MASKARADA
MAITÉ CAMPILLO
A la
catalana Glória Rognoni, parapléjica tras un ensayo, actriz y directora de
teatro
Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos (Carl Sagan astrónomo y divulgador científico,1934-1996). Para tener contento a un esclavo es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental, y siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón. Ésta es la razón por la que los negreros deben controlar lo que oyen, ven y piensan los esclavos. Ésta es la razón por la que la lectura y el pensamiento crítico son peligrosos, ciertamente subversivos, en una sociedad injusta (Esto escribe Frederick Bailey), se dice que posiblemente de no haber aprendido a leer hubiese terminado esclavo como el resto de sus antepasados ¡Oh, ”milagro”, llegó a asesor de Lincoln!!!
Pero la industria
moderna mantuvo esclavos
Lamiako es el
nombre de un barrio ubicado en la margen derecha de la ría de Bilbo, su
desarrollo estuvo a la sombra de aberrantes fábricas sobre un lugar mágico de
marismas, que enarboló hermosas leyendas en otros tiempos convirtiéndolo
emblemático de ellas, lavándole toda mierda contaminante y una construcción de
degradación ambiental y explotación -paradojas de la vida- en el punto exacto
estratégico de mira y reunión de ‘lamiak’ personajes con cuerpo de mujer y pies
de pato, amantes de las aguas que bañan Euskal Herria cuyo murmullo impulsa un
marco de aromas y cantos de sirenas; gozosas de sentirse parte de los suyos,
peinan sus largos cabellos sobre el valle cubiertas de embrujo entre agua dulce
y mar salada. Su desaparición de los ríos la asocio como todo lo henchido de
naturaleza, amor y encantamiento mágico, a la civilizada divinización de la
esclavitud que aportó la incivilizada industria estéril, imponiendo drásticas
formas de fabricación de vida e impureza materializada en normas y códigos
pestilentes, apuntalando fábricas de humo asfixiante y maquinaria en
decadencia, si de día si de noche si de todos los días del año sin descanso
pedorreando sobre las sábanas tendidas, al son del gris respirar y negro vivir
sobre interminables jornadas laborales, marcando más tortuosos los tonos fríos
de invierno del norte con sus lluvias, fomentando riadas de agua y emigración
sobre la miseria y mugre del alcantarillado cegando salidas, desequilibrando la
balanza entre ciudad y campo, fomentando arrabales improvisados de zonas pobres
y zonas ricas e hileras de barriadas y barracones dormitorio por donde se iba
filtrando la vida sin vida carente de servicios, y la muerte se imponía
despersonalizando los seres que apenitas entre sí se conocían entre culturas de
una punta a otra del Estado, mucho más contrastadas que lo que hoy los
gobiernos demócratas entiende por Europa, además de generar una larga lista
interminable de desagravios, enfermedades respiratorias, alergias de todo tipo
hasta enfermedades insospechables. Así fueron enterrando el -todo pasado fue
mejor- a favor de la especulación capitalista sepultando la idiosincrasia,
duendes y sirenas, arrastrando a la mujer a la producción de hijos por el
engranaje de la esclavitud.
Una basta industria
e invasión hambrienta acorraló su existencia sobre sus parajes idílicos hasta
entonces, amaestrando los seres como animales voraces, toscos, agotados de
hambre y sueño sobre jornadas interminables, obligados a olvidar lo hermoso de
la vida basada en la comunicación de las puertas de sus casas siempre abiertas,
y ya irreconocibles, prestos a saltar al mínimo estornudo dejando atrás todo lo
vivido, la cotidianidad de sus días, sus idiomas y acentos, dialectos y
leyendas e historias, cada vez más diezmadas al baúl entre barrotes y cadenas
invisibles como pandemia voraz sin escrúpulos; y, cuando ya exprimidos al igual
que su maquinaria apestosa y caduca, fueron trasladando la industria a países
menos desarrollados y cualificados, a seguir absorbiendo todo jugo sobre
jornadas más largas por menos precio. Impusieron una vez más a sus propios
desvaríos y catástrofes, contra los que deambulaban en busca del pan, en aroma
rosas, casa y familia, ley del embudo despecho y represión contra la reacción
de la hambruna. Cabalgando despidos acorralaron la miseria sujeta a ciclos de
intereses desarrollando crisis intermitentes y reconversiones sobre ajustes de
plantilla y demás fechorías macabras. Destronaron asambleas etiquetándolas de
‘obreros sin capacidad para negociar’ fomentando desde la patronal esquiroles y
