LA
UTILIZACIÓN COLONIALISTA DE
"BENITO PÉREZ GALDÓS"
POR
VÍCTOR RAMÍREZ
Viniste, pariente, con un libro en la mano izquierda. Te sentaste sobre
la alfombra y me pediste que bajara el volumen de la radio, que te prestase
atención. Ya traías marcado por dónde abrir el libro, y leíste con voz diáfana
rotunda:
"Tuvo lugar el viaje a la
finca del Monte, el día que a don Pedro tanto atemorizaba, el día de Año Nuevo".
"Frente a la finca hay otra,
mediante el camino, que pertenece a la familia de don Benito Pérez Galdós, cuyo
padre ganó la propiedad de aquellas tierras con la leva que hizo, a pesar del fuero de sangre de que Canarias gozaba, para ir
al encuentro del francés a primeros del siglo XIX".
Te dije que ya lo había
yo leído antes que tú, y que también me sorprendí. Eso está escrito en la
página 168 de la novela Las luces de la noche sin fin, editada
por Benchomo en 1992 con el número quince de la Biblioteca de Obras
Canarias. Su autor es el compatriota grancanario Rafael Mesa y López; prologó y cuidó la edición nuestro Pablo Quintana -firmándose Áfrico Amazik.
En la primera parte de la
novela el protagonista, Pedro Trujillo,
vive en París pobre y bohemio, pintando y disfrutando su juventud veinteañera.
Al final queda ciego por fulminante infección ocular y ha de regresar a Las
Palmas de Gran Canaria, don-de había nacido. Su acomodada familia vive en la
Plaza de Santo Domingo, de Vegueta.
Regresará Pedro Trujillo con dos de sus amigos de
arte y dispendios vitalistas allá en Paris. Abo-rrece él la existencia mezquina
que se vive aquí; por eso no regresaba. Tuvo que hacerlo casi a la fuerza.
Llegó a pensar que era preferible haberse quedado en París, mendigando como
ciego en la puerta de cualquier iglesia o recorriendo parques y bulevares (tanto
le asqueaba la mezquindad moral de sus paisanos). Sí, su familia era de las
ricas -por consiguiente más mezquina aún-; pero su orgullo individualista le
podía más. Lo cierto fue que re-gresó y…
...Ojalá se lea más esta
novela entre nuestros compatriotas, pariente. Pero me dices: "Si fuése-mos
una nación soberana, independiente de abusa-dores poderes fuereños y
despectivos tan castran-tes, se la hubiera leído y seguiría leyéndose por
muchos canarios y no canarios" -al igual que tantos otros libros nuestros
desconocidos e inclusive iné-ditos o poquísimamente editados.
Se ha tenido que esperar
casi ochenta años para que el insurgente trinomio editorial Ánghel Mora-les/Cándido Hernández/Pablo Quintana nos ha-ya deparado la inmensa fortuna de que podamos leerla y
sentirla. Sí, el autor de la novela -Rafael Mesa y López- falleció joven: a los treinta y ocho años tan sólo. Parece ser que murió de hambre: a mediados del enero de
1924 (¡sí!: de hambre y pese a
pertenecer a familia tan pudiente –cuestión de orgullos mimosos y corajes
vitales).
El protagonista de la
novela Las luces de la no-che sin fin es un
trasunto del autor, y en ella hay mucho de autobiográfico directo. De Rafael Mesa y López dice Pablo Quintana: "Mesa comparte, con Sotomayor y con Nicolás Estévanez, la africanía de
un humor escatológico y tan antiguo como Egipto".
En efecto, también me
disgustó -no bastante, cierto- el enterarme de que la finca bandamesca de los
Pérez Galdós fuera el pago del poder metropoli-tano a un militar canario por
una villanía esbirril: ¡tanto nos ciega el cariño, en este caso a don Be-nito!
-y aunque él, claro, no fuera responsable. Vuelves a interrumpirme:
"Tampoco ha sido raro eso de premiar abusos y traiciones impunes para
contra nuestros indefensos y acobardados e igno-rantes antepasados siempre
empobrecidos y de-sesperanzados".
