DOS COSAS CATEGÓRICAS, POR FIN
Todo apunta a
que habrá Gobierno Sánchez sustentado en 178 diputados. Si bien no
necesariamente de progreso. Será una nueva forma de estabilidad, precaria, pero
–y el PP no ha entendido este factor de la época– estabilidad al cabo
GUILLEM
MARTÍNEZ
1- Las cosas categóricas son como el verano. Deben pasar muchas veces –deben pasar muchos días de calor– para poder hablar de su existencia. Aún así, con la prudencia que da saber eso, hoy han pasado –es decir, han empezado a pasar– dos cosas que son categóricas, siempre y cuando se confirme su repetición en el tiempo. Como ya sabrán, una es la cosa a) y otra, como su nombre indica, la b).
2- Lo previsible,
lo calculado, lo comunicado incluso por Junts en días anteriores, hubiera sido
lo siguiente: que Junts hubiera posibilitado la presidencia del Congreso a Cuca
Gamarra. Boom. Simplemente para demostrar que esta vez iban en serio.
Simplemente para subir, como dice Puigdemont, la subasta, de cara a una segunda
negociación, definitiva, para establecer la presidencia de Gobierno, con
Sánchez, o con Feijóo. Es importante saber esto. Es importante saber, por lo mismo,
que la negociación para un Gobierno Sánchez, después de lo acaecido hoy,
pudiendo llegar a ser tensa o incierta, no lo será tanto. Tal vez pudiera no
serlo en absoluto, o solo teatralmente. Ha sucedido, por lo tanto, algo
categórico, si es que sucede más veces y con la misma rotundidad: la a)
operación retorno de Junts. Junts, consagrado a la mentira prepolítica y
antipolítica, dos géneros imprevisibles, parece volver a la mentira política,
esa mentira más previsible y normalizada. Se dice rápido.
La negociación para
un Gobierno Sánchez, pudiendo llegar a ser tensa o incierta, no lo será tanto
3- Veamos lo que
eso ha costado.
4- Ha costado,
aparentemente, una nimiedad. Lo que sigue es lo pactado entre PSOE y ERC y
Junts. Poco y no muy caro, al parecer y por ahora.
5- Con ERC se
pactan tres puntos. Punto 1): “La confección de una ley orgánica para que el
catalán” –es, decir, todas las lenguas cooficiales, lo que excluiría, por
ejemplo, al asturiano– “sea lengua plenamente oficial en todas las instituciones
del Estado”, así como su uso, inmediato, en el Congreso, así como su uso,
también, en las instituciones de la UE. Punto 2): creación de una comisión
parlamentaria para investigar el caso Pegasus. Y punto 3): “El Estado se
compromete al fin de la represión relacionada con el 1-O (…) por las vías
legales necesarias”. Con Junts, 4 puntos: siendo el 1) y el 2) el uso del
catalán en el Congreso y en Europa, el 3) la comisión de investigación Pegasus,
demandada también por ERC. El 4) sería un bonus-track: otra comisión
parlamentaria. Por lo de los atentados de Barcelona y Cambrils. ¿Qué significan, que suponen todos estos
puntos?
6- Sobre la
oficialidad de las lenguas cooficiales. El artículo 3 de la CE78 –no es una
joya; es lo que es, se redactó cuando se redactó, con miedo a quien se le tenía
miedo– establece que, por aquí abajo, solo hay una lengua oficial. Tal y como
suena. Y sí, hay otras, cooficiales, de oficialidad territorial, si bien tan
solo en las CC. AA. en las que eso se señale. Oficializar lo cooficial, señalar
que el catalán, el vasco, el gallego y el occitano –únicas lenguas cooficiales,
me temo; el asturiano y el aragonés, por ejemplo, no están cooficializadas– son
lenguas con las que interactuar con el Estado –es decir, que sean lenguas con
las que rellenar un impreso para, pongamos, alistarte en la Legión–, supone una
reforma constitucional. Así como suena. Sí, se puede hacer un apaño, un
compromiso, que cree precedente, costumbre, hábito, normalidad, incluso
reinvindicación al respecto. Pero eso requeriría complicidad, voluntad, buen
rollete, por parte de todas las instituciones –y no creo que la Justicia tenga
de eso, por ejemplo–. Por lo que lo creado sería un momento plurinacional que
solo duraría hasta que otro gobierno o un TC psicópata –que podría ser,
tranquilamente, el actual– decidieran detener e invertir la situación creada.
Sobre el uso de las lenguas oficiales en el Congreso: requeriría un cambio de
reglamento, si se quiere que dure un poco. Es posible, y hay mayoría absoluta –visto
lo visto hoy– para ello. Sobre el uso de la oficialidad de las lenguas
cooficiales en la UE y en el Europarlamento: ya se intentó. Fue cuando ZP. La
UE respondió que vale, que se oficializarían todas las lenguas españolas que se
quiera, siempre y cuando fueran previamente oficializadas en España. Lo que nos
lleva a lo de la reforma constitucional, y lo que en su día llevó a ZP a hacer
mutis por el foro. Es previsible –mucho, al menos– que la UE vuelva a repetir,
en esta emisión, lo que en su día notificó. Esa puede ser la respuesta del
Consejo de la UE a la solicitud de oficialidad del catalán, vasco y gallego,
enviada hace horas por el ministro de Exteriores, en lo que fue un hecho que,
según Pugidemont, aportó concreción al asunto. Visto lo visto, no lo es. Es más
bien humo. De todo esto es consciente el PSOE, y es muy posible que también los
sean ERC y Junts, dos partidos con una cultura más precaria del Estado y la
legalidad. Es decir, es muy posible que los tres partidos hayan pactado,
conscientemente, un procesismo, algo que no se llevará a cabo, o no en su
luminosidad y totalidad. Sí, podrá realizarse en el Congreso y por un tiempo.
