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REFLEXIONANDO SOBRE GALDÓS,
LEÓN Y
CASTILLO Y ...
VICTOR RAMIREZ
Dijo el apodado Pancho: "Por la prensa de
fi-nales del mayo pasado te enteras de que dos es-tudiosos de Galdós han estado
por aquí". A lo que añadió el apellidado Miranda: "seguro es que
esta-rán ellos papanatamente muy bien subvenciona-dos con dinero que
normalmente se regatea o nie-ga a canarios tan meritorios o más que esos dos
es-tudiosos, estudiosos a los que por otra parte agra-dezco cordial su
dedicación a nuestro admirado don Benito".
Se llaman Stephen Miller, de la
Universidad A&M de Texas, y Peter Bly, de la Universidad de
Queen en Canadá. Miller dice que está ultimando u-na edición facsímil de tres
álbumes con dibujos realizados por el joven Galdós. El tercero de éstos -fechado
en 1867, cuando Galdós contaba veinticin-co años- se titula El Atlas zoológico.
Afirma Miller -contento por su
descubrimiento- que, en este atlas,
Galdós critica ferozmente a su "amigo" León y Castillo, quien
aparece convertido en un pavo rodeado de
polluelos y en un fumador molino de viento alrededor del cual giran sus
acólitos. Y añade: "siempre se ha
dicho que ambos eran buenos amigos, pero si León y Castillo hubiera visto los
dibujos de Galdós habría tenido que hacer un gran esfuerzo para seguir siendo
su amigo".
Continuó
el apodado Pancho: Leyendo esto me alegré ingenuamente. Pues se confirmó lo que
ha-bía yo presentido: Galdós, benéfico con su literatu-ra y sus actuaciones
socio-políticas (pese a ser ca-nario en la metrópoli) no era tan amigo de aquel
tan dañino trepador egocéntrico, codicioso insacia-ble, que desde joven siempre
había sido el también canario Fernando León y Castillo.
Simulaba
ser amigo porque, canario a fin de cuentas, don Benito sentía temor ancestral
al pode-río español -peor si lo ejerce esbirrilmente otro ca-nario- y evitaba
enfrentarse claramente a éste".
(Entonces intervino el viejo Armiche:
"El mis-mo Pío Baroja -con esa farruca altanera psicología de vasco que no
puede entender la nuestra tan pu-silánime- reprochaba a su bastante admirado
Gal-dós la permanente doblez, los habituales retran-queos, sus recurrentes
hipocresías: le calificaba na-da menos que de "cuco". Y llegó inclusive a mo-lestarse
porque don Benito no se hubo atrevido a dejar claro -en su pertinente episodio nacional- quiénes estaban
detrás del asesinato del general Prim -lo que era de dominio público.
En fin...".)
La existencia de esos dibujos que
retrataban tan bien al canario vanidoso trepador León y Cas-tillo se explica
-según Miller- porque Galdós no pensaba
publicarlos. Éste se comportó sincero realizándolos. Por eso dijo Miranda:
"Lo que significa que sus instintos
de justicia, que no le abandonaron pese a su esquizofrenia ide-ológica, natural
en todo gran creador -y más en un colonizado consciente o no- lo forzaron a
ello: a plasmar la verdad sentida. Como creía que no se le iban a descubrir sus
fobias al 'amigo' Fernando, fue
sincero. Si llega a sospechar mínimamente que éste se hubiera enterado, no
habría hecho esos dibujos o los hubiere destruido. El artista colonizado
inte-ligente y además sensible, no nos olvidemos, es muy miedoso, más miedoso
de lo normal".
Tienes razón. Mister Miller confirmó, como
dándotela: "Galdós siempre era muy
crítico en su primera redacción. Luego revisaba y moderaba su
crítica, algo que en los dibujos no aparece; por lo que podemos ver hasta dónde
podía llegar la ironía del autor".
Emplea eufemismo el estudioso galdosiano:
no se trata de ironía; se trata de
auténtico desprecio. Y también emplea eufemismo con lo de "moderaba su crítica". Benito Pérez
Galdós, sencilla y cruda-mente, se autocensuraba:
lo que no desdice su tre-menda valía, ni rebaja un ápice la tremenda afec-tuosa
admiración que le profeso, ni hace que olvidemos la valentía de que tantas
veces hará gala en sus escritos -y sobre todo cuando se sentía eufó-rico en
mítines rodeado de correligionarios.
Se autocensuraba don Benito porque temía,
co-mo consecuente canario, al tan dañino poderío es-pañol y evitaba arriesgarse
sin necesidad. Lo ver-daderamente hermoso es que (ya lo sabemos y se hará
público gracias a la edición de esos dibujos, sinceros por clandestinos) Galdós
no sentía apre-cio por León y Castillo, sino todo lo contrario. Si-mulaba la
amistad por pura conveniencia.
Mas lo que me rechinó en el alma fue la
aseve-ración del otro estudioso, el canadiense Peter Bly, cuando soltó la
patujada esa de que Galdós sería -por su enorme sentido audiovisual (¡menudo
des-cubrimiento en un escritor realista!)- "todo un Al-modóvar o un Fellini" -¡sic!
A uno le causan asco esas poses de algunos
se-ñores visitantes estudiosos y de algún que otros in-telectuales
fuereños, para agradar a la galería -y caer simpatiquillos-, cuando se ponen a
exaltar lo "español" aquí
-como inclusive escribióse que ha-bía hecho el admirado portugués José Saramago (quien, según los
papanatas mayordomos de "nues-tra"
cultura y a poco que te descuides, resultará más canarista que el mismito Secundino Delgado) cuando obtuvo el
Premio Nobel.
No podría aguantar más en silencio
Miranda: "¡Pero qué demontres tiene mínimamente que ver Pérez Galdós con
ese ultranacionalista borbónico tan rastreramente
progre, el Almodóvar, cuyo re-pulsivo cine se alardea porque precisamente
sirve, reaccionario pese a sus embadurnamientos de mo-dernidad progresista,
al mismo poder que don Be-nito, pese a sus temores de guanche frente a lo
hispano, combatió!
No olvidemos que escribió don Benito
diciendo, nada más y nada menos, que para
empezar el ca-mino hacia la justicia había que acabar -no dejar nada- con la
Monarquía, con la Iglesia -no dejándole ni una escuela- y con el
Caciquismo".
27-junio-1999
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