Pues la leva consistía en secuestrar
muchachos pobres a punta de fusiles militares para llevarlos a una guerra en la
que se defendían intereses y privi-legios de crueles parásitos alardeados
(igual que hoy, igual que siempre). En el caso de Canarias -parece ser- había
un "derecho" (¡déjame reír
con rabia! -me dices al oír la palabra “derecho”, y suel-tas una carcajada
falsa, hiriente) que "protegía"
de esas malditas levas a los jóvenes canarios.
Y -siempre siguiendo a Mesa y López- el
padre de don Benito conculcó abusivamente ese derecho (lo que es pérfido
y por más órdenes “superiores” que recibiera), y aceptó un premio por la tal tro-pelía (lo que es peor y, repito, no tan raro
a lo largo de nuestra triste historia).
Dices: "vete a saber si eso tuvo
jodido al pobre Benito, tan sensible él para con las injusticias y las maldades
bendecidas y galardonadas". Porque el Pérez Galdós que uno ha sentido en
las novelas y los dramas y artículos y las cartas que le hemos leído y de lo
que tanto hemos aprendido es así: un hombre biófilo (amante respetuoso de lo
vivo y vivificante) y cargado de instintos justicieros soli-darios.
6-septiembre-1993
* * *
-II-
Es
cierto que no hemos leído todo lo de don Be-nito, ¡que es tantísimo!, pero sí
bastante: lo sufi-ciente para estarle agradecido, con respetuosa ad-miración,
por sus enseñanzas literarias y morales. Y nos duele que aquí -en la tierra de
su nacimiento, infancia, adolescencia y primera juventud- se utili-ce nominalmente
su enorme prestigio como un re-presor instrumento político colonial contra sus
compatriotas independentistas.
Para mí Pérez Galdós fue un hombre de
ideas libertarias y sentimientos solidarios, porque no puede haber decencia si
no hay libertad, es decir 'capacidad real de responsabilizarte'. Tampoco puede
haber justicia ni, por consiguiente, dignidad.
Tuvo él -y continúa teniendo- muchos
detracto-res, pero también muchos admiradores agrade-cidos. El mismo Julio Jurenito nos recordó afortu-nadamente en un
sentido y oportuno artículo (pu-blicado el pasado día cinco en Canarias7) lo que el también admirado García
Lorca dijera de don Be-nito con tanto tino:
"Por eso yo recuerdo con
ternura a aquel hombre maravilloso, a aquel maestro del pueblo, don Benito
Pérez Galdós, a quien yo vi de niño en los mítines sacar unas cuartillas y
leerlas, teniendo como tenía la voz más verdadera y profunda de España.
Y eran aquellas cuartillas lo más
verdadero, lo más nítido, lo más exacto al lado de las engalanaduras y de las
otras voces llenas de bigotes y manos con sor-tijas que derramaban los oradores
ruidos del mitin".
Y que en cambio otro, Antonio Espina, lo
tilda-ría con saña (pero creo que certeramente) de "no-velista rojo". Y digo "certeramente" porque
Galdós, para mí y para muchos (entre ellos el estudioso Ju-lio Rodríguez Puértolas),
fue un escritor rojo, revolucionario -es decir, transformador benéfico
de la sociedad: con todas las dolorosas contradic-ciones que conlleva el serlo
y vivirlo cuando se posee tan enraizada una colonial educación
cató-lico-burguesa y sólo te rodea mezquinizante capi-talismo.
La lectura de Galdós, pariente, tiene
muchísimo que ver en que yo sea profunda y respetuosamente independentista -ya
te lo he dicho-, de que yo aún crea que lo necesario y urgente para que algún
día haya justicia y vida con dignidad en mi Patria Ca-naria es la emancipación
-que no separación, pues ya estamos separados-; es librarnos del yugo colo-nial
español.
Porque con esa lectura aprendí -entre
otras en-señanzas- a aborrecer a los parásitos idolatrados y demás
explotadores, a odiar el servilismo a punta de pistola e ignorancia, a respetar
a quienes luchan por una vida digna para todos los humanos de bue-na voluntad,
a desconfiar asqueado de quienes ma-fiosamente utilizan con harta hipocresía el
nombre mítico de Cristo para "bienvivir" explotando vil-mente el
natural miedo del humano al dolor y a la muerte.
