BESAR A JENNI Y OTRAS DESGRACIAS
El rey ha
emitido una apuesta política. No tanto por un presi, como, tal vez, por una
repetición de los comicios. No ha cumplido con su deber constitucional, sino
que ha otorgado tiempo al PP
GUILLEM MARTÍNEZ
Felipe VI recibe a Alberto
Núñez Feijóo en la ronda de consultas para la propuesta de investidura, el
pasado 22 de agosto. / Casa de S.M. el Rey
1- Las cosas suelen
verse mejor con la distancia. Posiblemente, y por ello mismo, las ves mejor
cuando estás tan lejos que no escuchas el ruido que suele acompañar a las
cosas.
2- Hola. Martínez. Les escribo desde un país tan lejano y exótico que las futbolistas tienen en su salón-chimenea cabezas de directivos. Sopla una brisa fresca y no existe el ruido peninsular, lo que permite ver las cosas sin volverse bizco. Todo ello me anima a explicarles las cuatro cosas que pasan. Porque, si se fijan, están pasando cuatro cosas, por debajo del habitual ruido ensordecedor, que, yupi, no veo de tan lejos.
Esta crisis entre
PP y Vox consiste en observar que con la ultraderecha no accederán al Gobierno,
equivale a hacer puré todo su discurso propagandístico
3- La cosa 1 es una
crisis llamativa –ahí van otros adjetivos: inesperada, descomunal, sin final
previsible, histórica– en la derecha española. Esa crisis consiste en el
descubrimiento repentino de que a) la táctica Vox ha sido un error, y puede no
conducir a ningún sitio. A corto o medio plazo, esta constatación puede
conducir a que el PP se replantee: b) sus relaciones con otras derechas
peninsulares, como la vasca y la catalana. En todo caso, ese replanteamiento de
la alianza con Vox se está produciendo más allá del pitote Feijóo. Es más,
parece c) plantearse por la vía de los hechos, unos hechos ocultos debajo del
ruido. La vía de los hechos ocultos debajo del etc.: una autonomía básica,
importante para vertebrar la imagen sólida y la escenografía gubernamental de
PP como la C. Valenciana, carece a fecha de hoy de d) un gobierno formalizado
en todos sus cargos. Alto cargos gubernamentales –de Director General, no te
digo más; lo que se denomina Gobierno, vamos– aún están e) vacantes. Lo que no
es anecdótico. Y están vacantes por f) esa región del miedo denominada
desconfianza. Los/as posibles directores generales tienen g) miedo a participar
en un Gobierno, con tipos como el de Castilla & León, incapaz, en términos
discursivos y de gestión, de tocarse el culo con ambas manos. Hay, me dicen, g)
miedo de acabar en el trullo, lo que en política es un miedo inaudito, incluso
en España. En todo caso, y como se vio en el juicio al procés, en el que los
chicos Vox detentaron la acusación particular, Vox no es una h) gran
inteligencia, en efecto. Esta crisis implícita entre PP y Vox, estructural,
fundamentada en algo parecido a la ausencia de inteligencia, a la que se suma
otra crisis más llamativa, que consiste en observar que con Vox el PP no
accederá al Gobierno Central never, equivale a i) hacer puré todo el discurso
–propagandístico; esto es, profundo, mítico; el famoso ruido– del PP desde la
segunda legislatura Aznar. Se dice j) rápido. En todo caso, esta semana se ha
estado a punto, todo ello puede conducir a k) una ruptura, o a un cambio
notorio de intensidad en la relación PP-Vox. Esto es –bienvenidos al punto L,
así, con negrita y en mayúsculas– a una crisis absoluta en las CC.AA. en las
que PP gobierna vía pacto con Vox, de las cuales una de ellas es la C.
Valenciana. A una crisis absoluta en 140 ayuntamientos, algunos de ellos
capitales importantes. A una crisis institucional aparatosa, gratuita,
profunda, con consecuencias, sin precedentes.
4- El punto L –es
la pera, no lo nieguen– no es algo descartable esta mañana a primera hora. Es
el tema. Es lo que pasa. Está pasando la posibilidad de una pérdida de poder,
de instituciones, en la derecha española. De un efecto dominó terrible. De algo
improbable hace un mes, pero que ahora mismo lo copa y cala todo, al punto que
el punto L es lo que se debe tener en cuenta cuando hablamos de la cosa 2.
