NORD STREAM Y
LOS TERTU-PROGRES ™
Si
admitimos que es muy probable que Estados Unidos atentara contra Alemania y
contra Europa, entonces hablar de la OTAN, de su responsabilidad y de la
geopolítica tiene todo el sentido
PABLO IGLESIAS
Reunión entre Joe Biden y Jens Stoltenberg,
secretario
general de la OTAN. Bruselas, 2021.
A la derecha mediática la ética periodística se la trae bastante al pairo. Ética periodística la que tengo aquí colgando, parecen decir mientras nadan felices en el fango de bulos y manipulaciones que produce diariamente su industria.
No olvidemos que somos el país en el que El Mundo –periódico que defendió primero que ETA estaba detrás del 11M y después una delirante teoría de la conspiración– es el periódico de derechas más leído. Somos el país en el que Jimenez Losantos es la conciencia ideológica de la derecha; el país en el que Pedro J dirige un periódico; el país en el que el tabloide de Inda es el que más tertulianos tiene en las televisiones; el país en el que Mauricio Casals tiene su propio periódico con Marhuenda como director; el país en el que Ana Rosa Quintana y Susana Griso se reparten la audiencia de las mañanas; el país en el que la Comunidad de Madrid financia el matonismo de Estado de Alarma. Somos, en fin, el país en el que Ferreras, aún después de todo lo que sabemos y todo lo que oímos, sigue mercadeando con la izquierda que le necesita desde su tertulia y su televisión.
Lo que les quiero
decir es que a todo ese mundo mediático nauseabundo, los debates sobre la ética
en el periodismo le resbalan, en el fondo y en la forma. Para hacer su trabajo
estarán siempre dispuestos a repetir cualquier mentira una y mil veces, a
aceptar documentos falsos y a darse premios de periodismo entre ellos sin
ningún pudor. No tienen ni escrúpulos ni problemas de conciencia. Que uno de
los grandes logros de Podemos haya sido ponerles frente a un espejo les ha
podido molestar, pero solo les ha ratificado en sus prácticas corruptas.
Habrá siempre quien
diga que, incluso en el mundo de la derecha mediática, hay profesionales
valiosos o incluso periodistas precarios sin malas intenciones que trabajan
básicamente para mantenerse y mantener a su familia. ¿Qué quieren que les diga?
También en el ejército de Hitler había buenas personas, padres de familia que
abrazaban con verdadero amor a sus hijos pequeños, oficiales que hubieran
preferido que los nazis no llegaran al poder, e incluso jóvenes generosos
capaces del mayor heroísmo en la batalla e incluso de ser piadosos con el
enemigo derrotado o de tener un gesto humano con el judío que iba a ser
gaseado. Pero formaban parte del ejército de Hitler. Punto.
Lo de la ética
periodística es un asunto que concierne básicamente a la izquierda y a la
progresía mediática que, en España y sobre todo en Madrid, andan convulsionadas
y en tensión permanente desde el estallido del Ferrerasgate. Desde entonces,
los asientos de ARV ya no son tan cómodos y las teorías de la conspiración que
susurran estrategias para vaciar de suscriptores a ciertos medios progresistas
circulan en los mentideros –nunca mejor dicho– madrileños. Es en este contexto
en el que CTXT, valga la redundancia, se hizo con los derechos de traducción de
la investigación del periodista Seymour Hersh que acusa a EE.UU. de estar
detrás de la voladura de los oleoductos Nord Stream.
Seymour Hersh ganó
el Pulitzer en 1970 por su investigación sobre la matanza de My Lai, una
masacre de civiles perpetrada por soldados estadounidenses en Vietnam. Seamos
honestos, no estamos en los setenta; al periodista que revelara hoy una matanza
de civiles a manos del ejército de EE.UU. no le darían muchos premios. Que se
lo digan a Assange.
El caso es que la
publicación en castellano de la investigación de Hersh provocó una oleada de
reacciones por parte de periodistas progresistas muy críticos con el hecho de
que la investigación del veterano periodista solo se apoyaba en una fuente
anónima. Tenían toda la razón y es indudable que, aunque sea evidente que el
país más interesado en acabar con los oleoductos era EE.UU., la investigación,
aunque da mucha información interesante, no da pruebas inequívocas de la
autoría.