Y estoy convencido de que, para el trocito
de humanidad al que pertenezco (el archipiélago a-tlántico oesteafricano
llamado Canarias -¿no tra-taba mimosamente la gallega Emilia Pardo Bazán de
"africanito" a Galdós?, ¿no se autogentilizaba "africano de
ascendencia irlandesa" el merito pa-triota anarco-españolista Nicolás
Estévanez?), la posible justicia en libertad sólo comienza con su
soberanía política -relativa como todas las sobera-nías, incluyendo la de los
terroríficos estados po-derosos.
Me recuerdas: "sólo se puede ser
internacio-nalista desde la pertenencia a una nación sobe-rana; pretender ser
internacionalista desde una colonia maltratada es, simplemente, enmascarar u-na
cobardía más").
El
que Galdós jamás hiciera alusión a una posi-ble -o deseable- independencia para
su Patria na-tiva (a la que nunca implica en su extensísima na-rrativa -al
menos según mis conocimientos), el que inclusive diera fe pública y continuada
de patriotis-mo españolista, tiene (al menos para mí) una sen-cilla explicación: fue educado (mejor dicho adies-trado ignorantadoramente) en
ello, no percibía mí-nima capacidad de autogobierno entre sus pai-sanos por la
casi plena degradación humana de éstos y, además, pasó casi toda su vida allá,
en Es-paña, sin la necesidad de preocuparse en reflexio-nar sobre qué ocurría
acá tan lejos.
Acabó,
lógicamente, sufriendo don Benito por la permanente injusticia que veía en su
alrededor más inmediato. Y puso su talento y su energía al servicio del pueblo
con el que convivía -el español- y con el que se acabó identificando
plenamente. Cualquier persona honesta con relevancia social haría lo mismo.
(Me interrumpes de nuevo, pariente, para
de-cirme algo que ya sé: "si yo viviera en España tanto tiempo y echo
raíces allá -y fuera como soy-, acaba-ría sintiéndome español, siendo españolista;
es normal. O argentino en Argentina, o venezolano en Venezuela... Y lucharía
contra cualquier forma de colonialismo, incluyendo el financiero. A fin de
cuentas uno es más de donde pace que de
donde se nace)
Y esa honesta profesión de fe española de
Gal-dós no obsta para que yo y otros le sintamos como importante componente de
nuestros deseos de li-beración, como un insigne compatriota canario
("recuerda los casos de, por ejemplo, Oscar Wilde y James Joyce", me
dices, "ingleses antes de la independencia de Irlanda e irlandeses ahora… o la de Sor Juana Inés de la Cruz –quien
vivió 44 años a finales del siglo XVII- españolísima durante dos siglos y ahora
una prócer escritora más mexicana que nadie").
Pues llegaría don Benito a lo máximo y más
difícil en sentimiento político -teniendo en cuenta su educación burguesa caciquil-: al republicanismo federal enmarcado
en leyes de fuerte componente socialista ("que no borbona-nacionalfelipista", bro-meas con
entonación macabra).
Republicanismo significa, en esencia,
antimo-narquismo cuando hay monarquía (y más aun cuando hay
"monarcolatría"); federalismo signifi-ca, en esencia, soberanía
estatal compartida por naciones interindependientes solidarias; y socialis-mo
significa leyes y administración pública al ser-vicio de los trabajadores y no
en favor de los pará-sitos secuestradores del dinero.
7-septiembre-93
* * *
-III-
Sin
embargo hoy, cuando don Benito-Persona está bien muerto y no puede defenderse
ni le-vantar su voz literaria viva y corajuda, se le utiliza aquí como
instrumento colonizador. Se hace insis-tente y mezquina referencia a aquel
coherente dis-curso suyo en que –republicanamente, antimonár-quicamente,
anticatólicamente, antiparásitamente-, por noble estrategia didáctico-política,
ensalza a la patria España e insta al patriotismo libertador revolucionario a los españoles decentes frente al patrioterismo
de los aristócratas, caciques, cúpulas eclesiales y demás parasitaje encomiado.
(Interrumpes
de nuevo: "sólo era en verdad de-cente el de sentimientos republicanos y
revolucio-narios en una monarquía corrupta como aquélla y... como ésta".
