LAS TRABAJADORAS ACORRALAN
AL GIGANTE INDITEX
POR CAMILA OSORIO
Las empleadas de las tiendas de Inditex lograron una victoria histórica. Luego de años de salarios estancados y condiciones precarias, la empresa dueña de Zara, entre otras marcas, tuvo que ceder y aprobar un aumento inédito.
Las llaman las niñas, una infantilización utilizada como parte de una estrategia empresarial que durante mucho tiempo las inhabilitó a exigir sus derechos al empresario más rico de España. Tienen una media de edad de 40 años y trabajan en Inditex, la mayor multinacional de moda masiva del mundo. Llevan años en un círculo de precariedad con salarios congelados, contratos a tiempo parcial, rotaciones de horarios y despidos indirectos. Pensaron que nunca saldrían a la calle a reclamar, pero desde hace meses toman avenidas y organizan huelgas en una empresa que el año pasado acumuló los beneficios más grandes de su historia.
El jueves 9 de febrero, Inditex
anunció un sueldo mínimo histórico para todos sus empleados en España (18 mil y
24.500 euros brutos anuales). El acuerdo se informó días antes de la huelga
estatal convocada para el 11 de febrero por las trabajadoras de sus locales.
Acorralado por las movilizaciones que desde hace meses denuncian la precariedad
laboral en sus tiendas, el conglomerado no tuvo otra salida que abandonar su
posición intransigente antes de que las protestas sumaran más adeptas y
afectaran aún más su imagen. Hasta ahora, las condiciones laborales de las
empleadas de Inditex se han regulado por convenios provinciales muy desiguales.
Las medidas sindicales, que tomaron fuerza a fines de 2022, generaron una
primera victoria en La Coruña, cuando las empleadas de tiendas consiguieron un
primer incremento salarial histórico.
El
intocable
La sede de Inditex está ubicada
en Arteijo, un municipio costero ubicado al noroeste de Galicia, en la
provincia de La Coruña. Allí nació Amancio Ortega, el empresario más rico de
España. Amancio integró el top diez de la lista de Forbes de las personas con
más dinero del mundo y tiene un patrimonio valuado en 56.600 millones de
dólares. En esta pequeña localidad comenzó a amasar su fortuna, cuando
revolucionó el sector de la indumentaria al crear, en 1975, una de las marcas
más exitosas del fast fashion: Zara. Hoy, la localidad es uno de los motores
económicos del país, con un emporio que reúne a muchas más marcas: Bershka,
Stradivarius, Massimo Dutti, Lefties, Pull&Bear, Oysho.
Inditex tiene empresas en todo el
mundo, pero en ninguna parte como en La Coruña es tan común haber trabajado
para alguna de sus marcas o tener algún familiar que lo haya hecho. En tierras
gallegas, Amancio es amo y señor, por lo que nadie imaginó que las protestas
iniciasen allí, donde hablar sobre condiciones de explotación es casi una
traición. «El primer día nos sorprendió que no hubiera ningún periodista. Yo
llamé a varios de prensa escrita y me dijeron que no van a poner nada del
conflicto porque es contra Inditex», cuenta a Brecha María del Tránsito
Fernández, secretaria nacional de CIG Servizos (Confederación Intersindical
Galega), sindicato que lideró las protestas en Galicia.
En los inicios, Zara era vista
como una empresa con estatus. Para muchas era un orgullo trabajar en sus
tiendas. También para las localidades en las que se abría un local: su llegada
era promesa de empleo y movimiento económico para la zona. «Cuando iba a la
manifestación, unas señoras que iban delante de mí, a lo mejor de 60 años, iban
diciendo: “¿Qué les pasa a las chicas estas de Inditex? Dicen que cobran muy poco.
¿Pero Amancio les va a dar poco? Hombre, no será que querrán otra cosa”. Es que
cuando estás con la pancarta la gente dice: “Pues gracias a Amazon tenéis
trabajo”», señala Fernández. Es la misma visión que existe dentro de la
empresa, en la que las mínimas mejoras se anuncian como un regalo del «bueno»
de Amancio y no como un derecho laboral.