pistoleros a la vez que amañados comités de empresa. Proliferaron las
negociaciones sobre una aparente industria ‘más moderna’ poniendo a su servicio
oficinas y despachos y un elevado número de liberados mientras las hormigas
laboriosas seguían trabajando en condiciones deplorables, sumando a la
agotadora jornada horas a destajo mal retribuidas y no siempre pagadas, sobre
reivindicaciones amaestradas ya como lo más snob del desarrollo obrero por sus
derechos sobre un legalismo mordaz servido en bandeja, popularizando como
inevitable crisis tras crisis sujetas a sus embudos de la ley imponiendo
sumisión a la mujer, impidiendo ponerse en cabeza agitando lucha y solidaridad
contra disparos a protestas y hasta sobre la más mínima queja sobre una
importante parte de la sociedad. Rebautizaron mitos a medida y leyendas a la
vez que apestaban sus aguas, impusieron costumbres adulterando su identidad
oteando y reprimiendo el saludo proletario solidario y la canción protesta
contra la explotación, que revitalizara tonificando sus cuerpos vías
respiratorias y arterias engrasando sus plantas los domingos sobre la montaña,
pies y manos vibrantes de recuerdos sobre su tierra ancestral. Aún existen
reminiscencias de tal drástico desenlace y hasta presos en las cárceles con
largos años de encierro interminable, mujeres torturadas y hasta muertas a
causa del salvajismo impuesto y muchas viudas por la misma razón de que la
esclavitud y supeditación al amo y patrón, empresa y especulación sobre el
hombre y la mujer no acabó ni por prieto ni por blanco ni por cimarrona
“salvaje” ni cimarrón “holgazán”.
Así fueron
manipulando sujetando el tiempo de lucha sobre la desindustrialización y sobre
el campo abonaron los brazos caídos eliminando toda respuesta, alabando la
despersonalización, el perdón, la ignorancia, el olvido, la dignidad, aflorando
por civilización lo más inhumano llenando las calles que fueron hervidero de
huelgas, de miles de jóvenes desocupados cayendo y muriendo pinchazo tras
pinchazo por sus venas. La obediencia a la sumisión irradió la sociedad
invadiendo una réplica a “galeras” borrando toda raíz de ubicación familiar, de
entorno y cultura sobre una interminable plaga de iglesias, conventos,
monasterios y ermitas sobre la punta de las lomas, valles y pueblos oteando su
cotidianidad, tomaron los arrabales obreros como un lugar de encuentro,
barriadas carentes de todo ni siquiera parques ni transporte ni sanidad pública
ni colegios, sellando la dominación en la miseria, sobre el ser y pensar
doblegados al absolutismo de la fe a favor de la supervivencia como patente
capitalista. Y sus verdugos prendieron la hoguera de los barrotes sobre los
indomables y la inquisición moral sobre la mujer como colofón del siglo XX
aferrándolo al oscurantismo, negando hoy todas sus conquistas en cuanto a la
salud y enseñanza, en cuanto a la educación sexual el derecho de aborto y
derecho de la mujer con y sin hijos al trabajo, estudios y divorcio, anclando
una y otra vez más su existencia dominando junto a la represión contra los
derechos de la mujer y reivindicaciones obreras, jugando el papel de exterminio
sobre la piedra filosofal “sin dar chanza a la quema” que fortaleció su arteria
principal contra <<brujas>> si meigas si sorginak si lamiak la gran
mentira de su maskarada. Dando puerta abierta a la degradación fueron surgiendo
por orden de su moral los ‘incontroladxs inconformistas’ regándolas de insultos
en los templos a las primeras obreras de la construcción que etiquetaron como
‘marimachos y demás eucaristías’ a las que se unían como obreras apostando por
otro mundo mejor a forma de revolución detonando indignación. Y ahí es que la
historia cobró nueva leyenda saliendo del encasillamiento de su lectura a tomar
la calle, y Basajaun, saltó a escena del lado de los piquetes y barricadas
pretenciosas de derechos y conquista a la toma de primaveras sin
intermediarios. Aparecieron voluntarixs a dar la vida como el árbol del manzano
presto a fundirse en sagardotegik y brindar con zancos y zancudos a celebrar
victorias de independencia. Galtzagorri, espíritu maligno en el sentido
cristiano de la palabra, se infiltra entre el tumulto con el objetivo de
domesticar la identidad ciudadana, y es cuando irrumpe Ieltxu, genio en onda
callejera lanzadera de amor y fuego sobre los campos de lucha bocanadas de
llama incendiaria alegrando la noche entre malabarismos y magias donde el
pueblo alivia sus penas por unas horas.
