jueves, 24 de agosto de 2023

BESAR A JENNI Y OTRAS DESGRACIAS

 

BESAR A JENNI Y OTRAS DESGRACIAS

El rey ha emitido una apuesta política. No tanto por un presi, como, tal vez, por una repetición de los comicios. No ha cumplido con su deber constitucional, sino que ha otorgado tiempo al PP

GUILLEM MARTÍNEZ

Felipe VI recibe a Alberto Núñez Feijóo en la ronda de consultas para la propuesta de investidura, el pasado 22 de agosto. / Casa de S.M. el Rey

1- Las cosas suelen verse mejor con la distancia. Posiblemente, y por ello mismo, las ves mejor cuando estás tan lejos que no escuchas el ruido que suele acompañar a las cosas.

 

2- Hola. Martínez. Les escribo desde un país tan lejano y exótico que las futbolistas tienen en su salón-chimenea cabezas de directivos. Sopla una brisa fresca y no existe el ruido peninsular, lo que permite ver las cosas sin volverse bizco. Todo ello me anima a explicarles las cuatro cosas que pasan. Porque, si se fijan, están pasando cuatro cosas, por debajo del habitual ruido ensordecedor, que, yupi, no veo de tan lejos.

 

Esta crisis entre PP y Vox consiste en observar que con la ultraderecha no accederán al Gobierno, equivale a hacer puré todo su discurso propagandístico

 

3- La cosa 1 es una crisis llamativa –ahí van otros adjetivos: inesperada, descomunal, sin final previsible, histórica– en la derecha española. Esa crisis consiste en el descubrimiento repentino de que a) la táctica Vox ha sido un error, y puede no conducir a ningún sitio. A corto o medio plazo, esta constatación puede conducir a que el PP se replantee: b) sus relaciones con otras derechas peninsulares, como la vasca y la catalana. En todo caso, ese replanteamiento de la alianza con Vox se está produciendo más allá del pitote Feijóo. Es más, parece c) plantearse por la vía de los hechos, unos hechos ocultos debajo del ruido. La vía de los hechos ocultos debajo del etc.: una autonomía básica, importante para vertebrar la imagen sólida y la escenografía gubernamental de PP como la C. Valenciana, carece a fecha de hoy de d) un gobierno formalizado en todos sus cargos. Alto cargos gubernamentales –de Director General, no te digo más; lo que se denomina Gobierno, vamos– aún están e) vacantes. Lo que no es anecdótico. Y están vacantes por f) esa región del miedo denominada desconfianza. Los/as posibles directores generales tienen g) miedo a participar en un Gobierno, con tipos como el de Castilla & León, incapaz, en términos discursivos y de gestión, de tocarse el culo con ambas manos. Hay, me dicen, g) miedo de acabar en el trullo, lo que en política es un miedo inaudito, incluso en España. En todo caso, y como se vio en el juicio al procés, en el que los chicos Vox detentaron la acusación particular, Vox no es una h) gran inteligencia, en efecto. Esta crisis implícita entre PP y Vox, estructural, fundamentada en algo parecido a la ausencia de inteligencia, a la que se suma otra crisis más llamativa, que consiste en observar que con Vox el PP no accederá al Gobierno Central never, equivale a i) hacer puré todo el discurso –propagandístico; esto es, profundo, mítico; el famoso ruido– del PP desde la segunda legislatura Aznar. Se dice j) rápido. En todo caso, esta semana se ha estado a punto, todo ello puede conducir a k) una ruptura, o a un cambio notorio de intensidad en la relación PP-Vox. Esto es –bienvenidos al punto L, así, con negrita y en mayúsculas– a una crisis absoluta en las CC.AA. en las que PP gobierna vía pacto con Vox, de las cuales una de ellas es la C. Valenciana. A una crisis absoluta en 140 ayuntamientos, algunos de ellos capitales importantes. A una crisis institucional aparatosa, gratuita, profunda, con consecuencias, sin precedentes.

 

4- El punto L –es la pera, no lo nieguen– no es algo descartable esta mañana a primera hora. Es el tema. Es lo que pasa. Está pasando la posibilidad de una pérdida de poder, de instituciones, en la derecha española. De un efecto dominó terrible. De algo improbable hace un mes, pero que ahora mismo lo copa y cala todo, al punto que el punto L es lo que se debe tener en cuenta cuando hablamos de la cosa 2.

