VILLAREJO Y FILEMÓN, AGENCIA DE INFORMACIÓN
DAVID TORRES
Se miren por donde
se miren, los tejemajenes de la Policía Nacional son bien extraños incluso para
los baremos de la Policía Nacional, los cuales rebasaron hace tiempo todas las
expectativas. Ante cada nueva declaración en la Operación Kitchen y el caso
Villarejo, las actas judiciales siguen engrosando el guión de un tebeo de
Ibáñez, algo a mitad de camino entre Mortadelo y Filemón, agencia de
información y Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. No faltan en sus
nutridas páginas ni el superintendente Vicente ni el botones Sacarino. Da mucho
miedo comprobar en qué manos han estado las fuerzas de seguridad del país en
los años del último gobierno del PP, sí, pero también da mucha risa.
La penúltima
entrega de este inextricable disparate ha sido la intervención de Eugenio Pino,
antiguo Director Operativo Adjunto de la Policía Nacional, quien ha contado que
un día el entonces ministro del Interior, Jorge Fernandez Díaz, vino a echarle
la bronca en su despacho de parte del presidente Mariano Rajoy porque estaba
tratando muy mal al comisario Villarejo. Entre las diversas contradicciones en
que ha incurrido Pino, destaca la de que desconocía las reuniones de Villarejo
con Josep Pujol y con Javier de la Rosa, cuando anteriormente había declarado
lo contrario. Debe de ser que Pino es uno de esos agentes concienzudos y
sumamente cristianos que no sólo ignoran lo que hace su mano derecha sino que,
mientras lo ignoran, le sacan fotos con la mano izquierda. Además ha señalado
que Villarejo se saltaba la cadena de mando con frecuencia, algo que tampoco
puede extrañar a nadie teniendo en cuenta que Villarejo también ha saltado
limpiamente el código deontológico, los principios éticos y varias leyes de la
Física.
Esto de incurrir en
contradicciones sucede cuando uno mezcla mentiras flagrantes con verdades a
medias: ya advertía Mark Twain que mentir es mal negocio, que una de las
ventajas de decir siempre la verdad es que nunca tendrás que recordar qué
mentira dijiste antes. Otro método que también funciona muy bien es el de
Mariano Rajoy, que consiste en declarar que él no se acuerda de nada y a
continuación publicar un libro de memorias que, para el caso, podía haberlo
redactado con goma de borrar. Por algo Una España mejor va a la cabeza entre
los tochos más vendidos, aunque la inmensa mayoría de los lectores no saben ni
de qué va el título, incluyendo el negro que lo ha escrito.
Los libros de los
ex presidentes pertenecen a un género indefinido, mitad ficción, mitad no
ficción, excepto el de Rajoy, que cae de lleno en la literatura fantástica.
Muchos de ellos se basan en la inclusión de gran cantidad de episodios
diplomáticos que no interesan a casi nadie y la supresión inmisericorde de
otros episodios que apasionan a todo el mundo, más diplomáticos todavía. Entre
los sobres de dinero negro, la contabilidad en B de los cuadernos de Bárcenas,
la financiación ilegal, los negocios con amiguetes y los innumerables casos de
corrupción que asolan la geografía española, los años del gobierno del PP según
la elipsis de Mariano apenas dan para una tira cómica sólo que sin puta gracia.
En cuanto a la policía, alguien se quejó una vez de que lo malo es que a veces
se pone de parte de la ley, pero en España difícilmente correremos ese riesgo.
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