A contracorriente
EL MÁS LISTO DE WHATSAPP
Enrique
Arias Vega
No creo que las redes sociales aíslen
a la gente de su entorno y nos hagan más misántropos. De hecho, gente que no se
hablaba ni con su madre ahora lo hace por medio de WhatsApp.
O sea, que estamos comunicados. ¡Vaya
si los estamos! Entre SMS, Messenger, avisos de Facebook, vídeo llamadas, mensajes de Instagram, etcétera, etcétera, no
damos abasto. Empezamos, incluso, a conseguir desinformarnos, porque ya se nos
acumulan los mensajes sin darnos tiempo a verlos y porque los contestamos
cuando nuestro interlocutor está ya en otro rollo y no se acuerda de lo que
quería decirnos.
Pero quien se lleva la palma de toda
nuestra interrelación social es WhatsApp, gracias a la cantidad de grupos
cerrados de usuarios: antiguos condiscípulos, padres del colegio, compañeros de
trabajo, familiares desde La Toja hasta Puente Genil,…
Es en esa proliferación,
precisamente, donde radica la madre del cordero: gente que se equivoca de grupo
y manda el coste de la tintorería a la red de forofos del Atleti, o un tórrido
vídeo de su amante al grupo de su congregación mariana,.. Esas cosas.
Otra, menos tenebrosa pero igual de
incómoda, es la acumulación de usuarios que escriben simultáneamente, con lo
que ya no sabes quién contesta a quién, ni de qué se está hablando porque la
confección de Torrijas no tiene nada que ver con el discurso de Pedro Sánchez.
Lo más inquietante, con todo, resulta
saber quién es esa lumbrera de la red que se inventa esos chistes tan
divertidos que nos llegan repetidamente por todas partes. ¡Qué listo debe ser
el tío!, me digo, porque a mí no se me ha ocurrido ninguno y nadie sabe nunca
quién es el autor de esas magníficas chanzas.
Que sepa que todos tenemos ganas de
conocerle. Yo, desde aquí, le insto a que me llame para que me cuente el
secreto de cómo podrían ocurrírseme a mí algunos chistes.
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