 

5- La cosa 2 es la nominación de Feijóo por parte del rey, como posible presi del Gobierno.

 

El PP ahora dispone de la posibilidad de ganar tiempo. Esto es de consumir el calendario. Dispone también de la posibilidad de cooptar a otros políticos

 

6- De dos candidatos potenciales y posibles, el rey se ha decantado por el que menos apoyos parlamentarios tuvo para la votación de la Mesa, aquel que, por lo mismo, menos posibilidades tiene para obtener la mayoría necesaria. El rey, vamos, ha emitido una apuesta política. No tanto por un presi del Gobierno determinado, como por, tal vez, una repetición de los comicios. El rey no ha cumplido con su deber constitucional, sino que ha emitido inestabilidad, y ha otorgado, con ello, tiempo y herramientas al PP. Una cuenta de protección.

 

7- En todo caso, el PP ahora dispone –gracias al rey y a la tradición que gasta esa familia desde el primer texto constitucional local, en 1812– de la posibilidad de ganar tiempo. Esto es, de perderlo, de consumir el calendario, de colaborar a que los posibles pactos de Sánchez se pudran con el tiempo, o con otros bienes más materiales. Dispone, en ese sentido, también de la posibilidad de cooptar a otros políticos, una posibilidad –tal vez, pues nunca hubo pruebas, ni suele haberlas– ya transitada, cuando el Tamayazo. En todo caso, en esta ocasión –cinco CC.AA., 140 ayuntamientos, un Gobierno central– no se escatimarán esfuerzos. Intelectuales, quiero decir. Y si el rey ha sido consciente del problema, ha sido también consciente de las soluciones –intelectuales, quiero decir– de las que dispone el PP para solucionar el lío.

 

En defensa del rey, se debe especificar que la neutralidad nunca fue practicada históricamente por ningún antecesor suyo, salvo Amadeo de Saboya

 

8- Como dice el comunicado de la Casa Real –donde trabaja, al parecer, el mismo tipo cachondo que hace los comunicados de la Real Federación Española de Fútbol–, a esa elección se ha llegado “por tradición”. Se trata, en efecto, de una tradición dilatada, de más de 100 años, denominada borboneo, consistente en abandonar la neutralidad política de la institución –en defensa del rey, se debe especificar que esa neutralidad nunca fue practicada históricamente por ningún antecesor suyo, salvo Amadeo de Saboya–, para emitir, en su lugar, la apuesta política.

 

9- El rey, con su decisión, no es consciente de que ha besado a Jenni.

 

10- Y no es la primera vez. No fue consciente de sus actos tampoco el 3-O de 2017, cuando en vez de emitir un tranquis-coleguis, que la sociedad española y la sociedad catalana necesitaban después de la violencia desmesurada practicada en el 1-O, emitió un a-por-ellos-oé, que ha llevado, por cierto, a la Justicia a su erosión y al ridículo. Y, por lo tanto y ahora que lo pienso, a él mismo.

 

Las posibilidades del PP pasan por la abstención de PNV –que ya ha dicho nones– y la de Junts

 

11- Las –escasas– posibilidades del PP –que cuenta con el voto de CC, en tanto CC gobierna en Canarias gracias al PP– pasan por la abstención de PNV –que ya ha dicho nones– y la de Junts. Junts, o la cosa 3, es, como saben, un partido extraño, consagrado a mitos que, en última instancia, confluyen en la mejora de la vida de un líder y un entorno del líder, más bien minúsculo. El hecho de que haya trascendido que Junts está negociando con el PSOE integrar en una posible amnistía –es decir, algo con ese nombre, pero con otro apellido– a Laura Borràs, sentenciada por un caso de corrupción y mangoneo, explica la poética de ese partido. Esto es, explica que Junts podría negociar con el PP, pues si bien el PSOE puede perdonar penas, solo el PP puede perdonar pecados. Se ha señalado que, en esta ocasión, tras la ruptura de 2017, Junts está negociando amparado y tutelado por PNV. Lo que, en principio, podría alejar la posibilidad, al menos en esta ocasión, de un Junts haciendo negocios con el  PP, como hicieron sus papás. Veremos.