Nos encontramos en
la antesala de la unión de mitos entre herrialdeak y barriadas dormitorio de
miseria empuñando leyenda y la piel al abrigo del cuerpo, hueso y piedra
formando el hacha y la flauta ayudada por los vientos: surge la música y la
danza regenerando la identidad de los valles aún en nuestros días sucios de
farsa y traición. Pero los ‘diablillos’ no dejaron de servir la explotación
disfrazados d’ nosotrxs pregonaron su propia leyenda al son del: ¡no queda
otra, es ley de vida, somos obreros! Se impuso la reacción reprimiendo y
deprimiendo el 1º de Mayo alejándole del rojo. Y tomando cuerpo descolorido de
identidad en días en que preferentemente, se unían a la mujer sorginak
liberadas contra los amos del lucro, reluciendo manifestaciones como eguskiak
(soles) al riesgo clandestino de las descargas, empeñadas en carga de
conciencia arrojando luz sobre la encrucijada abriendo vías sobre los caminos
enfangados. Para ubicar preferencias diré que el viernes sobre la semana ya
representaba su carga emotiva, el día del ensueño esperado, del desafío contra
la cadena de engranaje, sudorosa y grasienta contra la esclavitud abriendo
ventana al amor libre en barricada de lucha, a la unión de puentes entre
montañas a favor junto con Sugaar, a la cabeza de las maskaradak que toman por
nombre Lamiako, a formar pasacalles y danza, encuentro y enfrentamiento, cena
triunfal y cantos de victoria. Al calor de la refriega Ieltxu, lanza una
bocanada de fuego y un tamboril anuncia la maskarada. Envuelta en su dinámica
hasta podría encontrarme en la isla de El Hierro, en los carnavales de Santiago
de Cuba, o en la Nicaragua que quiso ser, peleó y persiste vivir sandinista.
Pero es en otra punta del mundo donde aterrizo con esta nota, nación tan
peculiar como propia en costumbres, más en otros tiempos, hoy en una apertura
como tantas comunidades prestas a la fanfarronería en ‘carácter internacional’
poniendo algunas de sus ciudades nombre y apellido a la vez, que alavés, y de
forma cansina Gasteiz -se convierte en Vitoria- en etiqueta comercial
<Vitoria-Gasteiz> del mismo modo a lo vulgaris salta a Donosti (de
nombre) con apellido San Sebastián, repitiendo etiqueta en floritura
publicitaria pasando a Nafarroa, a todas horas en Sanfermines a llamarse
Iruña-Pamplona, o Bilbo-Bilbao, o Imanol-Manu-Manuel ¿Cual será el apellido
vasco que pondrán al Guggenheim? Y, el de Uribetxeberria, le traducirán los
años de enfermedad y encierro interminable como: ¿Jon, Preso Político?.
Del otro lado de la
ría desenfilan fuerzas de la ocupación que forra la economía al acoso
intermitente, del país que brindó generoso en otros tiempos, idiosincrasia
enraizada optimista en principios de fuerza arrolladora, hasta que democracia
destaponó el diablillo ‘indispensable’ de la botella al azar del oleaje del
caudal de la bolsa, aportando hamburguesa y pizza a la invasión de la merluza,
marmitako y alubias pasándose el Whisky, el patxaran, sobre el orgullo en peso
de potencia contra el bacalao y su tortilla y su cultura de rasgos propios y rituales
prehistóricos impregnados de alegría y dignidad, entre montañas que miran al
mar con fuerza y arrojo sobre el arte de la txalaparta, el crear en
colectividad, la descarga envolvente de encantamiento extensible en vegetación
donde plantar timón y bandera, radar y guía resistiendo la alienación de las
emboscadas. Es la fuerza que emanó en ella la que enriquece el conjunto de su
historia, lengua por la que apuesto con respeto parte integra su existencia al
grito y la danza rodeada de buenos pastos, más en otros tiempos como sus vacas
donde la culebra del asfalto se impone destruyendo todo contenido histórico al
derrumbe de cimas sobre montañas y caseríos. Leyenda e historia van marcando el
curso de sus ríos. Junto a piedras y caminos el roble curte el sonido como un
sirimiri de lentejuelas al desafío del hacha en manos d’aiskolariak. La raíz se
pierde cuanto más “internacionalizada” en idioma del imperio anglosajón; y, del
español, el Papa ración. Sobre continentes y contenidos, lo auténtico se
difumina, tomando del nombre una especie de apellido como escudo al vasallaje.
