LA ROJA 1-MACHISMO 0
ANITA
BOTWIN
Las jugadoras de la selección española de fútbol y el equipo técnico
celebran su pase a la final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA, tras vencer
a Suecia por 2 a 1, en Auckland (Nueva Zelanda). REUTERS/Amanda Perobelli
Que la nuestra es una revolución que toca todas las esferas de la sociedad es ya una evidencia. Las últimas en demostrarlo, aunque llevan años haciéndolo, han sido nuestras chicas de La Roja ganando a Suecia y pasando a la final del Mundial de Fútbol que se celebrará este domingo a las 12.00 horas. Aunque la historia del fútbol y del deporte en general se había escrito con nombre masculino, lo cierto es que cada vez más las mujeres deportistas se han ganado por propios méritos el lugar que merecían. Las ya finalistas han marcado un claro gol al machismo y a la misoginia y a todos los que no creían que las mujeres pudieran hacer espectáculo igual que sus compañeros, firmar camisetas después de haber terminado un partido o abrir portadas de prensa deportiva. Hasta hace muy poco apenas se hablaba de ellas, se las veía como a ciudadanas de segunda, como a suplentes eternas en un banquillo del que no podrían salir, un banquillo de cristal como esos techos que tanto nos cuesta romper. Sin embargo, gracias a su esfuerzo, perseverancia y a la lucha de tantas, han conseguido llegar donde siempre debían haber estado, en el verde y haciendo historia.
Las chicas de la
Roja no solo han hecho historia dentro del terreno de juego, sino fuera
rompiendo los roles y estereotipos de género, esos que no nos dejan avanzan
como sociedad y que nos relegan a un segundo puesto por el hecho de ser
mujeres. Recuerdo los recreos en el patio de colegio, donde solo una niña
jugaba al fútbol, mientras las demás jugábamos "a cosas de niñas" o a
lo que nos habían hecho creer que era de niñas. Recuerdo que ella fue valiente
y otras más como ella, en otros patios de otros colegios empezaron una
revolución que era invisible entonces, pero que sería imparable.
Hay algo que me
encanta de este fútbol que llaman femenino, que es su elegancia, su fair play,
su deportividad, su superación, su lucha durante tantos años lejos de los
focos, cuando vestían camisetas que no tenían ni sus nombres. Me gusta este
fútbol que no necesita de polémicas para aparecer en la prensa deportiva, que
protagonizan titulares por su propio esfuerzo y no por insultar o pegar al
rival, que es un rival, sí, pero no un enemigo. Este fútbol es una oportunidad
que puede enseñarnos mucho como personas, a amar el deporte lejos del ruido,
los gritos, las polémicas, los insultos gratuitos y la violencia en los campos
de fútbol. Estas chicas y otras tantas han venido a hacer historia y a
devolvernos a muchas las ganas de ver deporte y volver a la cancha que ya no
nos pertenecía (si es que alguna vez lo hizo). Además, los corners volvieron a
ser saques de esquina y no un campo de lucha libre en el área de juego, algo
que los árbitros masculinos permiten. También observé cómo la árbitra mujer
sacaba muchas menos tarjetas amarillas ni que decir rojas, porque no es
necesario, porque no necesitan golpearse para hacer un buen partido. De hecho,
en este partido contra Suecia, no hubo ni una sola tarjeta, no hizo falta,
fueron mucho más que eso y lo demostraron.
Sin embargo, aún
quedan techos por romper, y es que muchas veces estas deportistas y otras que
acaparan menos protagonismo carecen de contratos y de convenios colectivos que
establezcan las condiciones laborales mínimas de su relación profesional. Les
cuesta encontrar patrocinadores que crean en ellas o ven muchas barreras a la
hora de conciliar su vida profesional o laboral, abandonando en muchas
ocasiones la segunda. Por ejemplo y algo de lo que se debería tomar buena nota
es que en países como Noruega y Dinamarca se presentan los mismos presupuestos
para el equipo masculino que para el femenino.
Por nuestra parte y
para que sigan creciendo y manteniéndose en lo más alto, para que sigan siendo
referentes de muchas niñas que antes no tenían a quien mirar, será necesario
que sigamos animándolas, viéndolas y llenando sus estadios.
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