VENEZUELA, GUAIDÓ Y LA HIPOCRESIA DEL PODER
ÁNGEL CAPPA
La visita de Juan
Guaidó a España, el autoproclamado presidente interino de Venezuela (en un
mitin), luego autocorregido a presidente encargado (¿?) ha servido para dejar
en evidencia a la derecha en su triple versión y también a la izquierda
complaciente.
Un detalle para
entender
Sin mencionar la
injerencia histórica de EEUU en América Latina y particularmente en Venezuela,
es imposible tener una noción real de la situación actual venezolana. EEUU ha
intervenido directa o indirectamente en la mayoría de los países
latinoamerianos decenas de veces. En ocasiones con sus marines, en otras
preparando golpes de estado como en Brasil, Chile, Uruguay o Argentina y
también a través de títeres vernáculos a su servicio como en este caso Guaidó.
Siempre para proteger sus intereses económicos y nunca, por supuesto,
respetando la democracia.
Contra Venezuela
inició la guerra económica y mediática desde que Hugo Chávez tomó el poder
mediante elecciones. Dicho sea de paso elecciones supervisadas por observadores
internacionales que en todos los casos destacaron su limpieza y ejemplaridad
(Carter y Zapatero entre otros).
No soportó EEUU que
Venezuela encabezara una iniciativa para unir a los países latinoamericanos y
así lograr su independencia económica y política y acceder a una posible
democracia. Además sus reservas de petróleo son demasiado tentadoras para el
gobierno estadounidense como para dejarla en manos de los venezolanos, sus
verdaderos propietarios.
Sin conocer esta
realidad histórica, como digo, es imposible analizar la situación actual
venezolana y tener una opinión fundamentada.
La hipocresia del
poder
Por ese motivo los
medios de comunicación hegemónicos que forman parte del poder económico internacional
y especialmente estadounidense, ocultan parte de la verdad para que la mayoría
se haga una idea falsa de lo que ocurre en Venezuela.
Y además nos
transmiten la sensación de que no solo Venezuela es una dictadura, sino que es
la única dictadura en todo el mundo. Creemos saberlo todo sobre Venezuela y no
sabemos nada del fascismo imperante en Brasil, con Bolsonaro y vemos detrás de
un manto cómplice a Donald Trump, el mayor peligro mundial, partidario confeso
de la tortura como método interrogatorio, capaz de hacernos entrar en una
guerra total de consecuencias tremendas, con asesinatos indiscriminados,
desprecio demencial de la contaminación del planeta y otras barbaridades por el
estilo. Y tampoco los medios nos informan cabalmente de la feroz dictadura
marroquí, ni de lo que ocurre en Guantánamo que avergüenza a la humanidad, por
poner solo algunos ejemplos. Es que, permítanme una obviedad, la derecha que
representa al poder defiende sus intereses económicos y se lleva por delante la
democracia, la justicia y lo que fuere necesario. También la verdad.
Es en este contexto
que Guaidó vino a España y recibió los honores que corresponden a un personaje
impuesto por EEUU que les sirve para dar un paso más en la guerra declarada
contra la impertinencia de Venezuela de querer resolver sus problemas como le
parezca. Recibió el enviado estadounidense la misma llave de la ciudad de
Madrid que en otros tiempos Gallardón le dio a un tal Gadafi. Tiempos en los
que el líder libio intercambiaba regalos y cariños con la cúpula del PP, Aznar
incluido, antes, por supuesto, de que dejara de ser útil y finalmente tuvieran
que asesinarlo. Democráticamente, eso sí.
Si alguien pensaba
que la hipocresía del trifacho y los medios de mayor difusión es original,
estaba equivocado como se puede comprobar fácilmente.
La timidez de una
izquierda complaciente
Y no hablo del PSOE
que hace mucho, desde el felipismo más o menos, que dejó de ser izquierda para
convertirse en un partido progresista. Es decir capitalista bueno. Claro, no
siempre, cuando se puede.
Pedro Sánchez
supuestamente presionado desde la embajada de EEUU y un arranque de prepotencia
colonialista propia de hace siglos, le dio al gobierno de Venezuela ¡5 días de
plazo!, para que convocara a nuevas elecciones o reconocía al tal Guaidó.
Para entender esa
actitud bochornosa de Sánchez, supongamos que Venezuela hubiera tenido la
osadía de dar al gobierno español 5 días de plazo para que convocara un
referéndum en Catalunya o reconocía a Puigdemont presidente de la república
catalana. Inconcebible, ¿no?
Ahora, ante el
compromiso de tener que recibir a quien reconoció como presidente de Venezuela,
Pedro Sánchez se refugió en diferentes excusas evidentes. No estoy. Estoy
reunido. Y designó a la ministra de Relaciones Exteriores para tal compromiso.
Es decir, no pero sí. Sí pero menos.
La señora González
en el breve e ignominioso acto de recibir a un opositor, digámosle así, como si
fuera presidente, no perdió la oportunidad de volver a reclamar en Venezuela
elecciones “libres y democráticas”. Nadie le dijo que ya se celebraron esas
elecciones que fueron democráticas y libres según los observadores
internacionales, Zapatero entre ellos.
Si esta no es la
izquierda, la izquierda dónde está
Pablo Iglesias, en
tiempos olvidados defensor de la revolución bolivariana, apenas ensayó una
tímida declaración diciendo lo que todos sabemos. Que en todo caso, Guaidó es
un opositor al gobierno de Venezuela.
No sé si Alberto
Garzón o Izquierda Unida o el Partido Comunista hayan tomado alguna postura. Si
es así no ha sido difundida convenientemente.
No es para menos.
Se trata del precio que hay que pagar por compartir el gobierno. No se puede
contradecir al PSOE para no entrar en molestas discrepancias. En otras
palabras, no se puede tener una posición de izquierda ante este hecho tan
vergonzoso. Solo se admiten actitudes que generen unidad para reclamarle al
poder real, una limosnita por el amor de dios, como Galeano reclamaba una buena
jugadita al fútbol actual.
Me viene a la mente
una estrofa de una canción brasileña: “tristeza nao tem fin, felicidade sim”,
que cantaba Vinicius.
Al parecer solo los
jubilados y las feministas no se consuelan con el “no se puede” que interpone
el progresismo ante cualquier reclamo que vaya más allá de los límites que
marcan los que mandan de verdad. Y son ellos y ellas, precisamente, quienes
señalan el único camino posible para una izquierda sin complejos.
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=265002
La opinión del
autor no coincide necesariamente con la de TerceraInformación
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