI.
Desafortunadamente,
la llamada sociedad de la información y sus cumbres mundiales no arrojan
tampoco los equilibrios y la sensatez necesarios en medio de este caos
manipulador mundial, sino más bien lo acentúan. Esa es la razón que provoca que
las organizaciones de la sociedad civil estén enfrentadas a la forma en que se está
configurando la mencionada sociedad.
Las
actividades y los presupuestos orientados al logro de las metas sociales fueron
insignificantes en comparación con los enormes cambios forjados por la
re-regulación y la privatización de la infraestructura en telecomunicaciones.
En América Latina, por mencionar una zona del mundo, todos los nodos de
comunicación pasan por Estados Unidos. En esta región más del 80 por ciento de
los contenidos de información y de cultura que se consumen provienen de
oligopolios que pueden contarse con los dedos de la mano.
Los países
más ricos y poderosos tienen su versión muy peculiar de esa sociedad global,
que no busca otra cosa que el predominio de sus intereses de dominación e
influencia planetarios en detrimento de los intereses soberanos de los pueblos
y sus derechos básicos a una vida digna. No son pocos los que denuncian que esa
llamada sociedad de la información debe considerarse como un invento de las
necesidades de globalización del capital y de los gobiernos que la apoyan, pese
a determinados avances en algunas áreas del mundo, que, sin embargo, no
resuelven las enormes brechas digitales —y otras dolorosas brechas— y sus
amargas consecuencias en todos los sentidos.
Desde
luego, hay monopolios sobre el discurso mediático, grandes monopolios, parte de
una grotesca tiranía, con diferentes escalas, locales, regionales, mundial;
pero estos subsisten por su aparente porosidad, por su capacidad para
mimetizarse, por su fingida independencia del poder real. Lo difícil, por el contrario,
sería hoy un monopolio de pretensiones herméticas como los ya conocidos.
La
ideología, realizada o no por medio del discurso, es lo que permite percibir el
mundo —con cristales deformantes o con nitidez—; es lo que permite organizar el
poder y el ejercicio de la hegemonía, y es lo que da la capacidad de control
sobre los factores de la sociedad.
Este
control no puede sustentarse en el engaño, en la manipulación de contenidos,
sino en la adecuada información, interpretación, persuasión y convencimiento de
la gran mayoría protagónica, en definitiva, del poder del pueblo.
*Algunos
fragmentos fueron extraídos de una reflexión del periodista Víctor Hugo
Morales. Otras cuestiones, forman parte del sesgo emocional, ideológico,
amistoso y del lado del amor.
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