LA LLEGADA(NARRATIVA) 6 Y 7
DUNIA SANCHEZ
Pongo mi mano sobre su hombro. Un hombro donde el peso de los años, del sufrimiento parecen evadidos, ausentes. Pronuncio alguna palabra, de adiós. Tienes que irte, no más. Ella parece entender. Baja la cabeza y sus mejillas sonrojadas brotan la desesperanza. Se halla defraudada y que más da. El conflicto en este campamento del horror sacude mis emociones. Me siento atraída por este dolor continuo, grave y me despido. Me doy la vuelta y camino al encuentro de mi labor. Comprendo que ha arriesgado su vida al venir aquí. Comprendo que me quiere. Comprendo su honestidad. Pero no más estoy enganchada a este fragmento del mundo donde gimen las raíces. Y esas raíces me atrapan, me magnetizan y hechizan en que debo de seguir y no dejarlos. Ya han sido abandonados por las tempestivas mareas de ideologías fatales. Todos carecen de sueños y se amontonan aquí donde la enfermedad, el frío, el hambre los impulsa al abismo. Considero que el ser humano ha sido derrotado. Sí, en todas sus vertientes, en cualquier afán de creencias. No, no existe Dios. Lucubramos en la suplica y ya vemos…solo somos gentes al amparo de fúnebres cantos. La tierra tiembla…un temblor que anuncia un hasta luego más allá de las estrellas, más allá de este aislado e inhóspito lugar. Adiós querida…pero el amor con el tiempo se apaga, se retiene en una memoria que pierde sus fuerzas a medida que los tornados tuercen nuestro camino. Este no es el tuyo. El tuyo está allá…si, allá, donde te fuiste con ese niño de la mano.
7
Todo
termina. Mi viaje ha terminado. Mis sensaciones me vuelven a lugar de donde
vengo. Mis temores se disipan. Mi corazón vuela y vuela como alas de mariposa
que quieren descansar. Y todo termina, me voy, pero antes hago un recorrido por
este campo donde las ánimas duelen. Fantasmas de lo más irracional se presentan
ante mis ojos. Y me siento que caigo y reboto en muros donde se escribe una
despedida, una despedida interminable en el llanto de lágrimas yermas en
rostros vacíos. Un pozo los llama. Un pozo inexacto e infinito donde sus
cuerpos serán arrojados como si un fusil en las sienes fuera retumbar de cada
jornada. Y todo termina, mi lamento se hincha, mi desdicha se incrusta en mi
estómago, mi amargura penetra en cada paso que doy. No, no quiero mirar. No
quiero sembrar en mi la sin razón. No quiero desbaratar esta vida que ha sido
rectificada en el progreso de los años. Todo termina, el amor, los amigos con
la muerte. Miro el firmamento y ahí está, me dice qué haces, me digo que hago
machacando más y más mi dolor, mi pena. Me siento angustiada, una preocupación
que aumenta a medida que mis piernas débiles, sensibles caen en la desesperanza
de ellos. Un infarto de la existencia y el caos. Llego donde está el hombre del
piano, ya no duerme. Las moscas se entregan a sus manos llagadas, a sus manos
donde lo hermoso suena en medio de la devastación, de este convulso mundo. Escucho
la agonía. Escucho el llanto ensordecedor ¡Callad ¡No más. Temblor.
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