PADRES PROPIETARIOS
GERARDO TECÉ
La mala noticia es
que volvemos a estar enredados por la enésima ocurrencia de la cúpula de la
extrema derecha. La buena, que ahora podemos dibujar con más detalle el
desconcertante perfil de ese padre maleducado que entiende al educador como un
empleado doméstico al que gritarle cómo debe hacer su trabajo. El profesorado
entendido como la extensión de la dominicana que te viste al crío por las
mañanas. No hay mal que por bien no venga. “No consigo que pongan las tildes,
voy a conseguir que se hagan maricones”, resumía en redes sociales un profesor
sevillano el jaleo provocado por la derecha y su repentina necesidad, cuarenta
años y siete reformas educativas después, de un pin parental con el que poder
vetar cierta parte del mundo a los niños escriturados a su nombre. El término
elegido para la ocurrencia –pin parental– da algunas pistas sobre la actitud
con la que estos propietarios de críos afrontan una problemática sacada de la
chistera: pulsas el botón de limitarle contenidos desde el sofá y listo.
La medida promovida
en Murcia por Vox ha sido abrazada por el PP nacional como solo se abrazan las
cosas que amas de verdad. De un tiempo a esta parte, esto no es noticia. Vox se
ha convertido en el principal camello de un Pablo Casado que compra cualquier
producto –por tóxico que sea– que el partido fascista ponga en el mercado
político. También la actitud grotesca se compra. Una actitud y unas formas que
llevan al Partido Popular a hablar de Cuba o Stalin para exigir libertad ante
una ley educativa aprobada por el Gobierno de Rajoy en 2013. Sería un chiste si
no fuera una diarrea mental. Para 2021, calculo que Vox propondrá acabar con
las plazas reservadas a discapacitados y entonces Casado se sumará subiendo la
apuesta: exijo mi libertad de poder aparcar encima de la acera aunque le pese
al comunismo.
Que todo esto del
pin parental sea una ocurrencia no le quita importancia. Todas y cada una de
las ocurrencias Made In La Caverna tienen su importancia por el peligro social
que suponen. El principal, para los propios afectados, hijos de padres echados
al monte sin culpa de que sus padres quieran politizar el aula porque el
partido en el que militan calienta banquillo. Si la medida se implantase, los
alumnos, propiedad de menganito el de Vox y fulanito el del PP, deberían salir
del sistema educativo cada vez que en él se trabajasen los contenidos
relacionados con la convivencia y reglados en la ley educativa: “Vamos a hablar
de respeto al prójimo, si tus padres votan a la derecha, por favor, abandona el
aula”. La medida también afecta a la autoridad del profesorado. Esa autoridad
tan dañada y, sin embargo, tantas veces reclamada por algunos, siempre y cuando
autoridad signifique el sargento chusquero gritando y no el profesor formado
que enseña respeto y convivencia. Quienes defienden el derecho a aislar a sus
hijos del siglo XXI y su diversidad no hacen más que alimentar el problema del
que se quejan: la existencia de este tipo de contenidos en la educación
pública. Si no quieren un sistema escolar que “adoctrine”, tienen la solución
en su mano: respeten y enseñen respeto en casa, así no hará falta enseñarlo en
el colegio.
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