CANARIAS APAGA SUS LUCES PARA QUE LAS CENICIENTAS ALCANCEN EL MAR
ANA SHARIFE
En las noches sin
luna miles de crías de pardela cenicienta salen de sus madrigueras para
emprender su primer vuelo al mar. En ese proceso y debido a la contaminación lumínica
de las ciudades y entornos turísticos, muchas de estas aves caen cegadas por
las luces o quedan desorientadas, siendo incapaces de remontar el vuelo por sí
solas.
Un experimento
científico inédito en Europa impulsado por la asociación conservacionista
SEO/BirdLife a través del proyecto internacional Luminaves, que abarca los
archipiélagos macaronésicos de Canarias, Azores, Berlanga, Madeira y Salvajes
trabaja con un mapa de siniestralidad cuyo objetivo es implantar una estrategia
que reduzca la contaminación lumínica de las islas.
LA CENICIENTA ES UN
AVE SILENCIOSA EN MAR ABIERTO QUE CUANDO NO ESTÁ CERCA DEL NIDO EMITE SONIDOS
QUE CONFUNDEN AL VIAJERO CON EL LLANTO DE UN BEBÉ
Mientras en algunas
ciudades españolas sus alcaldes compiten durante esta Navidad por ver quién
contamina más, cada año SEO/BirdLife con el apoyo de numerosas entidades y los
cabildos isleños a través de Medio Ambiente emprenden una campaña que bajo el
nombre La noche de las cenicientas solicita a los ciudadanos y empresarios
bajar la intensidad de las luces exteriores o apagarlas directamente (siempre
que se pueda) entre las 20.00 y la media noche del mes de noviembre, para que
las cenicientas alcancen el mar.
La cenicienta es un
ave silenciosa en mar abierto que cuando no está cerca del nido emite sonidos
que confunden al viajero con el llanto de un bebé (muy presente en la serie
Hierro). Es una de las siete especies de pardelas migradora y pelágica que
sobrevuela el cielo canario, y unas 40.000 parejas vienen a hacer las puestas a
las costas canarias. Ponen una vez al año un solo huevo cuya incubación suele
durar 55 días. Cuando ha llegado casi al final de su desarrollo, sus padres la
abandonan y se ve obligada a aprender a pescar por su cuenta. En ese vuelo se
enfrenta a muchas e importantes amenazas, los tendidos eléctricos con los que
colisionan, la contaminación lumínica que las desorienta, así como otros
factores de menos incidencia en las islas relativos a su caza ilegal, la
sobrepesca, y las muertes que se producen en redes y palangre.
Según datos de
Luminaves, se estima que en Europa existen entre 140.000 y 210.000 parejas y
unas 90.000-150.000 son de la subespecie borealis (pardela cenicienta). La
principal población cría en todas las islas e islotes del Archipiélago canario,
en lugares inaccesibles (acantilados, cuevas, barrancos del interior, bajo
vegetación e incluso en la arena). Unas 30.000 se reparten entre en
Archipiélago Chinijo (entre 11.400 y 13.400) y entre 10.000-12.000 parejas en
Alegranza, convirtiéndolo en el enclave más relevante de Canarias y el segundo
más importante para la subespecie, tras el de Salvaje Grande. También tiene
presencia en las demás islas, sobre todo en Lanzarote, Lobo, Hierro y Tenerife.
La campaña de
divulgación y concienciación del proyecto LuMinAves, cuyo período de actuación
finaliza este año, ha calado en los isleños, sensibilizando a la ciudadanía
sobre la importancia de reducir la iluminación artificial. La ong ha puesto en
marcha acciones concretas para tratar de frenar el daño que produce, con la
corrección de puntos negros de deslumbramiento, evaluando el estado de
conservación de las aves, mejorando el sistema de rescate y recuperación, así
como formando técnicos. En esta anualidad se implementó un nuevo sistema de
recogida de datos de esta especie a través de un sistema de anillamiento
facilitado por la Sociedad Española de Ornitología.
Cada año, los
cabildos recuerdan a sus habitantes que no se debe administrar agua, alimentos
o medicamentos al animal rescatado y que, en caso de encontrar alguna pardela
accidentada, se llame al 112. En ese momento se pone en marcha un protocolo que
activa a los responsables del área para recoger al ave.
SÓLO EN TENERIFE,
DONDE SE ESTIMA QUE HABITAN ALREDEDOR DE 8.000 Y 16.000 EJEMPLARES, SE
RECOGIERON EL PASADO AÑO UNAS 2.500 PARDELAS AFECTADAS POR EL EXCESO DE LUZ
Sólo en Tenerife,
donde se estima que habitan alrededor de 8.000 y 16.000 ejemplares, se
recogieron el pasado año unas 2.500 pardelas afectadas por el exceso de luz, y
en El Hierro, donde nidifican unas 4000, se recogieron entorno a las 600
cenicientas que deslumbradas perdieron el rumbo hacia el mar y cayeron a tierra
incapaces de remontar el vuelo por sí mismas.
La Ley del Cielo
Hace más de tres
décadas que Canarias, desde el Gobierno, a propuesta del Parlamento de las
Islas, aprobara la Ley del Cielo. En octubre de 1988 una normativa pionera en
el mundo empezó a regular la contaminación lumínica, la contaminación
radioeléctrica, la contaminación atmosférica, e incluso las rutas aéreas de
cielos como el de La Palma y parte de Tenerife.
Una excesiva
iluminación no sólo supone un enorme gasto innecesario en electricidad, sino
que afecta a la salud de las personas, pues existe una relación directa entre
la contaminación del aire y la contaminación lumínica.
En el entorno de la
Unión Europea, España se erige como el segundo país más derrochador en
iluminación, y ciudades como Valencia, Alicante o Murcia tienen el récord,
señala un estudio realizado en la Universidad Complutense de Madrid. Durante la
noche, se produce de forma natural la limpieza de las partículas de óxido de
nitrógeno, pero debido al exceso de luz artificial este proceso es más lento.
Esto provoca que el aire que respiramos al día siguiente vaya acumulando cada
vez más partículas contaminantes.
Enric Marco Soler,
técnico superior de Astronomía y doctor en Física por la Universitat de
València advertía recientemente en The Conversation sobre el daño que produce
en el bienestar de los habitantes el derroche de iluminación. No sólo afecta a
la atmósfera, sino que también “se cuela en los hogares, causando trastornos
del sueño como la inhibición de la producción de melatonina”, gravemente
perjudiciales para nuestra salud. “La cronodisrupción producida está
relacionada con problemas de insomnio, obesidad, depresión o diabetes”,
alertaba. “Las luces led blancas con un exceso de componente azul que se
instalan en muchas ciudades y pueblos son los mayores disruptores del ciclo día/noche
de nuestro organismo”.
La contaminación
lumínica también produce diversos efectos sobre el medio ambiente, sobre todo
en zonas medioambientalmente sensibles como los parques nacionales y
ecosistemas donde mamíferos, anfibios, tortugas marinas, plancton e insectos
necesitan de la oscuridad, representando las aves marinas el grupo de aves más
amenazado. Y en este punto, Canarias puede presumir de que en muchos municipios
de las islas se han acondicionado las instalaciones del alumbrado público consiguiendo
frenar el avance sin tregua de la contaminación lumínica.
En definitiva,
sería necesario que una Ley del Cielo se extendiera al resto del país, no sólo
por el derecho de la humanidad a disfrutar de la contemplación del Universo,
sino para luchar contra la contaminación. Urge cambiar el modelo de producción
y consumo actual para dejar un planeta habitable y saludable para nuestros
hijos y nietos.
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