viernes, 24 de enero de 2020

PRUDENCIO A SUS PARIENTES


PRUDENCIO
A SUS PARIENTES
José Rivero Vivas
Prima Adela y Primo Blas:

Entiendan que me dirija a Ustedes por separado, pues, entraña riesgo incluirlos en un todo, femenino o masculino, lo cual puede ser constatado en la propia designación de las diversas rocas que integran el Archipiélago, conjunto bien equilibrado en su perfil, y, sin embargo, no obsta para que alguien, respecto de la Isla de Lobos, pretenda acaso añadir su estigma.
Ávidos de ilustre ponderación, habrán de observar que todos presumen oír, sin mencionar el son de aquellos que van con mirada perdida hacia el horizonte. Luego, no es cuestión de negar su condición de remeros, ante quien canta, presto a suplantar la identidad del que, inmerso en desazón, siente resbalar el acierto fecundo de quienes preceden, más allá de la diatriba, enfocada hacia el hartazgo de primavera. Escuchen, pues, sin remilgos, la penalidad implantada el mes de agosto, tras ritual urdido frente a la sede oficial de intrincada red informativa.
Consecuente con esta práctica, aducen unos que estaban los jueces furiosos, no por cuestión de duda relativa a su expresión extemporánea, sino por cuánto se tarda en asimilar el inaudito fárrago, a ultranza vertido sobre el pasivo espectador, testigo presencial de las cívicas diferencias, exentas inclusive de daño colateral, tanto en Canarias cuanto en distantes regiones del planeta. No obstante, muchos se muestran satisfechos de nacer en época, en que el oriundo del lugar sentía orgullo de sí, ajeno a la fatuidad que hoy cada cual desborda, cual pírrico aditamento que lo lleva a conceptuarse por encima de sus semejantes, y, como encendido nopal, va erizado de punzantes púas erectas.
En su análisis somero, se insinúa que son infinitos los pronósticos invariables, en la enseña petrificada antes de amanecer, momento en que los santos varones creyeron estar embebecidos en la conmemoración de su inalterable génesis, sin reparar que el sueño vence en la media tarde, y, deviene embarazoso el desarrollo de un artículo, al margen de admisión o rechazo por el personal. Con todo, el ciclo se descompone antes de lo previsto, según condena, cuando aún aspiraba la gente a celebrar, lejos de insoportable mancilla, la inveterada costumbre tradicional.
Viene, por lo tanto, a propósito el relato de todo lo alcanzado en largas horas de labor. No obstante, se ha de parar esta insensatez, aunque no existe ciertamente motivo de inquietud. Así que, aparte de no teman, voy a rogarles que no se pongan de hinojos ante el potentado, ni aprueben la locuacidad de sus adláteres; puede que al cabo ensanchen los pulmones cuando viajen de incógnito al país lejano con que sueñan a toda hora. De ello se deduce que, pues el sacerdote sigue bien solemnizado, convendría presentarse en la tienda de la estrella televisiva, asimismo del ídolo, a fin de comprobar que los dos se encuentran en su numen prodigioso.
Esta experiencia nos lleva a observar que, doquiera surge un áulico troquel, de insólito subrayado, sobre el impulso generador de los condimentos infaustos para mí, en lapso de la amnesia adquirida, por mor de aquel encontronazo con miembros de insulsa notoriedad, resulta difuminada el aura que proporciona aliento al peregrino. De hecho, no es plausible hallarse henchido de pertenencia a sitio expreso, sino estar consciente de que, ser natural de señalado país, no hace mejor al individuo, aunque tampoco peor; así pues, tratemos de tolerarnos, con independencia de credo, color, clase y patrimonio. Es cuanto abiertamente pienso de la agitación en torno, si bien, en realidad, no logro recordar nada de lo sucedido ayer. El caso es que, aparecieron ambos líderes en mi puerta, y, sin ambages, invocaron odio hacia mí, cuidando de no esclarecer tampoco la causa de su astucia, al tiempo de redactar una tras otra las vertidas anomalías. Paciente me atuve a su infundio, en mudo testimonio, propio del intríngulis seguidamente advenido sin más.
En consecuencia, se llega a la conclusión de que es de suyo preciso promover la elaboración de una teoría, con fuero didáctico, de forma que el ciudadano tome conciencia, sin necesidad de adherirse a signo determinado; pero, reflexivo en su actuación, habrá de liberarse al fin de su atavismo ancestral. Ello se lograría con el estímulo de la meditación sobre sí mismo, así como sobre todo aquello concerniente a su entorno; lo cual sugiere no mencionar estructura social ni diversidad de ideas, susceptibles de herir trasnochadas sensibilidades. Referente al término empleado para definir la coyuntura, es de suponer que no haya equívoco posible relativo a su acepción; de lo contrario, la esencia del documento en ciernes queda suspendida en el vacío propiciado por el abismo exterior. De lo expuesto se infiere que se trata en suma de convertir al sujeto, rural y urbano, en ser pensante, con criterio propio, de modo que no se vea influenciado por cuanto exabrupto emiten los medios de comunicación, en tácita venia de eximios representantes del magno saber, que aun sin ser partícipes de la encomienda, se esponjan altivos en su eminente facultad intelectual.
Notifiquen ahora a quién proceda las peculiaridades del tema, a ver si da réplica, con sinceridad y acierto, a las múltiples propuestas obtenidas en la sucinta embajada. Comprenderá entonces el oyente que, si la felicidad se anuncia en telediario, es sin duda para mejor vender cuantas rosas ascienden a primera categoría. Si acaso hubiera reticencia al entendimiento de la obligación cumplida, podrá apreciarse la discontinuidad entre las partes, en la prima dedicación histórica, por causa del sofisticado aparato electrónico, ya obsoleto; puesto hoy a la deriva, cual yate al pairo, yace aletargado su capitán, cuando empieza a marear por no deglutir sólido alimento con que reponer fructífera energía.                                                                                                                                                                                                                     
Perplejo ante la contrariedad suscitada, el pulso va de cabeza al río, puesto que el afectado, de hiriente activo, remiso se dirige a casa de su vecino, con objeto de pedirle exponga su razón de no trabar amistad con quien subsiste destituido de núcleo social. El aporte es fruto de señor Cristino, tío abuelo nuestro, hombre educado y un tanto ceremonioso en el trato con los demás. Pese a su avanzada edad, continúa marcando su diario paseo en la playa, donde últimamente evita encontrar ninguna persona, y anda con la vista fija en la arena, sin ceder el paso, de cortesía, ni sonreír en afable gesto de ¡hola! gentil. Arguye que, en cada mirada, de niña y niño, de doncella y efebo, de experimentado adulto, dama y caballero, percibe hondo reproche, tal vez celada eutanasia, por su prolongada permanencia en este limitado espacio, que alguno se atribuye en propiedad. Sin embargo, a la demanda de pertinente indicio, exhibe firme reserva, por consideración al otro, sostiene, y respeto a sí mismo, además.
Ceso ya de referir, Adela y Blas, las singulares características, insertas en este discreto pliego, acerca de la insoluble crisis del ser en declive.
Reciban, pues, un caluroso abrazo de Prudencio, su primo siempre.
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José Rivero Vivas
PRUDENCIO
A SUS PARIENTES
Enero de 2020
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