No sé, pariente; conozco a auto-pregonados monárquicos que no parecen mala
gente... "¡No me jodas!, ¡¿dónde, quiénes?!, ¡disimulan!").
Pero también esa insistente referencia al espa-ñolismo
patriótico de don Benito -como si de una mancha imborrable e imperdonable se
tratare- vie-ne de gente que se dice nacionalista
canaria y utili-zándolo vilmente contra los sentimientos también
patrióticos y nobles de patriotas canarios que de-fendemos y agradecemos al
tremendísimo escritor guanche ("africanito" según su Emilia Pardo
Ba-zán). Sí, viene de gente que se niega a aceptar que la raíz anímica de todo nacionalismo -como el de don Benito- es la fe en la soberanía de la nación a que se
pertenece y por la que se lucha política-mente.
(Aprovechas para abrir el periódico El Mundo del pasado martes 31. Lo abres
por la página 6 y me señalas los renglones significativos de un arti-culito de Xavier
Domingo -el buenvividor autor del lindo librote La erótica España-, los renglones en que puede leerse sin aspavientos "...pero ella -se refiera a la
estrambotiquilla Pilar Rahola, repre-sentante parlamentaria del independentista
parti-do catalán Esquerra Republicana- es poseedora ú-nica de la legitimidad nacionalista coherente, es
de-cir, independentista".
Sí,
independentista: así de sencillo y contén-dente. ¿Por qué esa insistencia de
“nuestros” na-cionalistas canarios de
última hora en negar esa bá-sica realidad si el mismito burgués-jesuítico vasco
Xavier Arzallus predica sin aspavientos ni odios que no es español
sino vasco?, estando él en tierra perteneciente a la misma península y
nosotros tan apartados geográficamente).
Está
uno por ya creer que estos que a última hora se están autopregonando nacionalistas cana-rios y ostentan cargo
público tan significativo y tan colonialmente bien cobrado son -¡qué tristeza!-
simples ejecutores de españolas consignas antica-narias. Que son una quinta
columna político-fi-nanciera que, junto con los partidos llamados
su-cursalistas, están ahí para frenar e intentar ani-quilar todo intento de
redención nacional canaria. Para eso están muy bien gratificados, y se les nota
orondos en medio de tanta miseria económica y moral: tan ricamente vestidos y
tan bien comidos y paseados.
(Me interrumpes de nuevo para decirme:
"por cierto, me comunicó alguien que al magnífico res-taurante del Hotel-Escuela Santa Brígida van
bas-tantes parásitos "políticos" y "no políticos" -pero
protegidos éstos por aquéllos- a comer y beber de maravilla y gratis, inclusive
tratando altaneros des-pectivamente a los alumnitos y alumnitas que les
atienden, haciéndoles por ello coger aversión a profesión tan hermosa como es
la de camarero o camarera, esa labor de hacer feliz al cliente sir-viéndole lo
más amable y servicialmente -que no servilmente- posible. ¡Cuánto estimo
el trabajo de hostelería!". Yo también, pariente, yo también...).
Sin embargo son fáciles de comprender la
ac-titud y el comportamiento de estos pseudonacio-nalistas "canarios"
(dices: "o Prenacionalistas;
dé-mosles una oportunidad; quizás algún día sean Na-cionalistas, es decir,
Independentistas") que ahora ostentan poderes contra sus compatriotas
cana-rios.
Han sido ellos adiestrados -como el mismo don Benito, como yo, como tú, como todos
por acá- en la sumisión más absoluta y calladita frente al im-placable poder
metropolitano español. Por eso y para eso están el temor y la ignorancia, la
codicia por ser obedientes esbirros y cipayos a cambio de ganar más dinero y
tener más poder que los otros compatriotas canarios -¡qué tristeza!
Y echan mano a todo lo que sea y sin el
menor pudor ni respeto posibles. Nadie les rechistará en sus ataques
difamatorios al independentismo. En eso están todos de acuerdos: ellos y los
políticos de los llamados partidos sucursalistas españoles. Por-que ellos, en
esencia, son también sucursalistas. Su misión es la misma, su misión es ganar
mucho di-nero con la tarea de hacernos acatar el poderío metropolitano como sea
-sí, como sea.
9-septiembre-1993
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