Cuando Zara inauguró sus primeras
tiendas, la mayoría de los contratos eran con jornada laboral de 40 horas y las
personas que ingresaban divisaban una carrera interna. Pero estas condiciones
cambiaron rápidamente y su modelo de explotación se replicó en todas las marcas
que fue comprando. En las protestas las trabajadoras denuncian salarios
congelados, contratos de jornadas parciales, que rotan y varían mes a mes (15,
20, 30 horas), lo que hace imposible planificar un sueldo fijo o conciliar con
otros trabajos o actividades. Los contratos de 40 horas tienen un salario base
de 1.000 euros, destinados solo a las encargadas, por lo que la mayoría de las
trabajadoras de tiendas (casi en un 90 por ciento mujeres) terminan cobrando
entre 500 y 700 euros.
Trabajo
en Inditex y no llego a fin de mes
En La Coruña, las movilizaciones
empezaron antes de la pandemia y se retomaron con fuerza a fines del año
pasado. La primera huelga masiva fue convocada durante el Black Friday, el 25 y
26 de noviembre de 2022. «Fue un éxito absoluto. Vamos, que paró más del 90 por
ciento de la plantilla, o sea, solo estaban trabajando mandos intermedios»,
señala la representante de la CIG. En ese momento, se buscaba negociar el
aumento del plus sede, un incentivo económico que está por fuera del convenio
colectivo y que Inditex otorga a quienes trabajan en la sede central de la
empresa. «Desde siempre se nos exige más eficiencia, más producción, mejor
atención al público que en el resto de las provincias del Estado», dice
Fernández.
Luego de la primera huelga, había pautadas más acciones para el 23 de diciembre, víspera de Navidad, y para el 7 de enero, primer día de rebajas, fechas en las que el gigante textil recauda más dinero. Las trabajadoras pedían un aumento de 440 euros; hasta ese momento, Inditex se había comprometido a aumentar 120 euros en Madrid, con un objetivo de 180 euros a tres años. Las trabajadoras gallegas tenían claro que esperaban más y se negaron a todas las propuestas inferiores que la empresa planteó como alternativa. Inditex cerraba el año con más de 3.000 millones de euros de beneficios, y el incremento de las empleadas en toda España costaría 250 millones de euros. Además, bajo la excusa de la inflación, la empresa había aumentado los precios de la ropa de sus tiendas, pero este aumento no se había trasladado a los salarios de las empleadas, que seguían estancados.
Manifestación
de trabajadores de Inditex en La Coruña, España. Foto: CGT A CORUÑA
Finalmente, unos días antes de
cerrar el año, las trabajadoras lograron acordar con la empresa. Inditex tenía
miedo a que las movilizaciones tomaran más fuerza y fueran a todo el Estado
español. La organización entre ellas consiguió una mejora salarial de 322 euros
(122 euros del plus sede y 200 euros del plus de convenio específico), que se
implementó a partir de enero de 2023 con efecto retroactivo a noviembre de
2022, y que se irá incrementando hasta llegar a 382 euros en 2024. Según
informó la CIG, el incremento anual supone una subida de 4.800 euros brutos, un
25 por ciento del salario.
El paso posterior del sindicato
gallego era replicar la victoria en Lugo, Orense y Pontevedra. La estrategia de
negociación habitual es comenzar a negociar en La Coruña, que es la provincia
con más empleadas y mayor representación sindical, y luego extenderlo a toda la
comunidad de Galicia. Sin embargo, la CIG ha tenido que demorar esta
negociación, ya que está abocada a defender los puestos de trabajo de las
tiendas que el grupo decidió cerrar a comienzos de año. En enero, Inditex
definió el cierre de cinco locales pequeños. «La empresa está súper empeñada en
cerrar: en 15 días cerrar cinco centros de trabajo… Eso duele, sobre todo en
Pontevedra, que tenía una venta muy buena», señala la representante de la CIG.
Online
Durante la pandemia, el grupo
económico aceleró el cambio de su modelo de ventas, apuntando al comercio
electrónico, que le resulta mejor negocio que el presencial (se ahorra costos
de local, luz, agua, el salario de las empleadas). Para implementar esta
estrategia decidió prescindir de las tiendas pequeñas y quedarse solo con los
locales de grandes extensiones. La decisión estuvo respaldada por un acuerdo
que la empresa firmó con los grandes sindicatos estatales, Comisiones Obreras
(CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT), en el que se establecieron
algunas condiciones, como la reubicación de las trabajadoras a otras tiendas
dentro de un radio inferior a 25 quilómetros, mantener las condiciones
laborales y no aumentar el cierre de tiendas.