Prudentzia, triste y diezmada en su leyenda cotidiana, preocupada pregunta a
las lamiak por su hijo que no llegó en la noche a dormir al caserío [Año 1985;
la Guardia Civil detiene a Mikel Zabalza –Garbiñe, busca a su hijo– se dirige
al cuartel de Intxaurrondo, tras varias preguntas y evasiones sintetiza -¿Dónde
está Mikel? -Respuesta-: <<Señora, si su hijo se ha perdido, mejor será
que lo busque en objetos perdidos>>. Mikel Zabalza fue salvajemente
torturado, asesinado, y lanzado al Bidasoa].
Desde la subida a
Gastelueta, hasta la estación de Lamiako, ronronea el toque de cuerno: sale el
pueblo en su búsqueda. Basajaun y los zancos responden solidarios; se oye un
toque de cuerno en cuesta Txopera, reaccionan los grupos de danza que se
encuentran frente al Ayuntamiento. Ensimismada en su mundo se encuentra Sorgin
preparando pócimas en un caldero. En otra de las calles hay grupos de lamiak
hilando con su rueca en la puerta del caserío de las vías, simulan ante la
llegada de las fuerzas del orden mientras organizan juntarse a los grupos de
danza que forman piquete delante de la fábrica. Como en un desfile de flores de
primavera brotan los personajes del barrio, improvisan hojas de otoño revoloteando
inquietas en complicidad con aiskolariak. El murmullo sobre el ‘desaparecido’
corre como la pólvora junto a decenas y decenas de semillas y raíces anunciando
paso a paso su pregón bordando el mensaje, entretejiendo y contorneando ritmo y
rima la dramaturgia sobre la vida. La palabra se impone, el gesto y la voz; la
última hora de la tarde da la bienvenida a la noche, protagonista de escenas de
protesta estelares que reflejan de los ríos sus venas abiertas del lado de
Garbiñe e hijo Mikel Zabalza. Es el camino, son ellas, mujeres contra un
matriarcado impuesto; su ira histórica alejando pa` ya y más la rapiña sobre la
mujer al calor del abrigo de la silla parlamentaria que surge del mismo
simbolismo sobre el que el imperio domina.
NOTA (con nombre de mujer)
Tras el portón que
da paso a tu liberación un mirador abarca el mundo en manos de una civilización
que abrasa toda esperanza, no te engañes a ti misma, es la hora de luchar
contra la ‘libertad’ esculpida en el poder de las leyes poderosas, la hora de
avivar el paso como un objetivo de mira. Me encuentro por delante de la Iglesia
de Lamiako presta a convertirla en sala de ensayo y biblioteca (d’ Ponferrada,
en León, logré lo que en otros lugares no me permitieron, una hermosa ermita,
donde organizar los ensayos de una gran obra y akelarre al eco de la voz bajo
su bóveda). Tercera puesta en escena, la noche avanza y el frío se ciñe al
cuerpo. Prudentzia recorre todo el espacio con un farol, sigue la búsqueda del
hijo desaparecido, va contando historias que la apenan por megafonía: llega al
agotamiento total, cae triste e impotente, ante las fanfarrias de gigantes y
zancudos que forman entre todos un circulo de antorchas velando e imponiendo
posteridad ¡Gora!!! Un gora por el hijo desaparecido y por ella. Las lamiak
corren de un lado a otro, inquietas reivindican, forman remolinos de protesta,
su resistencia persiste arrastrando estela, coreando sus voces convierten la
muerte en vida, y Prudentzia, se reencarna en lamia rodeada de sus danzas (Los
personajes de los alumnos avanzados del curso -y obra- recogen leña apilándola
para la hoguera) Las antorchas en sus manos se deslizan iluminando del lado de
las estrellas; Ialtxu, junto a ellos, lanza enérgico la danza del fuego
emocionada tras los irrintziak, brindando a la gran hoguera eufóricos
personajes gritando a un mismo tiempo formando una cadeneta bailan prolongando
el desafío. Junto a Prudentzia y Garbiñe, las lamiak, sacan a bailar al pueblo;
uniéndose entorno a la hoguera se dirigen hacia las makilak, a tocar la
txalaparta, con improvisados tablones reciclados de las vías del tren y los
irrintziak brotan regando el valle al llamado del bosque encadenando el eco.
Maité Campillo
(actriz y directora d` Teatro Indoamericano Hatuey)
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