LA AMNISTÍA ES UNA DEUDA DEL PSOE
El destrozo
que se ha producido como consecuencia de la participación del PSOE en la
aplicación del 155 sin exigir garantías de la forma en que iba a ser aplicado
ha sido monumental; mientras no se repare es imposible iniciar una estrategia
de retorno a la normalidad de las relaciones entre Catalunya y el Estado
JAVIER
PÉREZ ROYO
El presidente del Gobierno de España y secretario
general del PSOE, Pedro Sánchez.
Nunca podremos saber qué hubiera pasado si, en lugar de dimitir de su posición como secretario general del PSOE y de abandonar el escaño en el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez se hubiera mantenido en ambos, aceptando la abstención del partido exclusivamente para la investidura, pero manteniéndose al frente de la oposición a la acción de Gobierno. Es el ejemplo perfecto de futurible, de lo que pudo haber pasado, pero no pasó, es decir, de lo radicalmente imposible.
Pero pasó lo que pasó, que el presidente de la comunidad autónoma de Asturias se puso al frente de la gestora del PSOE hasta el momento en que se convocara un Congreso extraordinario para la elección de un nuevo Secretario General. A este “gestor”, designado en 2016, no solamente le tocó gestionar la abstención en la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, sino que le tocó, además, gestionar la participación del PSOE en la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Catalunya en el otoño de 2017.
Resulta
imprescindible recordar esta circunstancia para entender lo que ocurrió. Un
PSOE, cuyo concurso era imprescindible para la aplicación del artículo 155, se
encontró en ese momento decisivo sin dirección política y sin capacidad, en
consecuencia, de analizar la situación y decidir cómo tenía que enfrentarse con
el problema que la aplicación del artículo 155 suponía. Hizo lo mismo que en la
investidura: abstenerse, como si el asunto no fuera con él. El error que
cometió fue mayúsculo.
El error es
humanamente entendible, el “gestor” estaba ya de retirada y no estaba en condiciones
de enfrentarse con un problema de la complejidad como el que representaba la
relación de Catalunya con España en los meses de septiembre y octubre de 2017 y
la cantidad de matices que había que tomar en consideración para darle una
respuesta. Se encogió de hombros y dejó que Mariano Rajoy hiciera lo que le
diera la gana.
Pero el que un
error sea entendible en términos humanos, no quiere decir que no sea un error
mayúsculo en términos políticos. Error que se convierte, además, en error de
todo el partido.
Un mínimo análisis
de las circunstancias en que se iba a aplicar el artículo 155, hubiera
conducido a un partido con la trayectoria histórica del PSOE, de haber tenido
una dirección digna de tal nombre, a una conclusión inequívoca, de una claridad
meridiana. Sí al 155, pero con la condición de que Mariano Rajoy hubiera
ordenado al Fiscal General del Estado que no pusiera en marcha actividad alguna
contra los miembros del Govern o de la Mesa del Parlament hasta que no se
hubieran celebrado las elecciones y elegido el presidente de la Generalitat. Si
Mariano Rajoy no daba garantías de que iba a ser así, el PSOE se opondría a la
aplicación del artículo 155.
El PSOE estaba en
condiciones de exigir esa garantía y el presidente del Gobierno no hubiera tenido
más alternativa que darla. Con ello se habría empezado a recorrer el camino del
retorno al ejercicio del derecho a la autonomía en Catalunya sin dirigentes en
las cárceles, acusados nada menos que del delito de rebelión, sin un
expresident de la Generalitat trasladando su residencia a Bélgica y poniendo en
entredicho, mediante su defensa jurídica, la actuación de la Fiscalía General
del Estado, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. En Bélgica, en
Alemania, en Italia, en Suiza…situación en la que todavía nos encontramos.
El destrozo que se
ha producido como consecuencia de la participación del PSOE en la aplicación
del 155 sin exigir garantías de la forma en que iba a ser aplicado ha sido
monumental. Mientras dicho destrozo no sea reparado, es imposible iniciar
siquiera una estrategia de retorno a la normalidad de las relaciones entre
Catalunya y el Estado.
Dado que el PSOE es
corresponsable directo de dicho destrozo y de que, a pesar de ello, el
nacionalismo catalán ha contribuido decisivamente a que el PSOE con Pedro
Sánchez como secretario general haya recuperado la dirección del Estado, es
obvio que tiene que implicarse directamente en la reparación del destrozo.
Y eso exige
inexcusablemente una ley de amnistía. Es la única forma que tiene el PSOE de
saldar la deuda contraída con su “participación abstencionista” en la
aplicación del artículo 155. El PSOE debe avergonzarse de lo que hizo en 2017,
pero debe defender orgullosamente la ley de amnistía que se tiene que aprobar
para reparar el error inmenso que cometió entonces.
La Ley de amnistía
no es una opción, sino una necesidad. Para hacer posible un replanteamiento en
este 2023 de la integración de las “nacionalidades y regiones” en el Estado,
tras la experiencia, positiva fundamentalmente, pero también con elementos
negativos, incluso muy negativos algunos de ellos, de estos algo más de
cuarenta años. No depende solamente del PSOE, pero sí fundamentalmente de lo
que la dirección del partido, por un lado, y el Gobierno de la Nación por otro,
decidan.
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