5- La cosa 2 es la
nominación de Feijóo por parte del rey, como posible presi del Gobierno.
El PP ahora dispone
de la posibilidad de ganar tiempo. Esto es de consumir el calendario. Dispone
también de la posibilidad de cooptar a otros políticos
6- De dos
candidatos potenciales y posibles, el rey se ha decantado por el que menos
apoyos parlamentarios tuvo para la votación de la Mesa, aquel que, por lo
mismo, menos posibilidades tiene para obtener la mayoría necesaria. El rey,
vamos, ha emitido una apuesta política. No tanto por un presi del Gobierno
determinado, como por, tal vez, una repetición de los comicios. El rey no ha
cumplido con su deber constitucional, sino que ha emitido inestabilidad, y ha
otorgado, con ello, tiempo y herramientas al PP. Una cuenta de protección.
7- En todo caso, el
PP ahora dispone –gracias al rey y a la tradición que gasta esa familia desde
el primer texto constitucional local, en 1812– de la posibilidad de ganar
tiempo. Esto es, de perderlo, de consumir el calendario, de colaborar a que los
posibles pactos de Sánchez se pudran con el tiempo, o con otros bienes más materiales.
Dispone, en ese sentido, también de la posibilidad de cooptar a otros
políticos, una posibilidad –tal vez, pues nunca hubo pruebas, ni suele
haberlas– ya transitada, cuando el Tamayazo. En todo caso, en esta ocasión
–cinco CC.AA., 140 ayuntamientos, un Gobierno central– no se escatimarán
esfuerzos. Intelectuales, quiero decir. Y si el rey ha sido consciente del
problema, ha sido también consciente de las soluciones –intelectuales, quiero
decir– de las que dispone el PP para solucionar el lío.
En defensa del rey,
se debe especificar que la neutralidad nunca fue practicada históricamente por
ningún antecesor suyo, salvo Amadeo de Saboya
8- Como dice el
comunicado de la Casa Real –donde trabaja, al parecer, el mismo tipo cachondo
que hace los comunicados de la Real Federación Española de Fútbol–, a esa
elección se ha llegado “por tradición”. Se trata, en efecto, de una tradición
dilatada, de más de 100 años, denominada borboneo, consistente en abandonar la
neutralidad política de la institución –en defensa del rey, se debe especificar
que esa neutralidad nunca fue practicada históricamente por ningún antecesor
suyo, salvo Amadeo de Saboya–, para emitir, en su lugar, la apuesta política.
9- El rey, con su
decisión, no es consciente de que ha besado a Jenni.
10- Y no es la
primera vez. No fue consciente de sus actos tampoco el 3-O de 2017, cuando en
vez de emitir un tranquis-coleguis, que la sociedad española y la sociedad
catalana necesitaban después de la violencia desmesurada practicada en el 1-O,
emitió un a-por-ellos-oé, que ha llevado, por cierto, a la Justicia a su
erosión y al ridículo. Y, por lo tanto y ahora que lo pienso, a él mismo.
Las posibilidades
del PP pasan por la abstención de PNV –que ya ha dicho nones– y la de Junts
11- Las –escasas–
posibilidades del PP –que cuenta con el voto de CC, en tanto CC gobierna en
Canarias gracias al PP– pasan por la abstención de PNV –que ya ha dicho nones–
y la de Junts. Junts, o la cosa 3, es, como saben, un partido extraño,
consagrado a mitos que, en última instancia, confluyen en la mejora de la vida
de un líder y un entorno del líder, más bien minúsculo. El hecho de que haya
trascendido que Junts está negociando con el PSOE integrar en una posible
amnistía –es decir, algo con ese nombre, pero con otro apellido– a Laura
Borràs, sentenciada por un caso de corrupción y mangoneo, explica la poética de
ese partido. Esto es, explica que Junts podría negociar con el PP, pues si bien
el PSOE puede perdonar penas, solo el PP puede perdonar pecados. Se ha señalado
que, en esta ocasión, tras la ruptura de 2017, Junts está negociando amparado y
tutelado por PNV. Lo que, en principio, podría alejar la posibilidad, al menos
en esta ocasión, de un Junts haciendo negocios con el PP, como hicieron sus papás. Veremos.
12- Lo que nos
lleva a hablar del estado de los pactos del PSOE con ERC y Junts, o cosa 4.
