HÉROE RICO, HÉROE POBRE
Fallecen el
futbolista coruñés Amancio y el sindicalista ferrolano Rafael Pillado
XOSÉ MANUEL PEREIRO
Amancio Amaro durante un entrenamiento en Ámsterdam en 1973.
Desde el pasado lunes día 21, el “mundo del fútbol”, sea lo que eso sea, vela a Amancio Amaro Varela (A Coruña, 1939), el mito del Real Madrid de las décadas de los 60 y 70 y, por lo tanto, del fútbol español de la época. Los panegíricos ensalzaron sus logros en sus 14 temporadas en el equipo de la capital, en las que consiguió la sexta copa de Europa, nueve campeonatos de liga y tres copas del Generalísimo, como entonces se llamaba la cosa. También su inclusión en la selección española que consiguió la Eurocopa de 1964 y en la selección mundial FIFA que se enfrentó a Brasil cuatro años después. Así mismo, destacaron que fue Balón de Bronce en 1964 (aunque sin mencionar que el de Plata fue ese año para otro coruñés, Luis Suárez).
Pocas horas antes, en Ferrol,
fallecía Rafael Pillado Lista (San Cibrao, Cervo, Lugo, 1942). En la época en
la que Amancio cosechaba triunfos y portadas de prensa, el palmarés de Pillado
era necesariamente, más que discreto, oculto: fundador de Comisiones Obreras y
secretario general del Partido Comunista de Galicia. Y su muerte no tuvo fuera
de Galicia muchas más repercusiones que un tuit de la vicepresidenta del
Gobierno Yolanda Díaz, antigua camarada e hija de su compañero de lucha
sindical en los astilleros ferrolanos Suso Díaz. “Hoy perdemos a un luchador
incansable por la democracia y por los derechos laborales. Con mucha tristeza
te despedimos, querido compañero, pero tu legado en la defensa de las víctimas
del amianto y de las trabajadoras y trabajadores permanecerá por siempre”.
En la época en la que Amancio
cosechaba triunfos y portadas de prensa, el palmarés de Pillado era, más que
discreto, oculto
A Abraham Lincoln se le atribuye
el dicho que todos los hombres nacen iguales, pero esa es la última vez que lo
son. Aquí parece ser cierto. Tanto el héroe del aggiornamento del Real Madrid
en el tardofranquismo como el líder clandestino venían de orígenes humildes.
Amancio, vecino del popular barrio coruñés de Os Mallos, era hijo de un pintor
y una frutera. La familia Pillado se había desplazado desde la costa norte de
Lugo hasta Ferrol porque en el castillo de San Felipe de la ciudad estaba preso
el padre por su militancia comunista. Amancio, a los quince años, empezó a
jugar al fútbol en el Victoria (el mismo club en el que empezaría, muchos años
después, Lucas Pérez). A esa edad, Rafael Pillado entró a trabajar de aprendiz
en el astillero Bazán e ingresó en las Juventudes Comunistas. Hace unos meses
recordaba en la revista Luzes que de lo primero que preguntó al entrar era “dónde
estaban las armas”.
La carrera profesional –al nivel
de entonces, 2.000 pesetas al mes y una prima anual de 95.000– de Amancio
empezó en la temporada 58-59 en el Deportivo en Segunda División, y gracias a
que hubo un amago del Celta para ficharlo cuando lo vieron en un partido de la
selección gallega. En la cuarta temporada en el club, salió casi a gol por
partido, el equipo ascendió a Primera y el futbolista a objeto de deseo de los
equipos grandes. Estaba en tratos con el Barcelona, pero el propietario de La
Voz de Galicia, Emilio Rey, compañero escolar de Bernabéu y eterno poder en la
sombra del equipo, dio la voz de alarma. Bernabéu, pese a la oposición de su
junta directiva y a la penosa situación financiera del club, pidiendo aquí y
allá, consiguió los diez millones de pesetas a los que al final el Deportivo
rebajó el precio de su crack. “Un tipo enorme, con un puro y una camisa abierta
que dejaba ver una cicatriz. Venía de pescar cachalotes en Finisterre”,
recordaba Amancio Amaro su primer encuentro con el que sería su presidente
hasta su muerte.
La de Amancio fue una operación
que les sonará conocida tanto a millennials como a boomers. Un futbolista
resultón que se convierte en el estandarte de un proyecto. Recién estrenada la
década de los 60, la televisión en España era todavía un experimento y la
difusión del glamour se circunscribía al huecograbado en blanco y negro y al
NO-DO. Pero Amancio Amaro era guapo como un actor de cine, y además jugaba muy
bien. Daba espectáculo, que se diría ahora. En aquella lucha de gladiadores
embarrados que era el fútbol español de la época, el coruñés gambeteaba,
caracoleaba, corveteaba y hacía lo que quería con el balón. “El Brujo”, lo
apodaban (igual que después a Arsenio Iglesias, con esa facundia imaginativa de
la prensa deportiva para calificar a los gallegos inclasificables). Sí se
quejaba, y mucho, de que lo cosían a patadas, como por otra parte es de
imaginar que a todos los delanteros de aquellos años en los que no había
tarjetas.
