FEIJÓO Y LAS 'FEMMES FATALES'
ANÍBAL MALVAR
El líder del Partido
Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión plenaria de control en el
Senado, a 7 de febrero de 2023, en Madrid (España). Foto: Ricardo Rubio /
Europa Press
No voy a decir que los sucesivos gobiernos de Mariano Rajoy fueran pura neciocracia, aunque un buen plantel de sus ministros y portavoces sí merecieran tal neologismo. Pienso en Juan Ignacio Zoido, el ministro del Interior que en sede judicial traicionó a sus policías (caso procés), o en Rafa Hernando, portavoz parlamentario, un machirulo de barra que parece que siempre habla con y por la bragueta abierta.
Pero en aquel
mariano páramo yermo de neuronas, dos flores germinaron entre el cardo y la
cizaña, que dirían los horteras. María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de
Santamaría no solo competían en la longitud de sus apellidos, sino también en
su excelsa formación académica (ambas abogadas de Estado), en sus diferentes
formas de elegancia (Cospe coronada de peineta y Soraya enseñando cacha en la
portada de El Mundo) y, sobre todo, en su desmesurada ambición. Ahora ambas
andan sobrevolando la débil jaula del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, que
aún huele sus carísimos perfumes por los pasillos corrompidos de Génova Trece.
Y no son perjúmenes que le suliveyen, según los más sabios feijóologos.
Ahora las fiscalías
del Estado y Anticorrupción han vuelto a sacar del florero a la florida
Cospedal, pidiendo que se la vuelva a imputar por el caso Kitchen, la enésima
trama corrupta del PP y una de las más divertidas, con todo el aparataje de
espías intentando borrar las pruebas que conservaba Luis Bárcenas sobre la
financiación ilegal del PP, con falsos curas secuestradores irrumpiendo en casa
del ex tesorero y maniatando a su mujer y a sus hijos, con Villarejo entrando
de incógnito tras los cristales tintados de un Audi en la sede popular.
Si Soraya tenía a
los espías oficiales del Centro Nacional de Inteligencia, Cospe no iba a ser
menos que su némesis, y se montó con Villarejo una agencia mortadeliana y
filoménica con unos espías entretenidísimos, que un día buscaban pruebas falsas
contra Podemos y, al siguiente, trapos sucios de sus propios compañeros de
partido.
No es de extrañar
que Feijóo ande intranquilo con la posible reimputación de Cospe, pues si el
partido no la apoya puede caer en la tentación de desvelar nuevas maravillas,
incluso aclarar quién es M. Rajoy. Cospe, se sospecha, sabe más de las
interioridades de muchos miembros del PP que el dueño de Intimissimi.
Ya hace tiempo
escribimos mucho los analistas y zangolotinos televisivos sobre la extrañeza
que nos producía el hecho de que Feijóo esté confeccionando su núcleo duro con
personas procedentes del entorno de Soraya. Se rumorea en los cenáculos más
intrigantes que Feijóo está convencido de que fue Soraya la que filtró las
fotos en el yate de Marcial Dorado. Pero, en tiempos de guerra, toda madriguera
es trinchera, y con los frentes abiertos de la posible cantata cospedaliana y
la volatilidad del pensamiento, o como se le llame a eso, de Isabel Díaz Ayuso,
aliarse con antiguos enemigos puede ser la única opción. Y a Soraya siempre le
sedujo el papel de única opción, sobre todo si más temprano que tarde hay
alguna vacante en la presidencia del partido. Todo dependerá de las urnas.
Feijóo tiene que
estar acojonado, porque ambas tres son femmes fatales de manual, a las que solo
les falta comparecer en blanco y negro y sentarse en la mesa del gallego,
pidiéndole fuego para un pitillo de larga boquilla y volutas de humo sensuales.
Y Feijóo tiene pinta de no haber tenido fuego en la vida.
La mujer de
izquierdas evoluciona indefectiblemente en feminista, igual que la de derechas
evoluciona en inexorable femme fatale. Y Feijóo no es San Spade, ni Pepe Carvalho,
tampoco Philip Marlowe, ni el Eladio Monroy de nuestro llorado Alexis Ravelo.
Si Feijóo no se explicaba por qué todas las vacas llevan nombre de mujer, a ver
quién le documenta ahora cómo comportarse ante una femme fatale, que lo único
que tienen en común con las vacas es la mala leche.
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