 

12- Lo que nos lleva a hablar del estado de los pactos del PSOE con ERC y Junts, o cosa 4. Están transcurriendo. Pueden culminar con final feliz, o no. La facilidad de los pactos anteriores invitan a imaginar que ahora la variable importante, e impredecible, es únicamente la inestabilidad de Junts, en primer lugar. Y, después, la inestabilidad –diferente, más de Chicken Game, más de personaje secundario, bajito y con temor al ridículo– de ERC. En todo caso ahí va un estado de la cuestión de lo pactado para lo de la Mesa, un indicativo sobre la posibilidad de un nuevo pacto para la presidencia del Gobierno.

 

13- La oficialidad de las lenguas cooficiales se da por hecha en el Congreso. Y, contrariamente a lo que les señalaba la semana pasada, puede ser posible en el Parlamento Europeo. Al parecer, todo dependería de la Mesa. De 14 vicepresidentes de ese parlamento, ocho son de derechas –tres del PP, 3 de Renew, uno de ECR, el grupo de Vox y la Presidenta–, mientras que siete son progresistas –cinco sociatas, uno de los Verdes, uno de La Izquierda–. En el Parlamento Europeo, al contrario que en otros parlamentos estatales, se podría obtener una mayoría en la Mesa favorable al uso de lenguas cooficiales, pues el dogmatismo partidista es más volátil. Apuntes al respecto: el Estado que pide la incorporación de lenguas debería pagar el monto. Las traducciones, a su vez, sólo serían pasivas –vamos, se traducirían las intervenciones en catalán, vasco, gallego, a las otras lenguas, pero no al revés–. En 2005 –el intento fallido de ZP para oficializar lenguas cooficiales– la cosa se abortó por la iniciativa de Vidal Cuadras, ese romántico, que decantó mayorías en la Mesa. En 2018, el presi Tajani se volvió a interesar por el tema, pero el Gobierno –Sánchez– no estuvo por el asunto, por el coste económico, se dijo en aquel momento.

 

Si se quiere cumplir con la oficialidad de lenguas, la coalición progresista deberá exhibir una inteligencia constitucional y jurídica capaz de influenciar en el TC

 

14- No obstante, sigue siendo complicado establecer la oficialidad del catalán, vasco y gallego en el Estado y, por eso mismo, en la UE. El artículo 3 de la CE78 no da mucha chance. Pero sí que hay un mundo nuevo, por desprecintar: la interpretación progresista de la CE78. Establecer la oficialidad en el Estado es posible con un cambio interpretativo. En el TC, esa olla de grillos, decadente y desprestigiada –recordemos, por ejemplo, que la reformulación más restrictiva y más arbitraria del concepto Autonomía realizada por el TC fue en unos de sus periodos con mayoría progresista, en 2010, cuando la sentencia al Estatut–. En términos generales, si se quiere cumplir con la oficialidad de lenguas, la coalición progresista deberá poseer y exhibir una inteligencia constitucional y jurídica, divertida, llamativa, sexy, capaz de influenciar en el TC y, por otra parte, nunca jamás producida antes. Si se tiene de eso, es el momento de ejercerlo. Esa capacidad interpretativa sería, me dicen, la única viabilidad –para cumplir sus pactos, pero también para gobernar, de forma no anecdótica y duradera– de un Gobierno progresista, si se produjera, y a pesar de la iniciativa del rey y de un PP con ganas de adorar y llenar de oro, incienso y mirra a sus salvadores.

 

15. No hay que confundir, por otra parte, los nacionalismos periféricos, por lo común conservadores, con el progresismo, dos conceptos que no solo no convergen siempre, sino que, usualmente, uno de ellos no existe o es enclenque. En ese sentido, solo un movimiento constitucionalista, con hambre de gol y ganas de hacer historia, de ponerse en modo Perestroika, en modo reinterpretativo de la CE78, que no en modo reforma constitucional, ese imposible debería acometer para existir, para prolongarse, aspectos de la vida que a los nacionalismos periféricos conservadores se las suele traer al pairo, como el hecho de que los beneficios empresariales hayan subido siete veces más que los salarios en 2022, o que en los últimos 15 años las clases asalariadas hayan perdido el 9,1% de su poder adquisitivo. Lo que es, por sí solo otro punto L. 

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