¿PERO FEIJÓO JUEGA A ALGO?
CARLOS
ELORDI
Núñez
Feijóo junto a Díaz Ayuso y Gamarra en
un
acto de partido en Madrid.
El proceso para la investidura se está convirtiendo en un esperpento. Feijóo confirma cada día que es incapaz de obtener nuevos apoyos y, sin embargo, dispone aún de casi un mes para seguir acaparando el protagonismo de esta ceremonia de la confusión que sólo puede conducir a su fracaso y a que sea Pedro Sánchez el encargado de intentarlo.
A la vista de este bloqueo perfectamente previsible dados los datos de partida, cabe hacer dos preguntas. Una, ¿por qué la presidenta del Congreso aceptó el larguísimo plazo que Feijóo le pidió para negociar su candidatura, cuando, en vista de las posibilidades, en menos de dos semanas se podía haber cumplido el trámite? Y dos: ¿por qué el jefe del Estado aceptó la candidatura del líder del PP si él, como todos, sabía que carecía de los apoyos suficientes para abordarla?
Las respuestas a
ambas preguntas se inscriben en el mismo marco. En el primer caso, está claro
que Pedro Sánchez coincidió con la presidenta en aceptar la inusitada
pretensión de Feijóo al hilo de que tampoco mostró crítica ni reticencia alguna
a la previa decisión de Felipe VI. Y en ambos casos, seguramente por el mismo
motivo: el de privar a Feijóo y a la derecha de un argumento victimista que
seguramente, y muy a su estilo, habrían llevado hasta el paroxismo, empañando
la investidura de Sánchez y marcando el inicio de la legislatura y seguramente
bastante tiempo más.
Si esas hipótesis
fueran ciertas, la prudencia de la presidencia del Congreso y del rey irían
bastante más allá de movimientos tácticos. Confirmarían, en efecto, que en los
altos niveles del poder hay algo parecido al temor a la derecha. Que si no ha
podido ganar las elecciones de julio, y ese es el dato principal del momento,
tiene fuerza suficiente para condicionar el normal desarrollo del proceso
político.
Ese chantaje no es
nuevo. Se viene produciendo desde que la izquierda coaligada accedió al
Gobierno, hace ahora cinco años. Y todo indica que va a durar. De hecho, esa
capacidad de coacción es la única fuerza real de que dispone un cada vez más
patético Feijóo y de la que también dispondrá su sucesor, o sucesora, a la
cabeza del PP.
Porque más allá de
eso, el líder del primer partido de la derecha tiene muy poco. Y todo indica
que él y sus asesores no saben cómo moverse en terrenos tan precarios. Su
última actuación, la de la entrevista con el presidente del Gobierno en
funciones para pedirle el apoyo del PSOE a fin de que pudiera gobernar durante
dos años no sólo es inédita, sino que es, sobre todo, ridícula. Tal iniciativa
ha generado mucha desazón en el PP y ha llevado a Isabel Díaz Ayuso a romper su
silencio de semanas para golpear a Feijóo diciendo que su actitud hacia el PSOE
es “bisoña”.
Peor no le podía
haber tratado. Otros dirigentes populares utilizan adjetivos aún más duros y es
muy probable que el mes que queda para que se acabe el intento de ser investido
del líder del PP no sólo se le va a hacer muy largo a la gente de izquierdas,
sino seguramente también a no pocos de derechas, que querrían que sus tareas de
oposición empezaran cuanto antes.
A menos de que un
milagro obligue a una rectificación en toda regla, Feijóo ya ha demostrado
suficientemente que no está a la altura del cargo para el que le escogió su
partido. Que no ha dejado de cometer errores que en una situación normal le
habrían llevado a la dimisión. Uno de ellos, puede que el más grave por sus
consecuencias, el de haber decidido, a mitad de la pasada campaña electoral,
lanzarse contra Vox, que durante unos cuantos días se convirtió en el principal
rival del PP, en medio de las críticas a esa política por parte de algunos
dirigentes populares.
El resultado es
conocido: Vox se hundió en las urnas, pero la subida del PP no pudo compensar
la caída del partido de Abascal y eso arruinó el sueño de la derecha de hacerse
con el Gobierno. Pugnar por la investidura o repetir mañana, tarde y noche que
el PP había ganado las elecciones, permitieron a Feijóo evitar cualquier debate
interno sobre ese y otros errores. Pero el malestar existe y el día que el
líder popular pierda la investidura se multiplicará por muchos enteros.
¿Tiene aún Feijóo
alguna posibilidad de salir del agujero en el que se está hundiendo? No parece
bajo ningún concepto. Porque la situación estaba sancionada desde el momento en
que se conocieron los resultados de las elecciones. Que decían sin posibilidad
alguna de interpretación que el PP y Vox no habían alcanzado el número de
escaños suficiente para hacerse con el gobierno. Y eso es decisivo. Más que
cualquier otra cosa.
El asunto debería
haber acabado ahí. Y el jefe del Estado debería haber encargado a Sánchez que
intentara la investidura, porque él sí podía obtener los apoyos necesarios,
aunque no fuera empeño fácil. Y sigue sin serlo, aunque haya varios indicios de
que puede conseguirlo. También puede ayudar el mes suplementario del que el
líder socialista dispone para negociar con ese fin. Hasta el punto de que no se
puede descartar que disponer de ese tiempo extra haya influido también en la
decisión de Pedro Sánchez de no criticar la generosidad de la presidenta del
Congreso y la del rey.
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