ESTO PARA CUARTO MILENIO
QUICOPURRRIÑOS
Debe ser cierto aquello de que la vida te sorprende cada día. Debe ser verdad lo de que en cada jornada aprendes algo nuevo porque, por muchos años que vaya cumpliendo, siempre me queda algo por descubrir, por entender, por comprender. Cuántos misterios sin resolver y uno pensando que tenía respuesta para todo. Y si no lo creen, como muestra un botón. Alguien sería capaz de responderme a dónde van los calcetines negros que entran en la lavadora a pares y salen huérfanos de compañía, porque a mí me sucede en cada lavado. Después del centrifugado y una vez que se enciende la luz verde que indica que ya la maquinita terminó con el programa previamente elegido, comienzo con el ritual de ir sacando la ropa, poniéndola en la cesta que la ha de conducir al tendedero y sistemática y obedientemente regresan pantalones, camisas, calzoncillos y hasta
calcetines blancos
o de color, a rayas o a cuadros, todos
como debe ser, todos menos los negros y no me explico por qué. Da igual que
sean un par grande o pequeño, de punto o de los llamados ejecutivos, el caso es
que si entran ocho en la lavadora, al menos tres se dan a la fuga y por más que
los busco no los logro recuperar. Lo más estúpido, si es que cabe mayor
insensatez, es que conservo a los fieles que no huyeron dejándolos descansar
durante meses en esa cesta plana que tengo en el cuarto del lavadero, donde
reposan y aguardan tontamente el regreso del calcetín negro perdido y nunca
hallado. Y me digo entonces, acaso esperas que resuciten, que vuelva el hijo
prodigo. Me cuestiono si es que lo traté mal o lo discriminé por su color y,
por eso, se reveló y me digo que no es
racismo, que yo no entiendo de diferencias, pero lo cierto es que solo los de
ese color desaparecen. Y me vuelve la duda, la pregunta, el qué misterio habrá.
Y, ya puestos, también me cuestiono: eso
me pasa solo a mí o también al resto de los que ponen un lavado semanal, porque
hasta hoy me había considerado una persona corriente, normal, del montón,
aunque un poco ordinaria sí, porque digo palabrotas. Tras años de padecer este
trastorno que frecuentemente me produce intranquilidad a la hora de conciliar
el sueño, tras haber inspeccionado el tambor de la “Bosch” en busca de algún
agujero, escondite, vía de escape o reducto por el que el dichoso calcetín
desapareciera, como por arte de magia, a lo “Houdini” o como “Papillón”, si la
lavadora cárcel fuera, he valorado pedir
cita en un sicólogo o siquiatra, que bueno es aceptar que igual tengo algún
tipo de desequilibrio mental lo cual no debería ser motivo de menosprecio ,
vergüenza o burla, pero finalmente, tras
ver en “ La Cuatro” el programa de Iker Jiménez donde cada misterio que le
formulan lo resuelve en lo que dura su
emisión, creo que le plantearé mi caso a fin de que sea clasificado,
valorado, estudiado, explicado y resuelto en el próximo programa del “Cuarto Milenio” que emita la cadena de
televisión nombrada, consiguiendo así matar dos pájaros de un tiro, de un lado
resolver la duda que me acompaña desde hace años y de otra ahorrar algún que
otro euro a la hora de comprar calcetines negros, que no está la cosa para
derroches.
quicopurrriños
No hay comentarios:
Publicar un comentario