Posiblemente tuvo problemas de
adaptación. Los normales de un joven de 23 años trasplantado a un ambiente
ajeno. En una ocasión, declaró que había metido un gol “con el queso”. Era la
traducción literal del “queixo” que en gallego significa tanto el producto
lácteo como el mentón. Los periodistas entendieron que el queso era una
metáfora –¿por analogía odorífera?– del pie. Pero Amancio Amaro –los obituarios
coinciden– era humilde. O tímido. Un hombre tranquilo (aunque con un carácter
fuerte, reconoce su viuda). Es decir, obediente, tal y como lo requería ser un
estandarte del Real Madrid de entonces, con todo lo que conllevaba. Y el “todo
lo que conllevaba” le correspondía. En la final de la Eurocopa, su paisano
Marcelino fue el que le metió a Rusia el gol que le dio el título a España. El
pase había sido de Pereda, un jugador del Barça, pero en el montaje del NO-DO,
el que aparecía centrando el balón era Amancio. En un chat en El País en 2008,
un participante le comentó:
—Ahora dicen que el gol de
Marcelino no fue a pase tuyo, sino de Pereda, y que fue un montaje. ¿Es eso
cierto?
—Eso lo he oído años después,
porque yo no tenía duda ninguna de que el centro lo había hecho Pereda.
Pero nadie, empezando por
Amancio, dijo nada durante 44 años, hasta que en aquel 2008 aparecieron
aquellas imágenes de cine que decían que no se habían rodado, y en ellas se
veía que el que pasaba el balón era el barcelonista.
Pese a que regresaba a Coruña
todos los veranos, Amancio Amaro no fue del todo profeta en su tierra. Quizás
por lo que pasó en el Trofeo Teresa Herrera de 1966, en el que se enfrentaron
su anterior equipo, un Deportivo recién ascendido a Primera, y el de entonces,
el Madrid, que aquel año había conseguido su sexto Campeonato de Europa. El
equipo de casa acababa de fichar a Campanal, un defensa de aquellos que seguían
la consigna de que podía pasar el delantero o el balón, pero los dos juntos
nunca. Y con Riazor abarrotado, con Franco incluido, Amancio se empeñó en pasar
y Campanal en evitarlo, según contó Alfredo Relaño hace algunos años en El
País. Después de varios rifirrafes, Amancio se quedó en la banda, como
negándose a jugar, mientras el deportivista recién fichado era expulsado. A
partir de entonces, cada vez que la antigua figura del equipo tocaba el balón,
Riazor era un océano de silbidos. Ganó 1-0 el equipo visitante. Amancio había
solicitado del club unos días de permiso para quedarse en su ciudad, pero
pasear por ella era sufrir un bombardeo de insultos y desplantes. Posiblemente
la estrella del Madrid no se imaginaba que acabaría su carrera como jugador,
diez años después, expulsado en el estadio del Bayern por largar un pelotazo
cuando el partido estaba parado. El carácter.
A Rafael Pillado también se le
suponía carácter. Hacía falta tenerlo para, con poco más de veinte años, viajar
clandestinamente no a los brazos del presidente Bernabéu y a los vestuarios del
estadio Bernabéu, sino a la Alemania del Este, también en su caso para
formarse. A su vuelta, fue de los que contribuyó a crear Comisiones Obreras en
los astilleros de Ferrol y participó en la reconstrucción del PCE. Ya en los
años 64 y 65 empieza a haber comunistas en el jurado de empresa de Bazán,
protestas contra despidos a lo largo de toda la década, asedios a la comisaría
cuando se producían detenciones y huelgas al iniciarse la de los setenta. En
esa época, la inteligencia franquista considera perdidos para el régimen
Euskadi, Navarra, el campo cordobés y los cinturones industriales de Madrid,
Barcelona y Ferrol.
El 10 de marzo de 1972, una
manifestación de unos 4.000 trabajadores de Bazán, en lucha por un convenio que
el sindicato vertical timoneado por Rodolfo Martín Villa había firmado con las
factorías de Cádiz y Cartagena, pero se negaba a hacerlo con la de Ferrol, se
dirigió hacia el puente de acceso a la ciudad, para confluir con los
procedentes del otro gran astillero, Astano. Una enorme fuerza policial se
interpuso, y comenzó a disparar. Dos obreros, Amador García y Daniel Niebla,
quedaron muertos en el acto, este último en los brazos de Rafael Pillado, según
contó en su libro O latexo da vida e da conciencia. Hubo, oficialmente, 16
heridos de bala, y posteriormente 160 despedidos, 101 detenidos, 60 encarcelados
y 54 multados. “Dos muertos y varios heridos al atacar los manifestantes a la
Policía Armada en El Ferrol del Caudillo. Los alborotadores recorrieron las
calles apedreando comercios y edificios oficiales”, resumió la jornada en sus
titulares el diario ABC. Pillado fue condenado a cuatro años de prisión y
250.000 pesetas de multa.
