NI ANTISISTEMA NI LIBERTARIO
MIQUEL
RAMOS
El candidato a la Presidencia de Argentina Javier Milei, de la
formación La Libertad Avanza, durante el mitin de cierre de campaña de las
elecciones primarias, en Buenos Aires. REUTERS/Agustin Marcarian
No es ningún fenómeno nuevo ni representa ninguna amenaza para el sistema un personaje como Javier Milei, por mucho que los medios se empeñen en retratar así al recién vencedor de las primarias abiertas argentinas y posible nuevo presidente del país. No lo era tampoco Donald Trump, un multimillonario megalómano que decía ir contra ‘el sistema’, ni lo es la ultraderecha que hoy gobierna en Italia, Hungría, Polonia o en varias comunidades y ayuntamientos de España. No hay nada nuevo en sus políticas ni suponen ninguna amenaza para el sistema. Son la derecha de siempre hablando sin tapujos y encarnada por personajes que saben venderse muy bien en la era de las redes sociales y la viralidad de lo histriónico. Aunque sea a base de comprar bots e inundar las redes con su basura.
A Milei, al
contrario que a la derecha española, hay que agradecerle que hable tan claro
sobre el alma del neoliberalismo y su plan de exterminio para la sociedad que
pretenden. El tipo no se corta ni edulcora su ideología con promesas ambiguas
de proteger lo común mientras lo vende a sus amigos. Él lo dice claro: todo
sobra menos los aparatos represivos del Estado que garanticen su mando. El
Estado como instrumento de control para disciplinar y someter a la población. Y
cada uno que se apañe y salve su culo como pueda.
La derecha
española, sin embargo, sigue reivindicando retóricamente lo público, aunque en
la práctica lo esquilme y lo reparta entre sus mercaderes. En España sigue
habiendo cierta resistencia a dar ese paso honesto y sincero de la derecha a
decir lo que de verdad pretende, por mucho que Vox represente el exabrupto de
carajillo y camisa azul más centrado en lo simbólico y en su batalla cultural
que en lo económico. El sentido común aquí todavía se resiste a prescindir de
un Estado que, por mucho que critiquen en sus discursos por sus impuestos, su
tamaño y su alcance, es el principal sustento y garante de toda esa casta que,
como Abascal, lleva viviendo de él desde siempre. No hay más que ver las
subidas de sueldos que se han adjudicado los nuevos dirigentes ‘políticamente
incorrectos’ nada más tomar sus puestos, o los años que llevan todos ellos
chupando de la teta del Estado.
Milei no es más que
otro personaje como lo fue Trump y como lo son tantos otros fantoches
despeinados y gritones ultraderechistas que nacen, crecen y se reproducen en
las ciénagas de la posmodernidad. Son el producto perfecto para quien entiende
la política y la vida como un mero espectáculo, un concurso de talentos o un
reality show. Lo de hablar con su perro muerto y clonarlo no es más que parte
del atrezzo de este personaje. Gritar mucho, insultar y defender mercantilizar
hasta el hígado de tu padre no es ir contra el sistema. Es el sistema hablando
claro, sin tapujos ni medias tintas. Viven de él y son ricos y famosos gracias
a él. Ellos representan el capitalismo sin caretas, sin palabras amables ni
ambigüedades. Una sinceridad que algunos insisten en tildar de ‘antisistema’
pero que en la práctica tan solo vale para perpetuar el sistema que se sirve de
lo público para alimentar a una minoría privilegiada mientras perpetúa la
desigualdad que somete a la mayoría. Por mucho que ésta acabe votando a sus
verdugos.
El lenguaje es un
eterno campo de batalla. Por eso existe una pugna histórica por la apropiación
del término ‘libertad’ para justificar cualquier atrocidad. Libertad para tener
esclavos, para vender a tus hijos o para portar armas y matar a quien se
acerque a tu jardín. Con esta nueva especie de reaccionarios no parece tan
claro, y se les está comprando el barniz anarquista y libertario demasiado
alegremente, como la inmerecida etiqueta de ‘antisistema’. Estos personajes
cuya filosofía, lejos del verdadero anarquismo, está basada en el todo vale,
tratan de apropiarse de lo libertario y de la libertad misma para retorcerla a
su gusto. La ausencia de límites en el mercado y la instrumentalización del
Estado para garantizar este orden neoliberal todavía más irresponsable y
psicópata no tiene nada que ver con la responsabilidad individual para con el resto
que prevé el anarquismo. Pero inexplicablemente se les regala el término. No
hay más que echar un vistazo a la experiencia de la localidad de Grafton, en
EEUU, tomada por seguidores de la ideología que defiende Milei para ver cómo
termina el experimento: casi devorados por osos y pidiendo ayuda al Estado.
No sabemos si estos
personajes tendrán mucho más recorrido. La caída de Vox en las últimas
elecciones supuso una advertencia de que esta derecha que pretende ser nueva
por irreverente no es más que un instrumento circunstancial para advertir y
modular el panorama político cuando convenga, como lo fue Ciudadanos en su
papel hasta su defunción. Lo que sí que sabemos es que estas ideas quedarán y
van a seguir infectando una parte del debate público, porque esa es su
verdadera misión. Ese ‘fondo intelectual tremendamente sólido’ que va más allá
de la ‘puesta en escena histriónica y populista’ que el presidente del PP
catalán, Alejandro Fernández atribuía a Milei en un tuit que acabó borrando
horas después, ha venido para quedarse. Veremos si quien lo abandera será esa
nueva ultraderecha que representa Vox, o lo abrazará también este PP de Feijóo,
que es también el de Álvarez de Toledo, Alejandro Fernández e Isabel Díaz
Ayuso, que no se distinguen tanto del argentino despeinado.
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