EL ESPANTAPÁJAROS ROJIPARDO Y LA
IZQUIERDA VERDE CLARITO
Nadie
debe olvidar que el rechazo a la guerra ha sido históricamente el motor de
grandes transformaciones revolucionarias
PABLO IGLESIAS
Graffiti en un segmento del
Muro de Berlín
con el mensaje 'Stop War!'.
Nadie con un mínimo de formación en historia de las relaciones internacionales duda de que la autoría del atentado terrorista contra el Nord Stream corresponderá, seguramente, a los EE.UU. Los EE.UU. han sido capaces de acciones mucho más radicales que esa en la defensa de sus propios intereses; la historia está llena de ejemplos.
De hecho, muchos de los críticos con la investigación de Seymour Hersh reconocían que probablemente los EE.UU. estén detrás del atentado, pero optaron por poner el foco en el hecho de que el famoso Pulitzer solo habría contado con una fuente anónima. Centrándose en la supuesta falta de calidad periodística de la investigación se dieron un tiro en el pie, porque provocaron un debate sobre la propia calidad del periodismo. Ese debate, inevitablemente, siempre acaba por dejar en mal lugar a la mayoría de los grandes medios y a la gran mayoría de los más reputados periodistas. La condición de posibilidad de que el periodismo tenga un mínimo prestigio y credibilidad es que jamás sea objeto de crítica y de debate. Esto es algo muy defendido en la profesión con una consigna a la par religiosa y delirante: los periodistas no debemos ser noticia.
Pero hoy no quiero
hablarles del poder mediático y del periodismo, sino de relaciones
internacionales y de los problemas de la izquierda para definirse en un
contexto de transición sistémica lleno de incertidumbres.
Para preparar la
asignatura que imparto sobre gobernanza global en la Complutense, tuve que leer
y releer mucho para armar un programa de lecturas que diera a los estudiantes
recursos teóricos para poder responder a la pregunta: “¿Quién domina el mundo?”
La constatación de que el fin de las supuestas certidumbres ideológicas de la
Guerra Fría no dio lugar a un mundo mucho mejor y de que podemos estar
caminando hacia el horror global si el machine learning no lo remedia con una
revolución socialista de la inteligencia artificial, me ha hecho reflexionar
algunas cosas que quiero compartir con ustedes.
La noción “gobernanza
global” nació al calor del optimismo liberal que sucedió a la caída del muro de
Berlín. Los encuentros organizados en Bonn por Willy Brandt que incluso
recuperaron algunas ideas del malogrado Olof Palme, acabaron definiendo en la
ONU un hermoso programa político para impulsar las relaciones internacionales
que se conoció primero como Objetivos de Desarrollo Sostenible y, finalmente,
como Agenda 2030. Haber estado en el Gobierno como vicepresidente encargado de
coordinar la implementación de los objetivos de la agenda me daba ciertas
tablas para explicarlos, pero también la experiencia suficiente como para no
engañar a los estudiantes: los objetivos de la agenda son un hermoso programa y
solo el hecho de que existan y que se pueda hablar de ellos es una buena
noticia, pero es imposible, con la actual organización del poder global, que se
lleven a cabo. Si algún incauto internacionalista mantenía aún algo de
optimismo, la guerra ruso-ucraniana ha terminado de enseñar la verdadera
naturaleza de una transición sistémica en la que los EE.UU. van a usar su
enorme poder militar y financiero para frenar la ventaja productiva de China.
Que la invasión rusa de Ucrania sea un crimen, no borra la responsabilidad de
la OTAN que ha empujado el escenario actual, no solo para restarle poder a
Rusia sino, sobre todo, para borrar en pocos meses cualquier viso de autonomía
de la Unión Europea.
Los objetivos de la
Agenda 2030 son un hermoso programa, pero es imposible, con la actual
organización del poder global, que se lleven a cabo
Del mismo modo que
ni uno solo de los jefes de gobierno europeos, empezando por el canciller
alemán, duda de la autoría estadounidense en los atentados, son también
conscientes de que el “jardín europeo” es hoy más que nunca el jardín de EE.UU.
Sería sectario calificarlos de traidores a Europa; las élites europeas
consideran que depender de los EE.UU. representa hoy el mejor de los mundos
posibles para Europa. Una parte de la izquierda postcomunista ha comprado con
mayor o menor entusiasmo ese planteamiento. Frente a un mundo multipolar en el
que los EE.UU. debieran compartir poder con la dictadura china o la autocracia
rusa, es mejor depender de los EE.UU., donde al menos hay ciertas libertades.
Como sin exterior constitutivo no hay relato posible, construyen además un
espantapájaros; una supuesta izquierda rusófila que escribe con caracteres
cirílicos y que defendería como proyecto internacional la señalada
multipolaridad. Esa izquierda rojiparda sería básicamente admiradora del
desarrollo económico chino y hasta de su modelo político.
No les niego que
haya grupos dispuestos a ejercer su rol de espantapájaros, pero es radicalmente
falso que la izquierda que critica a la OTAN se parezca a ese hombre de paja
que la progresía verde clarito necesita para justificarse. El manifiesto por la
paz y las soluciones diplomáticas impulsado por Ione Belarra y que contó, entre
otros, con las firmas de Gustavo Petro y Jean-Luc Mélenchon, o la Conferencia
de Paz organizada por Podemos en Madrid, demuestran que hay una izquierda en
Europa y sobre todo en América Latina dispuesta a dar la batalla ideológica
también en las relaciones internacionales. Aunque eso suponga tener enfrente a
todos los aparatos mediáticos, que silban para no hablar del Nord Stream. No les
fue fácil a los socialistas pacifistas defender su criterio frente al espíritu
del 14, y hoy no serán las cosas fáciles, pero nadie debe olvidar que el
rechazo a la guerra ha sido históricamente el motor de grandes transformaciones
revolucionarias.
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