PRIMERA SEMANA BOLIVARIANA
JUAN CARLOS ESCUDIER
Ha pasado una
semana desde la toma de posesión del nuevo Gobierno, y este lapso de tiempo,
que a priori puede parecer poca cosa, ha sido suficiente para que la
intelligentsia mediática del país desenmascare sus verdaderos y oscuros
propósitos. Podría pensarse que sus juicios son apresurados o que los más
afamados forjadores de la opinión pública cojean de la pierna derecha, aunque
eso sería negar méritos a la profundidad de su análisis y reflejos a sus
autores. La intelligentsia nunca yerra. Para eso es la intelligentsia y no unos
simples ganapanes a sueldo.
En sólo siete días,
como se decía, y al hilo de las primeras decisiones del gabinete, nuestros más
enjundiosos analistas han logrado poner boca arriba las cartas de estos tahúres
en un admirable ejercicio de alerta temprana. Nos hallamos, según explican, en
los albores de una autocracia posdemocrática, que viene a ser, para los que no
lo tienen muy claro, una especie de huevo que Pedro Sánchez y sus socios están
incubando a la manera de las gallinas cluecas y de cuyo cascarón emergerá un
régimen bolivariano monísimo y autoritario. No traerá una hogaza debajo del ala
porque es sabido que lo primero que se echa a faltar en este tipo de regímenes
es el pan y el papel higiénico.
Al frente de este
conglomerado opaco, que se dispone a asaltar la Constitución pese a sus
promesas de acatamiento con un pin rojo, se sitúa el ya citado Sánchez, que en
realidad es un Putin del barrio de Tetuán o un zar a la rusa manera, y la
prueba es que ha encumbrado a su propio Rasputín, que en esta ocasión no es un
monje loco sino un vendedor de crecepelo muy listo. Ambos, señor y valido, ahí
donde los ven, planean dar un hachazo a la legalidad o dos si son pequeños, de
manera que los justos serán purgados y hasta el rey debería tentarse el armiño
porque estos tíos no van de broma ni se paran en barras por muy de Zarzuela que
sean los hierros.
Tras las andanadas
a la Justicia y a la separación de poderes, los cañones de la Moncloa, que son
como los de Navarone y no como los de Gila que llegaron sin agujero, disparan
ya contra la familia, negando a los padres la propiedad de sus hijos, el primer
paso antes de estatalizar el lavavajillas. Es, o así se resume, la victoria del
marxismo cultural, que es una apisonadora el jodío, y pasa por encima de todo
lo que se menea y hasta de lo que está quieto. El liberticidio se consuma
mientras el trío de Colón se mira el ombligo o tiene que dar cuentas por sus
visados de obra en el Colegio de Arquitectos, víctima de una perfecta maniobra
de distracción.
Es pronto para
saber si hay esperanza aunque es muy probable que la intelligentsia halle un
camino el próximo fin de semana, que es cuando más elaborados son sus
pastiches. De momento, tendremos que asumir que las reuniones del politburó,
ante llamado Consejo de Ministros y ahora Consejo de Ministras y Ministros, se
realicen los martes, en lo que, al parecer, es el atentado más grave a la representación
popular desde lo de Pavía y su caballo, y eso que ya está demostrado que sólo
uno de los dos animales entró al palacio de la Carrera de San Jerónimo.
En lo que sí parece
haber consenso es en que el sancherato no será corto, pese a que en un primer
momento se le creía a expensas de los designios del malvado independentismo.
Ulteriores investigaciones y sesudos análisis han establecido que, en realidad,
caminan de la mano en su objetivo de trocear el país a la manera del plato
contra el cochinillo recién sacado del horno. Dure mucho o poco, siete días ya
han sido bastantes para que los primeros sondeos muestren que los españoles no
son fáciles de engañar porque suspenden al Ejecutivo, especialmente a Pablo
Iglesias, sin siquiera examinarle. Si la vida es eterna en cinco minutos, que
no será una semana.
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