SUAM 5
DUNIA SANCHEZ
Toque en la puerta del faro o mejor dicho tocamos. La gaviota tras su vuelo con la luna esplendorosa había vuelto a mí, a mi lado. Ella me observa como se observa a alguien que es su alma protectora. Nadie abría. Solo el rubor del oleaje llegaba a nosotros, gotas de un mal enfebrecido salpicaba mi rostro. Pero sabía que donde estábamos nada nos ocurriría. Toque de nuevo y el silencio de adentro llegaba a nosotros. La puerta de metal estaba oxidada e intentamos abrirla. Y la abrimos con el chirrido de los años, de los siglos que había estado colocada ahí. Adentro era todo oscuridad. Entramos y llamamos…Uhm el olor. Se mezclaba con las aguas y el océano y cada ser viviente en sus entrañas y cada espíritu dejado al ritmo de la marea. Yo Suam tuve una visión…la visión de barcas hundidas en la infinitud de la esperanza, de tumbas acorraladas en el anonimato, de hombres , de mujeres, de niños luchando contra la monstruosidad de la pesadilla de que el viaje a llegado a su terminó. Un mar de muertos. Un mar que ahora roja especies por la sencilla razón del desequilibrio de nuestras manos. Y ahí están, en la orilla donde las caracolas danzan un llanto a la sin razón. Yo Suam mire a la gaviota.
Nos adentramos en el faro. Llamamos al
farero, pero no respondía. La oscuridad me hizo tropezar y caí al suelo de
bruces. Descubrimos que el farero había fenecido. Dimo luz en su rostro se
podía escrudiñar un cierto alivio y una leve felicidad. En su derredor había
una aglomeración de papeles que como pude comprobar estaba escrito a mano. Pudimos ver que sobre su pecho había una
nota, un papel más. Tirarme al mar. Sí tirarme donde las olas rompen con las
rocas en este faro cuando mis sentidos, muertos, vaguen en otra dimensión.
Tirarme al mar, a ese mar mío que me vio crecer y me consagré a el toda mi
vida. Tirarme al mar , al mar de los ahogados, al mar de las sonrisas, al mar
de los viajes, al mar de los cuentos, al mar de los amantes, al mar de una
historia porque mi vida es paralela a él. He reído, he llorado, he desfallecido,
he renacido en cada movimiento de su cuerpo, de su alma eterna. Un verdadero
sentimiento me sobrevino, no sé porque nos pusimos con los preparativos. La
gaviota me miraba y me miraba y con sus ojos negros me daba aliento ante el
proceso de llevar a este hombre al océano. Me senté y medité, mejor sería por
la mañana cuando las luces del alba despertarán la claridad. Lo examinaba en su
muerte y una sensación agradable transmitía, emanaba de su cuerpo. Yo Suam
esperé hasta el crepúsculo del día. Yo Suam estuvo toda esa noche ordenando los
papeles manuscritos que estaban a su alrededor. Yo Suam y la gaviota sentimos
paz mientras su presencia estaba ahí, a nuestro lado. No lo temíamos encerrados
en esas paredes como fortaleza, como cronista de toda isla.
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