LA MESA Y LA INVESTIDURA: DOS PARADOJAS
Mientras los
partidos de izquierdas no pueden exigir nada al PSOE ante la lógica de que
cualquier cosa es preferible a un gobierno de las derechas, Puigdemont y Junts
están planteando cuestiones políticas de fondo
PABLO
IGLESIAS
CATdado. / Carlos Echevarría
¿Es posible una amnistía para los presos y exiliados políticos catalanes? Por supuesto que es posible. De hecho, casi todo es posible en la política y en el Derecho si se cuenta con voluntad y poder suficientes. ¿Es posible una reforma del Estado que afronte el agotamiento histórico del sistema autonómico? Es perfectamente posible, del mismo modo que, si el PP y Vox tuvieran la mayoría suficiente, podrían recuperar para el Estado central las competencias autonómicas. No olviden que, en política europea, todo lo que permitan la OTAN y el Banco Central Europeo es posible y no necesariamente tan difícil. Les aseguro que hoy un referéndum de autodeterminación en Catalunya o sobre la continuidad de la monarquía es mucho más viable que uno sobre la permanencia de España en la OTAN. También sería posible reformar el sistema de elección del CGPJ, permitir la libre sindicación de policías y guardias civiles, nacionalizar empresas estratégicas, limitar los oligopolios mediáticos e incluso derogar la ley mordaza. No lo digo por molestar; es así.
Lo que resulta un
tanto ridículo, discúlpenme de nuevo, es que se hable de amnistía y de una
transformación del modelo territorial solo porque Pedro Sánchez necesita que
los diputados de Carles Puigdemont le apoyen para tener el control de la mesa
del Congreso y para ser investido presidente del Gobierno. Es como si Sánchez
aceptase un referéndum sobre la república a cambio de los cinco diputados de
Ione Belarra.
Resulta ridículo
que se hable de amnistía y de una transformación del modelo territorial solo
porque Pedro Sánchez necesita los diputados de Carles Puigdemont
No me interpreten
mal. Soy favorable a la amnistía y a la república, pero no creo que estos
objetivos se puedan lograr si el PSOE no está mínimamente dispuesto a recorrer
ese camino. Aunque la derecha presente a Sánchez como un personaje sin
escrúpulos, ya les digo yo que Sánchez no va a aceptar ni un referéndum de
autodeterminación ni otro sobre la monarquía, ni la amnistía, a cambio de ser
presidente. No olviden que ni siquiera se atrevió a quitarle a la derecha el
control del CGPJ ni a re-equilibrar un poder mediático que acabó denunciando en
campaña.
Pero aquí llegan
las dos paradojas.
La primera es la
paradoja de la izquierda. No es que los partidos de izquierdas no puedan exigir
en este momento ni la república, ni la autodeterminación, ni la amnistía. Es
que en realidad no pueden exigir al PSOE nada. La lógica según la cual
cualquier cosa es preferible a un Gobierno de las derechas tiene implicaciones
obvias que todos debemos reconocer. Todas las formaciones políticas de la
izquierda, desde Bildu, pasando por ERC y el BNG, hasta todos y cada uno de los
partidos de la coalición Sumar, han reconocido más o menos explícitamente que
darán el sí a Pedro Sánchez en la mesa y en el Congreso. Y bien podría ocurrir
que en el PSOE acabaran decidiendo que un Gobierno en solitario les va mejor
que uno de coalición, por mucho que Yolanda Díaz y los ministros que nombrara les
resulten mucho más cómodos que Podemos. De hecho, si finalmente Sánchez lograra
la abstención de Junts y el apoyo de Coalición Canaria, el presidente en
funciones sabe que jamás Yolanda Díaz comprometería su investidura aunque se
quedara fuera del Gobierno. Ni ella, ni Podemos, ni ERC, ni Bildu, ni el BNG ni
el PNV negarían a Sánchez el sí a la mesa y a la investidura aunque el líder
del PSOE les presente el más desagradable plato de lentejas. Los socios no
pueden reconocer esto, pero yo sí lo puedo decir y ustedes saben que digo la
pura verdad. Sánchez sabe que si logra un acuerdo con Puigdemont, la
investidura le sale casi gratis. Cualquier cosa es preferible al fascismo,
pensamos en las izquierdas. Y aunque el PNV tiene más dudas y podría bailar con
el PP, los de Ortuzar saben que la sociedad vasca les castigaría; Podemos les
ganó en 2015 y 2016 dos elecciones generales y Bildu les acaba de ganar ahora.
El presidente en
funciones sabe que jamás Yolanda Díaz comprometería su investidura aunque se
quedara fuera del Gobierno
Pero la segunda
paradoja llega ahora. Solo Puigdemont y Junts están planteando cuestiones
políticas de fondo para llegar a acuerdos con el PSOE. Lo que piden es muy
claro y no puede sorprender a nadie. Quieren que Sanchez reconozca a Puigdemont
(tiene que haber foto en Bélgica) y quieren hablar de amnistía, de
autodeterminación y, por lo tanto, de Estado. Los empresarios catalanes y los
nostálgicos del posibilismo pujolista pueden decir misa, pero la partida
crucial para Junts se juega en Catalunya y no hace falta ser muy listo para
saber que la estrategia de Puigdemont tiene que ser siempre diferente a la de
ERC porque está en juego precisamente quién manda en Catalunya. Se ha
comprobado que el electorado de Junts y el de ERC son diferentes y no parece
que el pragmatismo nostálgico de los tiempos de hegemonía convergente vuelva a
tener un partido como el que tuvo.
Si no se interviene
sobre estas paradojas, el principal problema de nuestro país no será que haya
repetición electoral o no la haya. Si el PSOE se hace con la mesa y la
investidura de Sánchez sale adelante pero no se afrontan las cuestiones de
régimen y de Estado que el PSOE no quiere enfrentar, tendremos una legislatura
breve con presupuestos prorrogados y mucho decreto-ley de difícil
convalidación. Si por contra se produce una repetición electoral, parece que la
mejor opción del PSOE sería un mayor respaldo en las urnas que debilitara a los
partidos a su izquierda y que no le hiciera depender de Junts, manteniendo el
cheque en blanco de sus socios. Pero, ¿cuánto puede durar ese cheque en blanco?
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