DIPUTADO EUROPEO, PRESO ESPAÑOL
FERNANDO LÓPEZ AGUDÍN
No habían
transcurrido ni veinticuatro horas de la advertencia del Jefe de Estado al
presidente de Gobierno, el dolor vendrá después, cuando efectivamente Pedro
Sánchez pudo comprobar cuanta razón encerraba el aviso de Felipe VI. La doble
bofetada judicial del Tribunal Supremo, manteniendo la prisión e inhabilitación
de Oriol Junqueras contra la reciente decisión del Tribunal de Justicia
Europeo, indica muy meridianamente que las puñetas de la oposición togada,
liderada desde el Poder Judicial por el siempre diestro magistrado Carlos
Lesmes, es más eficaz que la de las tres derechas dirigidas por el trío Casado,
Abascal y Arrimadas. Así la derrota parlamentaria del PP, Vox y Cs del pasado martes es bastante compensada por su
victoria leguleya de ayer jueves.
La Sala de lo Penal
del Supremo se opone incluso a cualquier permiso penitenciario a Junqueras para
que pueda trasladarse a la sede del parlamento europeo, que lo reconoce como
diputado, porque la Sala de lo Contencioso confirma su inhabilitación por la
Junta Electoral Central. Pese a que el
propio presidente de la JEC, Antonio Jesús Fonseca Herrero, es asimismo
uno de los magistrados de lo Contencioso del Tribunal Supremo. Paradoja a la que
hay que sumar la cuestión prejudicial elevada por el presidente de la Sala de
lo Penal, Manuel Marchena, al Tribunal de Luxemburgo sobre el diputado preso
Junqueras, que ha sido desoída dado que la respuesta favorable a la presencia
del prisionero de Lledoners en Bruselas no es de su agrado.
Salvo el decadente
euroilusionismo de los nuevos sacristanes políticos, heredado del viejo
eurocatetismo tradicional, nadie se sorprende. Si Polonia y Hungría hacen de su
capa judicial un sayo, ¿por qué el Tribunal Supremo español no iba a hacer con
sus puñetas lo mismo? Caben bien, por supuesto, todo tipo de recursos
judiciales, pero el excelente equipo jurídico del Partido Popular sabrá
encontrar oportunas argucias legales para continuar vistiendo como presidiario
a Oriol Junqueras. Si además el Tribunal Supremo cuenta con el aval de la
Fiscalía General del Estado, contra la opinión de la abogacía general, miel
sobre hojuelas justo en las vísperas de la conversación telefónica del
presidente Sánchez con el president Torra.
Más allá de las
intenciones subjetivas del Tribunal Supremo, este serrucho judicial intenta
cortar las cuatro patas de la Mesa del Diálogo que la Moncloa y la Generalitat
se disponen a montar nada más se constituya el gobierno de Pedro Sánchez. Es
una nueva zancadilla más a la perspectiva de un posible encauzamiento de la
histórica cuestión catalana. Si la Unión Europea fue un argumento de peso contra el soberanismo,
durante el procés, ¿por qué deja de serlo cuando los tribunales belgas,
escoceses, alemanes y suizos dan la razón siempre a los derechos políticos de
los soberanistas? Quizás la explicación resida en esa contundente negativa del
PP a negociar la renovación de un Poder
Judicial caducado desde finales de 2018.
Incluso si el
presidente Pedro Sánchez se plantease la concesión de algún indulto, una clara
atribución de la presidencia del Gobierno, podría encontrarse también con la
negativa del Tribunal Supremo a dicha concesión. No le queda más que esperar a
que el soberanismo catalán sepa reaccionar con audacia, prudencia e
inteligencia a las puñetas de la oposición. Romper el diálogo, cuando todavía
no ha empezado, sería entrar justo en la dialéctica de quienes hoy escriben
políticamente con los renglones jurídicos torcidos. Los republicanos supieron
no caer en la trampa en la investidura de Pedro Sánchez y probablemente sabrán
también no poner el pie en este artero cepo leguleyo, pero no se puede asegurar
lo mismo de sus compañeros soberanistas.
Estamos ante una
muy grave crisis de Estado. El Poder Judicial enfrentado al Poder Ejecutivo, el
Poder Legislativo demediado. La mitad de la sociedad catalana, que se siente
solo catalana, contra la mitad que se siente sobre todo española y la mitad de
España, que sostiene la vía política para encauzar el problema catalán, contra
la otra mitad que apoya la vía judicial. La judicialización de la política del
Fiscal General Maza y el juez Llarenas, iniciada bajo el inmovilismo de Rajoy,
desemboca estos mismos días en la creciente politización de la Justicia
española bajo el caducado presidente del Poder Judicial, Carlos Lesmes. Doblar
el gobierno de Pedro Sánchez, basado en la mayoría del parlamento, por el
gobierno de los jueces, basado en el Consejo General del Poder Judicial
nombrado bajo Rajoy, sería una gravísima equivocación de incalculables consecuencias.
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