Sin embargo, para Nuria,
integrante del comité de empresa de Zara Madrid de la Confederación General del
Trabajo (CGT), ninguna de estas cláusulas se cumplió. Por ejemplo, muchas de
las trabajadoras han visto cambiar radicalmente sus condiciones de trabajo. «El
90 por ciento de la gente que ha tenido un cierre en sus tiendas se ha ido de
la empresa, porque de primeras te cambian el contrato. Ahora lo que quieren es
gente manejable, gente que pase y se vaya. Los contratos que estamos teniendo
son de uno o dos meses, se van y vuelves a tener que formar a todo el mundo
para dos o tres meses más», señala a Brecha la trabajadora.
Nuria tiene 41 años y hace 21 que
trabaja en la empresa. Otra política que señala como injusta es la falta de
equiparación salarial entre las empleadas que hacen la venta presencial y los
que llevan adelante la venta online. «Hay una diferencia sustancial entre el
departamento de logística y el departamento de tiendas, es decir, los
compañeros, que son hombres, la mayoría está cobrando más de 2.000 euros al mes
y tiene jornadas completas.» Además, los empleados de logística tienen un plus
de 450 euros por nacimiento de hijo, mientras las empleadas de tiendas solo
cobran 42 euros por ese concepto. Y en logística tienen otros beneficios: 200
euros para material escolar y 500 euros por matrícula universitaria de hijos e
hijas, pluses que las trabajadoras de tiendas directamente no reciben.
Inditex marca también otras
diferencias entre sus empleados y empleadas. Nuria es encargada de local en
Madrid y desde que comenzó a trabajar tuvo un contrato de 40 horas, jornada
laboral que tuvo que modificar cuando quedó embarazada. «Cuando llegas a ser
mamá y tienes algún puesto, un poco te hacen elegir: o quieres ser mamá y te
dedicas a tus hijos, o te dedicas a la tienda. Si fuera por ellos, tendríamos
que estar 24/7 disponibles. De mi contrato de 40 horas realizo 33, me he
quitado siete horas para conciliar mi vida laboral con mi peque, porque la
forma en que está hecho no te permite mantener las 40 horas», plantea Nuria.
David
contra Goliat
La victoria conseguida en La
Coruña atizó a las demás movilizaciones que se estaban dando en otras ciudades.
En Madrid, se hicieron protestas en noviembre, diciembre, y una huelga estatal
el 7 de enero. La posición de la empresa había sido de desgaste; llegó a
plantear un aumento exiguo del tres por ciento, pero las trabajadoras querían
lo mismo que se había conseguido en Galicia y por eso habían anunciado una
huelga masiva para el 11 de febrero. En este contexto, la empresa no tuvo más
alternativa que ceder y anunciar un sueldo mínimo histórico. «Muchas de las
compañeras, viendo lo de Coruña, se han animado y han visto que era necesario
salir a la calle y pelear», indica la representante de la CGT.
La victoria a nivel nacional se
logró con el respaldo de la CIG y la CGT, gremios que tienen representación
mayoritaria en las empresas, pero no a nivel estatal. Inditex nunca se sentó a
negociar con ellos, argumentando que lo estaba haciendo con los sindicatos
mayoritarios UGT y CCOO en la mesa nacional. Estos gremios no se unieron a las
huelgas y siguieron anunciando posibles acuerdos que nunca llegaron o no
representaban las demandas de las trabajadoras. «Llevamos años sentándonos a la
mesa a negociar y es como: “No, no, no”. Pues no te preocupes, porque vamos a
ir todas a una. La empresa nunca se había imaginado que la huelga del día 7 iba
a ser tan buena. Y ahí creo que han cogido un poquito de pánico», señala la
representante de la CGT.
Inditex tiene un largo historial
de abusos laborales dentro y fuera de España. Un informe de The Worker Rights
Consortium, organización internacional que supervisa el cumplimento de las
condiciones laborales, señaló que las fábricas que producen en la India para el
conglomerado llevan dos años sin pagar a sus empleadas. La mayoría son niñas
trabajando en condiciones de esclavitud, ganando menos de dos euros al día. El
modelo de negocio de empresas como Inditex es deslocalizar y tercerizar la
producción a ciudades con salarios bajos, reduciendo los costos, y quedándose
con la parte más rentable: la venta de ropa (véase «Sumergidas en el taller»,
Brecha, 5-III-21). La victoria conseguida en España no cambia la estructura de explotación
montada por la empresa, pero, por primera vez, tumba a un gigante acostumbrado
a hacer su fortuna a hombros de trabajadoras.
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