NEURONAS POCAS
DAVID TORRES
El exlíder de Podemos Pablo Iglesias, durante la presentación de su
libro 'Medios y cloacas', a 11 de noviembre de 2022 en Sevilla (Andalucía,
España). El exlider de Podemos, Pablo Iglesias, acude a Sevilla a presentar su
nuevo libro. Joaquin Corchero / Europa Press
Ser juez en España es muy complicado porque, en cuanto examinas unos legajos, te sale por ahí el nombre de Pablo Iglesias o las siglas de Podemos y, claro, hay que ponerse a investigar cueste lo que cueste. Que suele costar un huevo y parte del otro. Los podemitas (las podemitas también, no se crean) es que tienen una jeta de villanos que tiran de espaldas. Contra Podemos se han archivado una veintena de querellas e investigaciones en los últimos seis años, más las que quedan, un verdadero despilfarro en recursos económicos y judiciales, pero es que los podemitas se las saben todas. Que no hayan encontrado todavía ni un solo rastro de delito no quiere decir que sean inocentes, sino más bien lo contrario.
Podemos, en
realidad, tenía que haberse llamado SPECTRA (Sociedad Permanente Ejecutiva de
Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento), pero son demasiado
astutos como para dar tantas pistas y prefirieron la primera persona del plural
de un verbo auxiliar que deja abiertas lecturas inquietantes: podemos
engañaros, podemos timaros, podemos lo que se os ocurra. Si serán astutos los
cabrones que una brigada policial creada al efecto, una escuadra al completo de
los servicios secretos españoles y un batallón de jueces trabajando en
exclusiva las 24 horas no han podido demostrarles ni el hurto de un caramelo.
El último tropiezo
de la justicia contra Podemos ha sido en el denominado caso Neurona, un mote
muy buen puesto que alude al nombre de la consultora a la que Juan Carlos
Monedero emitió una factura de 26.200 euros y cuya autenticidad la Unidad de
Ciberdelincuencia de la Policía Nacional tardó dos años en demostrar. La
Fiscalía había advertido desde el principio que el expediente no iba a ningún
sitio, pero el juez Juan José Escalonilla es hombre perfeccionista y minucioso
que ha rastreado hasta el último céntimo de las cuentas de Podemos buscando en
vano una conexión con el programa nuclear iraní, con el peluquero de Putin o
con el toro que mató a Manolete. Tan perfeccionista y minucioso que se le coló
por error el nombre de Pablo Iglesias en la lista de investigados. A todo el
mundo le ocurre lo mismo: cuando el ordenador por algún motivo da el aviso de
error, inmediatamente aparece una foto de Pablo Iglesias. El otro día, en el
bazar chino de mi barrio, el hombre se equivocó al darme el cambio y cuando se
lo advertí, me dijo: "Disculpe usted, ha sido Pablo Iglesias".
Si Podemos es
SPECTRA, puede decirse que Pablo Iglesias es el Moriarty de nuestro tiempo;
lástima que en la justicia española no abunden los Sherlock Holmes, ni siquiera
los doctores Watson. De haberlos, a lo mejor dedicaban un ápice de sus
recursos, tiempo y esfuerzos a elucidar quién diantres será el misterioso
"M. Rajoy" que aparece en los famosos papeles de Bárcenas, los cuales
corresponden a una contabilidad falsa del PP corroborada en varias sentencias
judiciales. Claro que si la policía tardó dos años en verificar una factura, vete
a saber los siglos que se pueden tirar en rastrear la M mayúscula y el punto y
seguido del dichoso "M. Rajoy" (que seguramente será un alias de
Pablo Iglesias). En la filología española los misterios se elucidan por
riguroso orden de llegada, de modo que antes de los papeles de Bárcenas están
la autoría del Poema del Cid, la autoría del Lazarillo de Tormes y la verdadera
identidad del toro que mató a Manolete.
Con esta profusión
de inquisiciones y procesos abiertos contra Podemos, Monedero, Pablo Iglesias y
una supuesta niñera salida, a lo mejor, de una película de Polanski, se
entiende bastante bien que la justicia en España esté tan sobrecargada que
apenas pueda ocuparse de otras cosas. Se entiende, por ejemplo, que el pasado
enero la Audiencia Provincial de Tenerife tuviera que soltar al presunto
asesino de su esposa, Romina Celeste, porque en dos años no habían tenido
tiempo de juzgarlo pese a la cantidad de indicios y pruebas abrumadoras que la
Guardia Civil había reunido en su investigación. Aquellos días la justicia
también estaba muy ocupada enviando a prisión a Camilo de Ory por difundir unos
chistes de mal gusto que satirizaban la repugnante cobertura mediática del caso
del niño Julen, aunque se les pasó por alto que el chiste más negro de todos lo
hizo la cadena televisiva que alternó los carroñeros reportajes sobre el
imposible rescate con la emisión de una comedia de Manolo Escobar, ¿Dónde
estará mi niño? De verdad que no lo entiendo, pero es que yo, en cuestión de
neuronas, pocas.
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