UNA BANDERA, MUCHOS MÁSTILES: LA
SUCESIÓN DE LÓPEZ OBRADOR
JUAN CARLOS MONEDERO
En el ajedrez, la partida se termina cuando, el Rey acorralado y sin apoyos, cae sobre el tablero. La estrategia del adversario siempre pasa por ir debilitando su figura. Hasta hacerle jaque mate. El juego es ir golpeando a su ejército y llevar al líder a un callejón sin salida. Para ello, hacer caer una torre con estruendo de fin del mundo, atacar al caballo con picas envenenadas, frenar el paso al alfil sacrificando anónimos peones, intentar acabar con la dama con maneras de verdugo. En realidad, siempre están intentando acercarse al objetivo final: matar a la pieza principal, acabar con el Rey
En la actual fase democrática, la presencia de grandes liderazgos es condición indispensable para ganar las elecciones. Los grandes liderazgos generan identidades muy fuertes y por eso son el objetivo del acoso de las oligarquías. Su sustitución también es un desafío enorme.
En el momento
actual de crisis del modelo neoliberal, la derecha sigue su tarea de acoso y
derribo implacable a los gobiernos de cambio. O a su simple posibilidad. Lo
hemos visto en Europa, donde la derecha española sigue insistiendo en la
ilegitimidad del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Aún guardamos
en la memoria el asalto al Capitolio en EEUU y la aceptación por parte del
Partido Republicano de ese acto ajeno a la democracia. La estrategia se repite.
En Brasil con Bolsonaro y el asalto en Brasilia, en Bolivia con el golpe de
Jeanine Añez auspiciado por la OEA, en Perú con la destitución de Pedro
Castillo, en Colombia con el intento de asesinato de la vicepresidenta Francia
Márquez...
En México, por su
tamaño, su frontera con EEUU y por el gobierno durante setenta años del PRI, el
primer gobierno de la izquierda ha generado una reacción de las élites
tradicionales. Es ahí donde se entiende el intento de usar el poder electoral
para construir una opción política en un momento de decadencia del PRI y del
PAN. En México, hay que recordar, el iliberalismo empezó muy pronto, robando
las elecciones de 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas (en ese movimiento alternativo al
PRI ya estaba López Obrador), intentando sacar de la jugada a López Obrador en
2003, robando las elecciones en 2006, haciendo trampas en 2012...
La derecha usa,
cuando así le basta, las reglas de juego. Pero cada vez de manera más evidente
está pateando el tablero democrático. Con el abuso de la mentira y la presión
permanente en los medios de comunicación, anunciando cada mañana el
apocalipsis; con la reinvención de las reglas a través de jueces e
instituciones venales y corruptas (siempre apoyados por los medios); con el uso
de fichas públicas como si fueran propias en una lógica de corrupción
permanente; con el hurto de las herramientas nacionales a través del inmoral
entramado financiero internacional... Todos estos abusos son palos en las
ruedas que ponen en peligro las reglas de la democracia liberal. Curiosamente,
pese a que la derecha es la gran beneficiada del modelo, es la izquierda quien
está defendiendo la división de poderes, la Constitución, el juego limpio y el
respeto a las reglas.
Después del fracaso
de los últimos levantamientos armados tras la caída de la URSS, la izquierda
aprendió que el único acceso al gobierno es a través de las elecciones. La
garantía de alcanzar mayorías pasa por que existan liderazgos capaces de
concitar el apoyo de millones de personas. Una tarea sencilla en la derecha,
con la propiedad de los medios de comunicación y el acceso casi ilimitado al
dinero, y que, sin embargo, se torna muy complicada en la izquierda. Los
Bolívar, decía Neruda, nacen cada cien años.
Hay que añadir que
cada vez que surge un liderazgo potente en la izquierda, todas las baterías
mediáticas, políticas, electorales y judiciales se dirigen contra esa persona
para impedir su avance. Recordemos otra vez el desafuero con el que Vicente Fox
intentó frenar a Andrés Manuel López Obrador en 2004. Recordemos los fraudes
electorales, la utilización cada vez de nuevas estratagemas, el abuso de las
instituciones electorales. Las presiones actuales en organismos como el INE son
un espejo de ese comportamiento. Una ojeada cualquier día a los mensajes de los
medios muestran ese panorama.
Uno de los
problemas de la izquierda mal resueltos en casi todos los países es el de la
sustitución de los liderazgos que reúnen un gran apoyo popular, de manera que
los procesos de cambio no sufran retrocesos. A veces se ha solventado con
atajos -como forzar la reelección- que por lo general, y aunque hay excepciones,
no han resultado como se esperaba.
