LA EMBESTIDURA DE FEIJÓO
DAVID
TORRES
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante una rueda de prensa en
el Congreso de los Diputados tras la recepción con el rey Felipe VI, en la
ronda ronda de consultas para proponer candidato a la investidura como
presidente del Gobierno. EFE/ J.P.Gandul
Puesto que lo de investir a Feijóo está difícil, de momento vamos a ver si pueden embestirlo. La fisonomía juega a su favor gracias a que tiene cabeza de ariete, una de esas cabezas aerodinámicas que podrían tirar abajo una legislatura y que hacen las delicias de los niños en las fiestas de pueblo. Decía Machado que, en España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa; ha llovido mucho desde que lo dijo y es difícil saber cómo andará ahora la estadística, pero seguro que Feijóo una vez más no está en minoría.
En cuanto a las
votaciones, parece que nos encontramos ante un pequeño problema aritmético,
aunque seguro que los ingenieros del PP encuentran el modo de arreglarlo
sumando unos cuantos escaños en negro. El rey Felipe VI no ha visto el menor
problema a la hora de proponer su candidatura, probablemente porque todavía
cuenta en números romanos. Feijóo tiene hasta finales de septiembre para
intentar atraer más apoyos, un proceso de seducción en el que lleva embarcado
varios años y en el que siempre ha preferido el látigo, el escupitajo y el
sadomasoquismo. Ha ido insultando minuciosamente a sus posibles aliados con
todo tipo de calificativos –terroristas, etarras, bolivarianos, vendepatrias— y
no se descarta que, de aquí a septiembre, pueda inventar algunos más.
Feijóo es un
político que embiste con la cabeza y se viste por los pies, de ahí que sus
enemistades parezcan idilios y sus alianzas divorcios. Como su desvergüenza
carece de límites, no se sabe hasta dónde puede llegar su coqueteo de última
hora con Junts: es posible que hasta Waterloo para estamparle un beso en la
boca a Puigdemont y decir luego que fue culpa de la emoción del instante. Sabe
que por el lado de la derecha puede estirar el chicle todo lo que le quiera,
porque Vox tragará con lo que sea con tal de pillar cacho.
En fin, Abascal y
Feijóo hacen como que se pelean y los periodistas hacemos como que nos lo
creemos. Después de todo, con algo hay que llenar las páginas este verano tonto
y calcinante, y las magníficas malas relaciones entre Vox y el PP son como las
broncas coreografiadas en Sálvame Deluxe: una distracción a voces para hacer
olvidar al personal que está asistiendo a la enésima cópula entre hermanos
siameses. Es cierto que la política hace extraños compañeros de cama, aunque lo
de Feijóo y Abascal se halla a medio camino entre la masturbación y el incesto.
En efecto, la lucha
libre amañada entre la derechita cobarde y la ultraderechita complaciente da
tanta grima y tanto asco que difícilmente algún luchador más puede subirse al
cuadrilátero a compartir con ellos sudor y caspa. Ambos son tan machos que les
está costando un mundo encontrar pareja, por no hablar de salir del armario.
Por suerte, si un político de derechas no encuentra el amor siempre puede
comprarlo, que para algo estamos en verano y aún está abierto el libre mercado
de fichajes. Una gente que pagó su sede con sobres de dinero negro, que llevaba
putas por volquetes y ha amañado gobiernos autonómicos a base de tamayazos, no
va a arredrarse en el momento de salvar a España a base de cheques en blanco.
Embistiendo, que es gerundio.
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