Están transcurriendo. Pueden culminar con final feliz, o no. La facilidad de
los pactos anteriores invitan a imaginar que ahora la variable importante, e
impredecible, es únicamente la inestabilidad de Junts, en primer lugar. Y,
después, la inestabilidad –diferente, más de Chicken Game, más de personaje
secundario, bajito y con temor al ridículo– de ERC. En todo caso ahí va un
estado de la cuestión de lo pactado para lo de la Mesa, un indicativo sobre la
posibilidad de un nuevo pacto para la presidencia del Gobierno.
13- La oficialidad
de las lenguas cooficiales se da por hecha en el Congreso. Y, contrariamente a
lo que les señalaba la semana pasada, puede ser posible en el Parlamento
Europeo. Al parecer, todo dependería de la Mesa. De 14 vicepresidentes de ese
parlamento, ocho son de derechas –tres del PP, 3 de Renew, uno de ECR, el grupo
de Vox y la Presidenta–, mientras que siete son progresistas –cinco sociatas,
uno de los Verdes, uno de La Izquierda–. En el Parlamento Europeo, al contrario
que en otros parlamentos estatales, se podría obtener una mayoría en la Mesa
favorable al uso de lenguas cooficiales, pues el dogmatismo partidista es más
volátil. Apuntes al respecto: el Estado que pide la incorporación de lenguas
debería pagar el monto. Las traducciones, a su vez, sólo serían pasivas –vamos,
se traducirían las intervenciones en catalán, vasco, gallego, a las otras
lenguas, pero no al revés–. En 2005 –el intento fallido de ZP para oficializar
lenguas cooficiales– la cosa se abortó por la iniciativa de Vidal Cuadras, ese
romántico, que decantó mayorías en la Mesa. En 2018, el presi Tajani se volvió
a interesar por el tema, pero el Gobierno –Sánchez– no estuvo por el asunto,
por el coste económico, se dijo en aquel momento.
Si se quiere
cumplir con la oficialidad de lenguas, la coalición progresista deberá exhibir
una inteligencia constitucional y jurídica capaz de influenciar en el TC
14- No obstante,
sigue siendo complicado establecer la oficialidad del catalán, vasco y gallego
en el Estado y, por eso mismo, en la UE. El artículo 3 de la CE78 no da mucha
chance. Pero sí que hay un mundo nuevo, por desprecintar: la interpretación
progresista de la CE78. Establecer la oficialidad en el Estado es posible con
un cambio interpretativo. En el TC, esa olla de grillos, decadente y
desprestigiada –recordemos, por ejemplo, que la reformulación más restrictiva y
más arbitraria del concepto Autonomía realizada por el TC fue en unos de sus
periodos con mayoría progresista, en 2010, cuando la sentencia al Estatut–. En
términos generales, si se quiere cumplir con la oficialidad de lenguas, la
coalición progresista deberá poseer y exhibir una inteligencia constitucional y
jurídica, divertida, llamativa, sexy, capaz de influenciar en el TC y, por otra
parte, nunca jamás producida antes. Si se tiene de eso, es el momento de
ejercerlo. Esa capacidad interpretativa sería, me dicen, la única viabilidad
–para cumplir sus pactos, pero también para gobernar, de forma no anecdótica y
duradera– de un Gobierno progresista, si se produjera, y a pesar de la
iniciativa del rey y de un PP con ganas de adorar y llenar de oro, incienso y
mirra a sus salvadores.
15. No hay que
confundir, por otra parte, los nacionalismos periféricos, por lo común
conservadores, con el progresismo, dos conceptos que no solo no convergen
siempre, sino que, usualmente, uno de ellos no existe o es enclenque. En ese
sentido, solo un movimiento constitucionalista, con hambre de gol y ganas de
hacer historia, de ponerse en modo Perestroika, en modo reinterpretativo de la
CE78, que no en modo reforma constitucional, ese imposible debería acometer
para existir, para prolongarse, aspectos de la vida que a los nacionalismos
periféricos conservadores se las suele traer al pairo, como el hecho de que los
beneficios empresariales hayan subido siete veces más que los salarios en 2022,
o que en los últimos 15 años las clases asalariadas hayan perdido el 9,1% de su
poder adquisitivo. Lo que es, por sí solo otro punto L.
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