Las sustituciones
presidenciales o de liderazgos son además momentos que utiliza la derecha para
intentar desestabilizar a gobiernos que suelen catalogar de ilegítimo, de manera que a las dificultades
propias de la sucesión se añaden los problemas añadidos de los que quieren
aprovechar ese momento de debilidad para lanzar un órdago.
México, a
diferencia de prácticamente todos los países donde gobierna la izquierda, se ha
adelantado a este desafío. No solamente no hay un vacío respecto de quién será
la persona que sustituirá como candidata de Morena a Andrés Manuel López
Obrador, sino que ya existen varias personas (en la jerga mexicana se les
conoce como corcholatas, la tapa de un refresco destapada frente a los tapados
de la sucesión presidencial del PRI), todas con grandes credenciales para
desempeñar esa tarea. Credenciales que se multiplican si se comparan con
personajes ridículos o corruptos como Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique
Peña Nieto.
Mientras que la
alianza frankestein de la derecha sigue huérfana acerca de quién podría
representar en 2024 a esa alianza espuria del PRI, el PAN y el PRD, Morena ya
ha dado a conocer a algunas de las llamadas corcholatas, personas con
trayectorias consolidadas que quieren ocupar esa responsabilidad presidencial.
En Red Transformación traemos el perfil de cuatro de las personas que las
encuestas presentan como más avanzadas. Hay más personas en la carrera de las
primarias, pero las encuestas parecen haber zanjado que la elección estará en
uno de estos miembros destacados de Morena que han demostrado su compromiso de
país y su capacidad de gestión: Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Claudia
Sheinbaum y Ricardo Monreal. La lista sigue creciendo (ahí está Fernández
Noroña) y, como ha dicho el presidente López Obrador, es bueno que otros
hombres y mujeres se decidan a participar en la encuesta.
El presidente López
Obrador, que puso como horizonte terminar con el conocido dedazo priísta, ha
insistido en que en esta carrera de las primarias debe funcionar el piso
parejo, esto es, que todos los candidatos deben competir en similares
condiciones. Solo así la persona elegida realmente podrá recibir luego el apoyo
popular. Y sólo así todos y todas aceptarán el resultado porque sabrán que han
competido en buena lid.
Es importante que
queden fuera los excesos propagandistas, que ocultan más que enseñan y que no
siempre aciertan en señalar a la persona que necesita y quiere el pueblo.
Igualmente, es esencial que la persona que gane entienda que necesita, para
continuar la tarea de la 4T en el momento de debilidad de la sustitución de
Obrador, del apoyo del resto de los contendientes. Una de las ventajas
indirectas de la encuesta es construir y reforzar los liderazgos de Morena. Y sería
incomprensible que quien ganara lo ganara todo y que quienes perdieran lo
perdieran todo. Si no se comete este error, las primarias, que a menudo son un
factor de división interna, servirán para todo lo contrario.
La continuidad de
la 4T tendrá mucho que ver, en un país con un sistema presidencialista y con un
Estado lleno de inercias, con la gestión que desarrolle la persona que
sustituya al Presidente López Obrador. Por eso es tan relevante escoger a la
persona que mejor pueda encarnar precisamente tanto la continuación como el
ensanchamiento de un proceso democrático que lleva esperando desde el siglo
pasado.
Y será también
esencial el apoyo que brinde Morena a la persona que ejerza la presidencia, no
como correa de transmisión del Gobierno, sino como faro ideológico y la
conexión con la calle y la ciudadanía. Los partidos son en nuestras democracias
un factor de continuidad ideológica y de compromiso programático. Le
corresponde a Morena, como partido-movimiento, ser la guía de esa continuidad.
No solo México sino toda América Latina, ahora que el país ha regresado al
continente e impulsa la CELAC, sigue de cerca esta discusión. No en vano,
Morena es ahora mismo el partido político más importante del continente
latinoamericano. Y debe tener claro el objetivo: apoyar con total convicción y
sin fisuras a la persona que gane la encuesta.
Un sexenio nunca es
tiempo suficiente para cambiar un país. Ni siquiera dos. De ahí que la
continuidad de la 4T sea un requisito para que no vuelva a naufragar la democracia.
La encuesta debe ser una herramienta de unión y fortaleza. Desde las páginas de
Red Transformación hemos querido aportar nuestro grano de arena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario