LOS GOYA A LA SOMBRA DE CARLOS SAURA
DAVID TORRES
Momento de la gala donde hacen entrega del
Goya de Honor 2023 para Carlos Saura, a
11 de febrero de 2023, en Sevilla, Andalucía / Europa Press
Una imagen de Carlos Saura con una cámara fotográfica presidió el homenaje al cineasta que siguió inmediatamente a la ceremonia de apertura de los Premios Goya, un homenaje que por desgracia llegaba demasiado tarde. ¿Cómo es posible que la Academia esperase a que Saura cumpliese más de noventa años para conceder un Goya de Honor al último patriarca vivo del cine español? Que haya muerto apenas un día antes de la gala en que iban a agasajarlo es, sin embargo, una paradoja muy española, una escena que parece sacada no de una película de Saura, sino de Berlanga. Por lo demás, la Academia no fue la única en llegar con retraso: la principal autoridad invitada a la gala, el presidente Pedro Sánchez, anunció que el gobierno iba a concederle la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio en el Consejo de Ministros del próximo martes.
Tal vez la demora
se debió a que Carlos Saura, pese a su avanzada edad, parecía eternamente
joven. No paraba quieto, acababa de estrenar un documental sobre la historia
del arte (Las paredes hablan, del que Público ofreció una primicia en
exclusiva) y un espectáculo teatral, Lorca enamorado, que funde algunas de las
grandes pasiones de su vida (la música, la poesía, la danza, la fotografía y el
cine) y en el que la cantante India Martínez encarna al gran poeta granadino.
La gigantesca
sombra del cineasta aragonés (más de medio centenar de largometrajes a sus
espaldas, algunos de ellos cumbres de la cinematografía mundial) cubrió toda la
gala de los Goya de un aura de luto. El casi improvisado requiem que le dedicó
una emocionada Carmen Maura, al que se sumaron dos de sus hijos y su viuda,
Eulalia Ramón, fue con diferencia el momento más conmovedor de una ceremonia en
la que, a lo largo de la entrega de premios, se sucedieron también una serie de
proclamas sociales y políticas.
Antonio de la
Torre, tras un guiño casi cariñoso a la metedura de pata de Feijóo con los
Oscar en Sevilla, recordó a las víctimas del terremoto en Siria y Turquía y
citó la célebre frase de Julio Anguita: "Malditas sean las guerras y los
canallas que las hacen". La invasión rusa de Ucrania ocupó buena parte de
las menciones de los agraciados, del mismo modo que la defensa del ecologismo y
la reivindicación del papel de las mujeres en nuestro cine. Las estatuillas de
este año tenían un color diferente, al estar fabricadas con bronce reciclado en
aras de la sostenibilidad, y Susi Sánchez, ganadora del premio a la mejor
actriz de reparto apeló a la igualdad del género al pedir a los hombres echaran
una mano para cambiar la sociedad: "Las puertas no las podemos abrir solas,
sólo somos la mitad".
Cuando Telmo
Irureta -sobrino de la actriz Elena Irureta, que apenas podía contener las
lágrimas- subió en su silla de ruedas a recoger el Goya al mejor actor
revelación, la fiesta del cine español iluminó otra zona en tinieblas de
nuestra sociedad: los discapacitados, para quienes la película que protagoniza,
La consagración de la primavera, reclama la dignidad que merecen a la hora de
vivir su sexualidad. "Porque nosotros también vivimos y nosotros también
follamos" dijo Telmo después de atravesar la rampa que le había permitido
subir hasta el estrado.
Hubo también varios
recuerdos emocionados al recientemente fallecido Agustí Villaronga, y un
homenaje a Lola Flores que su hija, Lolita, remató con una referencia a la
querencia de Carlos Saura por el flamenco: "Desde el cielo mi madre ya le
está bailando sevillanas". En la entrega al premio a la mejor dirección,
Mitra Farahani evocó la lucha del pueblo iraní contra el fascismo religioso,
mientras que Bayona fue el único que recordó la ironía de que Pacifiction, la
película de Albert Serra que opta a varios premios César en Francia, hubiese
sido completamente ignorada por la Academia del Cine Español.
Más allá del éxito
de As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen -la gran triunfadora de la noche con nueve
estatuillas- la defensa de la sanidad pública fue el bajo continuo de toda la
ceremonia, desde el momento en que Eulalia Ramón agradeció con el Goya en la
mano la labor de los médicos del Hospital de Villalba y de las especialistas en
cuidados paliativos que ayudaron a su marido en sus últimos momentos. Fue el
hijo del cineasta, Antonio Saura Medrano, quien recordó que su padre no hubiese
podido llevar a cabo su carrera sin la presencia de las cuatro mujeres que lo
acompañaron a lo largo de su existencia: Adela Medrano, que estuvo a su lado en
sus inicios hasta el esplendor salvaje de La caza, su primera obra maestra;
Geraldine Chaplin, su musa en las grandes películas de los sesenta y los
setenta; Mercedes Pérez, la calma después de la tempestad; y Eulalia Ramón, que
lo escoltó en las últimas tres décadas de vida. Cada una de ellas, ciertamente,
marca un cambio de estilo y de enfoque en su espléndida trayectoria artística.
"Quiero reivindicar a las mujeres que han estado y han hecho a mi padre la
persona que es2.
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