Sin embargo,
resulta extremadamente curioso que a la gran mayoría de estos periodistas les
unía un análisis sobre la guerra ruso-ucraniana. Entienden, básicamente, que el
conflicto es una suerte de guerra de liberación nacional del pueblo ucraniano
frente al invasor ruso, en la que el apoyo occidental a Ucrania responde a
razones humanitarias y a la defensa de la democracia frente al autoritarismo.
Algunos no han dudado en comparar a Ucrania con la República española
abandonada por las potencias democráticas tras el alzamiento de Franco. Entre
ellos hay incluso quien niega que el pacifismo sea una opción política en el
marco de una guerra o quien reclama que el pacifismo es apoyar el envío de
armas a Ucrania. De haber vivido en otra época, habrían dicho que pacifismo
eran las bombas de la Rote Armee Fraktion contra las bases de la OTAN, los
vietcong matando marines, la pistola de Enrique Líster que elogiara Machado o
el vuelo del almirante Carrero Blanco después de que los que muy pronto serían
llamados los milis accionaran la bomba en la calle Claudio Coello. Pacifismo es
lo que te diga que es pacifismo tu tertuliano progresista. Tertu-progre ™.
Las críticas a CTXT
por traducir la investigación de Hersh se apoyaban en el argumento de la única
fuente anónima pero, en realidad, revelaban otra cosa: la incomodidad de
ciertos periodistas. Como algunos de estos periodistas incluso llegaron a
reconocer, la autoría de los EE.UU. parece más que evidente, pero que se hable
de ello choca con su relato de la guerra. Si la gente habla de que es muy
probable que Estados Unidos volara los oleoductos, entonces esta guerra se
complejiza y deja de ser un cuento de hadas de buenos y malos. Si admitimos que
es muy probable que EE.UU. atentara contra Alemania y contra Europa, entonces
hablar de la OTAN, de su responsabilidad y de la geopolítica tiene todo el
sentido. Si admitimos que EE.UU. quería esta guerra y que para ello estaría
dispuesto a atentar para que los europeos tengan que comprarles un gas mucho
más caro, entonces el pacifismo y la apuesta por la diplomacia se revela como
una posición política mucho más presentable que la del club de periodistas
progres amigos de la OTAN.
Olga Rodríguez tuvo
que recordar, en un hilo muy compartido en Twitter, que por mucho que la
investigación de Hersh no probara la autoría de EE.UU., la información era
digna de atención, entre otras cosas por las reacciones que había provocado en
los gobiernos americano y ruso. Recordó también que, mientras en España la
mayoría de medios miraban a otro lado (con la excepción de la SER y La
Vanguardia), muchas cabeceras y agencias internacionales habían contado la
información de Hersh y recordó así mismo las declaraciones del propio Biden a
propósito de la necesidad de acabar con Nord Stream: “Si Putin invade Ucrania,
no habrá Nord Stream 2. Lo prometo”. Que el presidente de EE.UU. quisiera
acabar con Nord Stream y lo reconociera en público no prueba que lo hiciera,
pero, en fin…
Fue Gerardo Tecé el
que, a mi juicio, retrató mejor la doble moral de los tertu-progres:
“Periodistas que trabajan para medios que difunden bulos como catedrales acaban
de ponerse escrupulosos”. Nada que añadir; creo que Gerardo cerró bastante bien
el debate sobre la ética periodística.
Nota de
rectificación: Fermin Grodira, de Maldita, ha tuiteado lo siguiente: “Dice
@PabloIglesias en @ctxt_es: al periodista que revelara hoy una matanza de
civiles a manos del ejército de EE.UU. no le darían muchos premios. Los
Pulitzer 2022 premiaron sacar a la luz el enorme número de víctimas civiles de
los ataques aéreos dirigidos por EEUU”. Debo por lo tanto enmendar mi error.
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