Es más dudoso en otras instituciones. Y sumamente dudoso –veremos– en la UE.
Los procesismos, iniciados en Catalunya, pero rápidamente expandidos, han
venido a quedarse en este Estado irreformable, por lo que se va viendo. Esos
no-cambios son los únicos cambios posibles.
Es muy posible que
los tres partidos hayan pactado, conscientemente, un procesismo
7- Sobre las comisiones
parlamentarias: en Yes, Minister se decía: “Si no quieres que pase nada, crea
una comisión”. La comisión sobre los atentados del 17A del 2017 responde, por
cierto, a una vieja tradición propagandística de Junts, según la cual detrás de
los atentados estuvo la policía. Una suerte de fue-Titadine. Esa comisión es un
gol, un triunfo para Junts, y se traducirá en más momentos de propaganda en los
noticiarios televisivos del gremio procesista. Y, es previsible, en poco más.
Veremos.
8- El fin efectivo
de la judicialización del procés es una demanda, aceptada por el PSOE, de ERC.
Es posible suponer que será también el eje de lo negociable por Junts de cara a
facilitar la investidura de Sánchez. En todo caso, es importante la
desaparición del palabro amnistía y la aparición del concepto “vías legales
necesarias”. Lo que apunta a que la solución podría ser, incluso, la actual:
indultos.
9- Se supone que
los 3 puntos de ERC y los 4 de Junts no son lo único pactado. Falta lo que se
negociará para la investidura de Sánchez. Y faltan cosas que se irán
formalizando por los hechos, como, por ejemplo, la creación de sendos grupos
parlamentarios para ERC y Junts. Y soluciones individuales para los exiliados,
algo natural si pensamos que Junts, y hasta que demuestre lo contrario, es como
en su día Agrupación Ruiz Mateos, o el añorado –por la fiscalía– GIL, una
construcción vertical para mejorar situaciones personales. Y, por encima de
todo, faltaría algo. Algo inconcreto, difícil de calcular y fundamentado en el
honor y el reconocimiento. Un momento, una ceremonia, un alto cargo viajando a
Waterloo para estrechar la mano de Puigdemont, una forma aparatosa de constatar
lo contrario a lo que se vería: que Puigdemont es el que ha viajado, es quien
ha vuelto a una dinámica patria. O, todo lo contrario, un retorno de Puigdemont
en modo Tarradellas. Recordemos que Tarradellas, president en el exilio,
traicionó. Pactó con el franquismo y volvió a BCN, posibilitando con ello la
derechización de la transición en Catalunya. Posibilitando a Pujol y, por lo
mismo, y en el tiempo, a Puigdemont. En Catalunya, en fin, y al contrario que
en Euskadi y en la España indómita de Menéndez Pelayo, se glorifica a los
traidores. A los generales que cambian de bando no se les mata, se les homenajea,
se les recibe en BCN con banderitas. Puede volver a ser el caso.
10- Hace años que
pedíamos traidores. Ya los tenemos. A todos. Lo que es bueno, cuando los
fieles, simplemente, mienten.
11- Y este puede
ser el gran fallo de los pactos, en principio asumibles y sencillos. Se ha
pactado con dos sujetos, ERC y Junts. Cuando el procés ya son tres sujetos. El
tercero es la ANC, algunos grupúsculos, tal vez Clara Ponsatí; la extrema
derecha en la que ha derivado la cosa, que está en modo rampante, y que ha
empezado ya a practicar su deporte favorito: la persecución de traidores
incluso en Junts. No es un sector anecdótico: en las últimas elecciones optó
por la abstención y, en efecto, Junts y –más aún– ERC bajaron en votos. Los
herederos de una cultura emitida por Junts pueden crear, en el futuro
inmediato, dudas en Junts. Es decir, en su única cabeza pensante. Ya veremos.
11- Ah. La cosa
categórica b). La idea de FAES de acceder a mayorías a través de la creación de
un nuevo partido, anclado en la extrema derecha, lo que favorecería el traslado
del PP hacia esa dirección, ha fracasado. Con todas las letras. Es más, el
invento Vox ha impedido que Feijóo sea presidente. Y, por lo mismo, ha supuesto
un duro golpe al proyecto del PPE de Manfred Weber. En el aire está lo
imposible: que el PP, consciente de la dificultad severa de acceder a la pomada
sin socios, se interese por las derechas plurinacionales, por la
plurinacionalidad, por un nacionalismo británico. La otra opción es gritar cada
día más alto. Y es la más probable.
12- Todo apunta a
que habrá Gobierno Sánchez. Un Gobierno sustentado en 178 diputados. Si bien no
necesariamente de progreso. Si contamos al nacionalismo español, la mayoría absoluta
del Congreso es nacionalista y de derechas. Será una legislatura, por lo tanto,
dura. Será una nueva forma de estabilidad, difícil, casi imposible. Y con
Podemos-Sumar tal vez haciéndose encima cosas poco edificantes. Pero esta
estabilidad precaria, y el PP no ha entendido este factor de la época, es
estabilidad al cabo. La unión de contrarios, la asociación, una suerte de e
pluribus unum. Lo más cerca que se ha estado del cacharro e pluribus unum por
aquí abajo, si bien aún demasiado lejos.
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