Más o menos cuando el ferrolano
acababa de cumplir condena, el coruñés finalizaba su carrera como jugador, pero
permanecía en el club. Tuvo la correspondiente secuela como entrenador, primero
con éxito en el Castilla, donde fue promotor de la “Quinta del Buitre” y
después como discreto y efímero míster del primer equipo. Más tarde, fiel a sus
cualidades de disciplinado y obediente, fue uno de los valedores de Florentino
Pérez en su camino a la presidencia. “Mi pensamiento es que el Real Madrid ha
tenido suerte de encontrar en el camino a Florentino. No solo se ha dedicado a
fichar jugadores y ganar títulos, sino a hacer crecer a la entidad”. No hay
esfuerzo sin recompensa, así que, al fallecer Gento, Amancio lo sustituyó como
presidente de honor del club. Antes, en 2002 se había encargado de presidir la
Comisión Organizadora del Centenario. Desgraciadamente, su anterior equipo
amargó la celebración, ganándole en el propio Bernabéu la final de la Copa del
Rey.
Rafael Pillado, ya en democracia,
siguió siendo uno de los referentes sindicales de Ferrol. La enorme amistad que
le unía a Santiago Carrillo hizo que, en 1985, le secundase en su aventura del
Partido de los Trabajadores de España, que acabó integrándose en el PSOE en
1991. Pillado fue elegido concejal en Ferrol dentro del grupo socialista,
aunque en 2012 dejó la militancia. Pero no la lucha. En los años 60, en los
astilleros, y no solo en ellos, el amianto o asbesto estaba por todas partes, y
en Estados Unidos ya había sentencias relacionando su uso con enfermedades
cancerígenas desde los años setenta, mas en España no se prohibió su uso hasta
2002.
Pillado descubrió hace justamente
un año que el amianto que había respirado mientras trabajaba le había
ocasionado un mesotelioma, un cáncer en las membranas que tapizan el interior
del tórax y del abdomen, y que solo le quedaban unos meses de vida. Se integró
en Agavida (Asociación de Víctimas del Amianto), una asociación creada en 2004
para defender los intereses de los afectados por el asbesto. Su abogado, Jesús
Porto, empezó en los años noventa a pleitear por el reconocimiento como
enfermedad laboral y los jueces desestimaban el 99% de los casos, hasta que el
Tribunal Supremo reconoció que había una relación. Según Agavida, en la comarca
de Ferrol hay unos 16.000 afectados. La Sociedad Española de Neumología y
Cirugía Torácica (Separ) calcula que el amianto provoca anualmente en Europa
88.000 muertes, y que en España, si no se toman medidas, el número de
fallecidos antes de 2050 podrían alcanzar la cifra de 130.000.
Pillado descubrió hace justamente
un año que el amianto que había respirado mientras trabajaba le había
ocasionado un mesotelioma
El pasado septiembre, Pillado
denunció a su antigua empresa (ahora Navantia), que en 2021 había reservado una
partida de dos millones de euros para posibles indemnizaciones. Fue el último
acto cívico que protagonizó. Él y su abogada de 1972, Cristina Almeida, fueron
arropados por cientos de personas en la presentación de la demanda en los
juzgados de Ferrol. La sentencia le otorgó 128.000 euros, y él anunció que la
recurriría. Al final de su vida, Pillado no escatimaba la autocrítica y
reprobaba, por ejemplo, el papel de los sindicatos en la reconversión naval.
“Los sindicatos, también el mío, ven esa prejubilación como una conquista
social, ya que mucha gente va a tener tiempo libre y una buena situación
económica. ¿Qué pasó? Una falta de análisis de futuro. Se vio el tema de forma
individual y no colectiva […] Hay una renuncia de dirigentes que ponen los
sindicatos a disposición de los poderes económicos y los despolitizan. Una
deriva que ya es total con José María Fidalgo y Fernández Toxo”, decía en una
entrevista de Nico Vidal en Luzes. Pese a las críticas a su central de siempre,
y a haber abandonado en su día “el Partido” con P mayúscula, toda la sociedad
ferrolana, sindical y política, o no, despidió con honores a Rafael Pillado
Lista.
En 2020, en el acto de
nombramiento de Arsenio Iglesias como hijo adoptivo de A Coruña, un periodista
reconoció a Amancio Amaro refugiado en un discreto rincón del salón de plenos.
“¿Qué haces ahí? Ven a saludar a Arsenio”. “Bueno, estará muy ocupado…”,
murmuró una excusa el exfutbolista, que tuvo que ser casi arrastrado a la
presencia del otro héroe deportivista, el que sí tenía honras oficiales, a
pesar de no haber nacido en la ciudad.
Quizá, en contra de lo que dicen
que dijo Lincoln, algunas personas, por diferentes que hayan sido sus
trayectorias, se igualan en la despedida. La intensidad de la huella que dejan
compensa la extensión, y viceversa.
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